¡Ave María purísima, se murió la China Mendoza! Habría sido la expresión de doña Gertrudis aquel personaje que exclama la línea inicial de la historia de Agustín, el señor de los libros contenido en la obra literaria de mi autoría, que lleva el mismo nombre.
Y en el Parque Principal, iniciaría la charla para recordar que fue una mujer que enfrentó retos, trabajó toda su vida y nunca dejó de hacer lo que le gustaba: escribir.
A sus 87 años mantenía activa su columna periodística que publicaba en un periódico de circulación nacional. No es cualquier cosa mantenerse vigente en los medios, impresos o digitales, con tanta competencia que existe actualmente. El periodismo es el modo directo que tenemos las mujeres de exponer, ante la opinión pública, nuestras ideas y pensamientos.
El caso de la “China” es un ejemplo perfecto de que la constancia y perseverancia son necesarias para continuar en el gusto de los lectores. Y, si se puede, con el oficio adquirido saltar hacia la otra gran rama de la escritura como es escribir libros. La dual tarea de redactar para el periódico y escribir libros no cualquiera puede hacerlo con éxito.
Ella escribió y publicó prácticamente hasta el último de sus días. Ese era su carácter y tesón para con la vida que disfrutaba, como se deben disfrutar todas las cosas que se hacen. No creía en los “premios” literarios porque desconfiaba de los “pseudointelectuales” que se encargan de calificarlos. Una apreciación que se comparte en todo lo que vale.
Voces y pensamientos de mujeres fuertes y valientes son necesarias en este tiempo actual en que todos tenemos las mismas oportunidades para aportar a la sociedad. Al tú por tú porque para ello nos preparamos profesionalmente en las aulas escolares y en la universidad de la vida.
De la “China”, lo último que tuve oportunidad de leer fue un escrito que tituló “Intangible” donde cuestionaba, en su muy peculiar estilo, y se quejaba de que la prohibición de fumar había convertido al mundo en una especie de reunión de tías guanajuatenses.
A diferencia del personaje de Agustín, el señor de los libros, ella era asidua lectora de cuanto libro podía leer. En lo personal, conozco a varias campechanas que tienen el buen hábito de leer incansablemente y que son personas de excelente educación y carácter.
Sea este mi humilde reconocimiento a una mujer, poco conocida entre los campechanos, pero que sin cortapisas decía y escribía lo que pensaba como una forma de mejorar la sociedad porque también diciendo y escribiendo las cosas se ayuda al bien comunitario.
Bertha Paredes Medina
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