Domingo 32º del Tiempo Ordinario
Sebastián Korczak
“Que nos agarre confesados”
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (25,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ‘¡Que llega el esposo, salgan a recibirlo!’ Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: ‘Dennos un poco de su aceite, que se nos apagan las lámparas’. Pero las sensatas contestaron: ‘Por si acaso no hay bastante para ustedes y nosotras, mejor es que vayan a la tienda y se lo compren’. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él respondió: ‘Les aseguro: no las conozco’. Por tanto, velen porque no saben el día ni la hora”.
Los evangelios de los últimos domingos de este año litúrgico nos invitan a velar, a estar preparados, y no es para que la muerte nos “agarre confesados”. Esa es la visión miope que nos han querido inculcar. Por fortuna, ya no pensamos en ese Dios vengativo que está al acecho para ver cómo puede atraparnos en un renuncio y condenarnos.
De ahí la tremenda frase: “Dios te agarre confesado”, que en mi opinión es un insulto a Dios y a todo el mensaje de Jesús. Dios no nos espera al final del camino para someternos a un juicio, como imaginamos, lo cual haría pensar que hay sospecha de culpabilidad. No. Dios está en nosotros todos los instantes y circunstancias de nuestra vida, para que podamos llevarla a plenitud. Es decir, para salvarnos en Él.
Él no amenaza ni aprovecha su posición de Ser Superior para meternos miedo y “darnos la religión como opio”, pero es cierto que se ha aprovechado este lenguaje para meterle miedo a los fieles: “No saben el día ni la hora de su muerte. ¡Tiemblen!” Acabamos de celebrar la Solemnidad de Todos los Fieles Difuntos y de Todos los Santos. Ojalá hayamos entendido que no es la muerte la que tiene que dar sentido a nuestra vida, sino al revés. Sólo aprendiendo a vivir se aprende a morir.
Aunque sólo nos quedara un segundo de vida, harían muy mal en pensar en la muerte. Sería más positivo vivir plenamente ese segundo. La muerte no arregla nada. Si hay problemas, debemos arreglarlos mientras estamos de pie. La muerte es un paso de esta vida a otra en plenitud. La vida es un regalo.
Creo que el mensaje de hoy es claro y urgente. Es insensato escuchar el Evangelio sin hacer esfuerzos para convertirlo en vida. Es construir nuestra fe, religión, sobre arena llena de granitos de miedo. Preocuparse por lo secundario y vivir con miedo de intentar hacer el cambio. Es la necedad de confesar a Jesucristo con una vida apagada, vacía de su espíritu y su verdad. Es esperar a Jesús con las “lámparas apagadas” y sin esperanza. Jesús puede tardar, pero no podemos retrasar más nuestra conversión. Hay que despertarse del “sueño mortal”.
El relato está tomado de la vida cotidiana de la cultura judía. Después de un año o más de desposorios, se celebraba la boda que consistía en conducir a la novia a la casa del novio donde se celebraba el banquete. Esta ceremonia no tenía ningún carácter religioso. El novio, acompañado de sus amigos y parientes, iba a casa de la novia para llevarla a la suya. En casa de la novia le esperaban sus amigas, que la acompañarían en el trayecto.
Estos rituales empezaban a la puesta del sol y tenían lugar de noche, de ahí la necesidad de las lámparas encendidas para poder caminar. La importancia del relato no la tiene el novio ni la novia, ni siquiera los acompañantes. Lo que destaca es la luz. Es más importante que las mismas muchachas, porque lo que determina que entren o no en el banquete, es que tengan el candil encendido. Una acompañante sin luz no pintaba nada en el cortejo. Ahora bien, para que dé luz una lámpara, debe tener aceite. Aquí está el sentido profundo del mensaje: es importante cada invitado, pero es mejor que vaya con fe y amor.
Nuestra tarea no es ser la luz, es Cristo. Varias veces nos lo recordó. Nosotros nos ocuparnos de mantener esa luz viva como lo hace el aceite. El ser humano se acerca a la luz cuando ha desplegado su verdadero ser, es decir, cuando trasciende y va más allá de lo que le pide su simple animalidad. “Dar sentido a la vida es más importante que la vida misma”, según Urs von Baltazar.
Ese sentido tenemos que buscarlo. Es la tarea más específicamente humana. Nuestra vida puede quedar malograda, es lo que advierte la parábola. Hay que estar alerta porque el tiempo pasa. Si estamos dormidos, hay que despertar. De lo contrario, perderemos la oportunidad de descubrir que estamos vivos y tenemos todo para hacer esa vida feliz y plena. Tenemos a Dios de nuestro lado no como un Padre que nos “agarra confesados”, sino que no abraza despiertos.
*Término hebreo que en la Biblia significa tiempo, palabra y acción (palabra/hecho). Palabra creativa que es sinónimo de sabiduría, porque tiene el potencial de diseñar, construir el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Dabar-Palabra es sobre todo Jesucristo, en quien la comunicación de Dios tiene su expresión extensiva e intensiva. La vida es el lugar en el que la Palabra debe de ser meditada, interpretada y actualizada. Que la Dabar nos guíe a la felicidad y nos oriente a darnos hacia los demás.
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