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Jorge Gustavo Sansores Jarero

Avance lento

Después de varios años y accidentes, por fin la avenida Costera ha sido iluminada. Que hubo buena disposición de la alcaldesa Biby Karen Rabelo de la Torre, aseguró la gobernadora Layda Elena Sansores San Román, y por ello llegaron a un acuerdo en el que el Gobierno del Estado pagará el adeudo de un millón 200 mil pesos a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), mientras que el Ayuntamiento de Campeche se encargará del mantenimiento.

Las gestiones no fueron fáciles, hubo que trabajar muy duro, manifestó la mandataria estatal. No lo dudo, para reconstruir la avenida también trabajó muy duro Alejandro Moreno Cárdenas, sólo que durante al menos cuatro años, los dos exalcaldes no quisieron recibir la obra. Politizaron el tema en lugar de aprovechar los beneficios.

Ahora que ya hubo acercamiento, acuerdos y disposición entre ambas mandatarias —estatal y municipal—, habrá que quitar esos “vibradores” que en su momento instalaron los genios de Vialidad, y que de nada sirvieron porque ya están muy aplastados. Asfalto que pudo servir para bachear y que no cumplió con su objetivo. Bueno, si acaso sirven de burla para los turistas que ingresan a la ciudad capital por esa vía.

Y ya de paso, aunque también sea ardua la chamba, habrá que gestionar con la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la poda del manglar, pues ya está de nuevo sobre el arroyo vehicular y también causa conflicto entre los conductores, que intempestivamente cambian de carril para no tocar las áreas verdes. Se agradece lo hecho y lo que hagan a futuro.

Ahora bien, ya que toqué el tema de los topes, vibradores, reductores de velocidad o como más le guste llamarle, hay que decirlo: en nuestra amada tierra del pan de cazón, hay más topes que empleos. Estos artefactos hechos de concreto, plástico, tubo, asfalto, cuerdas o lo que sea que pueda frenar a un automovilista, abundan por toda la entidad, pero es la ciudad capital, San Francisco de Campeche, la que se lleva el récord. Tal vez nacional.

Hay topes en las avenidas, en las calles principales, en los callejones, en las privadas, en los andadores, en las banquetas, en los parques, adentro de las casas, en fin… hay tope para todo y para todos. Si la avenida es muy transitada y los conductores van muy rápido, enseguida los vecinos piden que pongan topes.

Si el tráfico vehicular es lento, pues que lo pongan también, porque nadie se quejará ya que vienen muy despacio. Si hay escuela, piden tope. “Que pongan tope porque hay mucho robo”, pedía una señora hace unos días en un noticiero local. Y así, como buenos campechanos, cordiales, sencillos y de buen trato, ya nos acostumbramos a todo tipo de topes, incluido el salarial.

“Derivado de que no hay iluminación pondremos unos topes o vibradores”, fue la solución de la pasada administración estatal al problema de obscuridad en la avenida Costera. Vaya ideota. Ya le decía, se pasaron de genios.

Tope aquí, allá, acullá, incluso en el más allá. Y de tanto tope no avanzamos. No llegamos a ningún lado y eso abona a otra característica única de nuestro Estado: la hora campechana, pues no llegamos a tiempo de tanto frenar. En fin. ¿Y si en lugar de poner tanto y tan costoso tope aplican multas para quienes no respeten la Ley de Vialidad? Los topes cuestan, las multas dejan dinero.

Y no me odie, estimado lector, pero si usted y yo respetamos las leyes, entonces estaremos de acuerdo en que será mejor eso a seguir destrozando nuestros vehículos, sufrir dolores de espalda y gastar más combustible y frenos por tanto tope. De paso habría mayores ingresos para las mejoras que tanto necesitamos, y que no vemos porque las autoridades siempre tienen la excusa de que no hay dinero.

La otra opción es, ahora que arriba tanto crucero y próximamente el Tren Maya y sus turistas, que alguien haga la “ruta del tope” para los visitantes. Con ese tour, debido a la cantidad de topes, como mínimo estarán los turistas un mes o hasta más en nuestra entidad.

Le podríamos agregar las luminarias apagadas, sólo que esas no las apagan por capricho o solicitud de la ciudadanía, sino que llevan varios trienios —municipales— y ya no dan para más. Y claro, hubo muchas promesas de competir con París, “la ciudad luz”, y hacerla ver obscura comparada con Campeche, pero como tantos otros ofrecimientos, no cumplieron.

Ambas responsabilidades deben recaer en una autoridad, pero da gusto saber que ahora sí hay diálogo y apoyo entre el Estado y el Municipio, por ende deberá haber mejoras. ¿Por qué antes no hubo? De una vez que se pongan de acuerdo para que enciendan los semáforos de la avenida Gobernadores, que pavimenten bien las calles, que las iluminen y haya mayor seguridad, sin necesidad de desgastar a los agentes de la Policía Estatal Preventiva en rondines, al menos que sean necesarios.

Hace unos días leí que la alcaldesa Rabelo de la Torre solicitó apoyo a la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana (SPSC), porque en el parque de la Unidad Habitacional Siglo XXI se roban la cablería constantemente. Ahí y en otros espacios recreativos. Que manden policías, pedía la presidenta municipal. Y estoy de acuerdo con ella, debe haber más vigilancia, pero… ¿de qué sirve si a los rateros, después de detenerlos en flagrancia, los sueltan porque las leyes así lo permiten?

Ahora que hay un Congreso a modo, perdón, amigo, que comiencen por modificar el Código Penal del Estado y que haya cárcel para quienes atenten en contra de los bienes del pueblo. Porque eso son, bienes de la ciudadanía pagados con nuestros impuestos, y que ya no sirven porque los rateros se llevan los cables, los juegos, las bancas, lo que puedan, y regresan por lo que les falta al saber que la ley es “laxa” con ellos.

Por ese tipo de gente es que las autoridades no tienen dinero para trabajar. Por ellos y por los negocios internos, pero ese es otro tema. Hay que comenzar a poner orden, a aplicar castigos y a… quitar los topes. Al menos para que la ciudad mejore su aspecto y parezca que estamos avanzando.

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