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¿Algo para festejar?

Jorge Gustavo Sansores Jarero

 

Concluyó el 2021 con cifras altas en homicidios dolosos, la de suicidios superó el récord del 2019 con 101, y en esta ocasión llegamos a 106. Los despidos en el Gobierno del Estado y sus daños colaterales son aún incalculables, pues hasta no saber con claridad cómo operarán las nuevas dependencias, las fusiones y las presuntas recontrataciones, a los campechanos nos tienen en ascuas.

Para finalizar el 2021 e iniciar el presente año, la Secretaría de Salud Estatal a cargo de Liliana Montejo León, reportó —ahora sí— numerosos contagios de Covid-19 en la entidad, incluidos casos extraoficiales de la nueva variante “Ómicron”, más contagiosa que sus antecesoras.

Y pese a lo anterior el secretario de Educación (Seduc), Raúl Arón Pozos Lanz, no canceló el regreso a clases presenciales. Por el contrario, la dependencia a su cargo refirió en sus redes sociales, palabras más o menos, que es mejor ir a la escuela —a contagiarse, claro— que perder la vista frente a un monitor por el uso excesivo de pantallas.

Al iniciar el 2022 parece que los propósitos de Año Nuevo no están bien fijados en la nueva administración estatal. Entre la incertidumbre y la desesperanza comenzamos la travesía del nuevo ciclo, con la premisa de que, según las autoridades federales, estatales y municipales, “todo será mejor”. Pero la experiencia de los años, de los tropiezos, de las caídas y las levantadas nos indica que no debemos confiarnos. Y los acontecimientos diarios lo confirman.

Quienes detentan el poder y guían los designios del Estado y de los municipios, saben que no será fácil iniciar y poner en marcha las promesas que hicieron en campaña, pues la situación económica no es la mejor ni lo será. Las buenas intenciones se quedarán en eso, y mientras no planifiquen y tengan estrategias todo seguirá igual: sin rumbo.

“La esperanza es lo último que se pierde”, aseguran algunos, pero tampoco es de lo que vivimos los seres humanos. Urgen fuentes de empleo, autoridades abiertas que escuchen al pueblo, que acepten la crítica, pues sirve para ver los errores, enmendarlos, y cambiar de actitud para el bien de los campechanos.

No basta con simular mesas de trabajo para definir estrategias, si al final el titular de la Secretaría de Planeación (Seplan), Miguel Ángel Gallardo López, escoge a la “élite” que participa. Repiten lo que tanto criticaban.

Si el camino de la división, del encono, de la radicalización de temas preponderantes para la construcción de un mejor Campeche continúa, y sólo pueden participar los que convienen a sus intereses, jamás avanzaremos como sociedad hacia el anhelo de un mejor Estado.

De entrada, saber que el primer día del año se instaló una resistencia civil en los bajos del Edificio de los Poderes, ya es síntoma de que algo está mal. Y aunque apenas vemos a un reducido grupo de personas en dicha manifestación pacífica, el enojo ciudadano permea en cada rincón. Tal vez crezca el número de ciudadanos plantados, aunque considero que el diálogo debe llegar antes.

Lo menos honesto que un gobernante puede hacer es no hacer nada. Pero es aún peor no escuchar, no dialogar, ignorar al pueblo y usar el poder, en cualquiera de sus formas, para desquitarse o imponerse.

El pueblo que eligió al nuevo gobierno que prometía un cambio, que anunció acabar con la corrupción “de antes” y erradicar las prácticas que tanto lastimaban a la ciudadanía, hoy está decepcionado. Y los tiempos no son los mismos. Nadie puede asegurar que la política mantenga el mismo rumbo del 2018 a nivel federal, o del 2021 en lo estatal.

Me atrevo a pensar, y vaya que soy atrevido, que algunos personajes cercanos a la gobernadora Layda Elena Sansores San Román no quieren que su administración destaque. Podría afirmar, incluso, que el presunto boicot que algunos acusan hacia el Gobierno del Estado, realmente está adentro y crece en diferentes frentes.

Por lo pronto, mi mayor deseo es que este año venga cargado de mejores tiempos para Campeche. Tengo la esperanza de que habrá cambios importantes, positivos y contundentes en la entidad, pero aún así me acompaña la desconfianza, no por quien encabeza el mando, sino por quienes la “asesoran”. Al final los últimos desaparecen, y quien llevará la carga por el resto de sus días y en la historia, es quien les hizo caso. Así ha sido siempre. ¡Feliz 2022!

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