Sebastián Korczak
Adviento, un regalo en el camino
Adviento viene del latín “adventus”, que significa venida. Se trata del primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Jesucristo. Su duración puede variar de 21 a 28 días, dado que se celebra durante los cuatro domingos anteriores a la Navidad.
Estas cuatro semanas es tiempo de esperanza, alegría y agradecimiento por el advenimiento de Jesús. Este tiempo es un regalo. De ninguna manera permitamos que predomine el ruido exterior, corridas detrás de los regalos, las omnipresentes y escandalosas luces o imágenes del Señor vestido de rojo… “jo jo”. Este es el camino fácil y no tiene nada que ver con la Navidad, y por ende tampoco con el Adviento.
Iniciemos bien este camino hacia Jesús. Él es el “regalo” que Dios nos da para movernos a aceptar su invitación. El tiempo de Adviento no es otra cosa que la invitación de Dios Padre a reconocer y descubrir a su Hijo. Con Jesús, Dios intenta “seducirnos”, y por eso nos habla a través de los signos que ponen en práctica nuestra imaginación.
Dios Creador, a través de su Hijo, nos da las respuestas frente a la desesperanza; hace todo lo posible para volvernos lo que parecía imposible: la ilusión. La certeza de nuestros mejores sueños, ideales e imaginaciones del mundo mejor y más humano. El Evangelio insiste: “Alcen la cabeza”. Debemos de estar atentos y que nuestra mirada sea firme y dirigida hacia el futuro, con optimismo. No nos encerremos y empobrezcamos en las cuatro paredes de una vida sin horizontes. Hay que soñar, pero despiertos, para ver y descifrar bien los signos de los tiempos.
El Hijo del Hombre nos recuerda que lo verdaderamente importante es su presencia refrescante y revitalizante. En el mundo envuelto en la crisis de la pandemia, hay tanta gente que perdió su esperanza en el mundo. Despertemos de nuestro absurdo sueño, ya llega “nuestra liberación”; sacudamos con energía la modorra que nos embota y entorpece. Dejemos de una vez esa vida que nos hace insensibles y ciegos para las cosas de Dios, incapaces de avanzar hacia el puerto de la salvación. “Quienes aman abren el ojo que ve lo invisible, los demás mueren ciegos y sordos”, (Rumi).
Dios quiere seducirnos con su amor lleno de esperanza, a pesar de que muchos tienen pereza o miedo de enamorarse “del amor verdadero”. Y así es, hasta que se encuentran con aquella otra persona que les seduce, de tal manera, que ya no son capaces de entender la propia vida sin la persona que las ha cautivado y les hace felices con una felicidad que nunca habían soñado. Este es el amor que revitaliza, rejuvenece y es garantía de caminar hacia la felicidad verdadera.
Dios Padre nos conoce muy bien y también conoce nuestras perezas y miedos que nos obstruyen la oportunidad de enamorarnos de Él. Por eso nos quiere seducir, ya que conoce la inercia hacia la nada del corazón que él mismo nos ha dado. Y nosotros, en momentos lúcidos, también nos damos cuenta de que vale la pena dejarnos cautivar. San Agustín lo reconoce explícitamente al comienzo de su famosa autobiografía (“Confesiones”): “Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Ti”.
La palabra Adviento significa venida. Quiere decir que Dios viene, pero sabemos bien que así es todos los días. Él te busca de forma majestuosa y sacramental, pero también de forma sencilla. Aunque no te das cuenta, pasa a tu lado y te reconcilia con tu pasado y con los demás. El Adviento es el regalo, es el tiempo de valorar y vivir tu presente, a través de tu mirada de reconciliación al pasado y esperanza en el futuro.
Por ello sería maravilloso cambiar el paradigma de esa venida de Dios y cambiarla por la ida (venida hacia alguien). Sería muy motivador descifrar en el Adviento nuestro propio viaje hacia el Dios Padre. Déjate seducir y vuelve a enamorarte, que no es otra cosa que volver al corazón de Dios, fuente del amor. Allí te sentirás como nunca, volverás a todo lo mejor y más bello que hay en ti. Que sea tu Adviento y tu venida a aquél que quiere nacer y quedarse en ti.
Adviento es lo que nos prepara para la Navidad, para hacer nacer dentro de nosotros al Hijo del Hombre, que no es otro que Jesús hecho carne en nuestra propia humanidad. Adviento es un regalo que pasa por dentro, nace en el corazón de la persona. El nacimiento del Hijo del Hombre se hace Belén en la cueva de nuestro corazón: allí donde cada uno lucha por vivir como hombre integral, que ha sido creado a la imagen de Dios. Es un hombre que debe mantenerse en pie a pesar del cansancio y pecado. Debemos tener la mente despierta a pesar del embotamiento del vicio, de las diarias preocupaciones y de nuestras debilidades o malas decisiones.
Adviento es el regalo y momento oportuno de dar razón de nuestra esperanza. Como hombres creyentes, debemos de penetrar la oscuridad y convertirnos en profetas de la esperanza. Me encantaría escuchar el mensaje más positivo y lleno de esperanza en nuestras iglesias. No permitan que la voz del ambón sea negativa o sólo para pedir limosnas, como si lo material pudiera darnos la seguridad o felicidad verdadera.
“Despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial. Es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento (regalo) de la misericordia del Padre”. (Homilía del papa Francisco, 11 de abril de 2015).
De la misericordia nace una auténtica relación con los demás. No seamos presuntuosos, porque así marcamos nuestra posición de superioridad y competencia, en vez de humilde diálogo con el hermano. Si Dios ha sido tan humilde que decidió mandar a su único Hijo como un niño envuelto en pañales, en un humilde pesebre de Belén, también a ti no te haría daño ser más modesto y humilde ante el hermano.
Tenemos que ser Adviento… Tenemos que convertirlo en el regalo para el mundo actual. Tenemos que ser signos de esperanza en nuestras familias, iglesias y en la sociedad. El amor que Dios te regala en este tiempo, debería ser correspondido. ¿Estás listo para dejarte seducir y empezar el viaje de advenimiento? La Navidad se acerca rápido, ¿llegarás a tiempo?
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