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Sebastián Korczak

¡Cuidar las costuras!

Los lugares donde vives, sin duda, marcan tu forma de vestir. Hace poco me di cuenta de tantos cambios que han pasado en mi vida en este aspecto. Sólo de vez en cuando uso los calcetines. Ha sido un sencillo, pero llamativo descubrimiento en mi forma de vestir diariamente. Eso mismo me hizo hacer una reflexión sobre los recuerdos de… los calcetines que llevaba en Europa.

Calcetines, como elemento sencillo, que no simple, pero es necesario. Formaban parte, tal vez oculta, pero no significa menos importante en mis viajes, trabajo, descanso, deporte, cenas de gala, etc. Los hay de montaña, ejecutivos, antirozaduras, cortos, largos, de lana, de algodón, invisibles, tobilleros, transpirables, antideslizantes y un largo etcétera.

La variedad y la diversidad están bien servidas. Lo que es común en todos ellos es su estructura, su forma: una parte exterior y una interior, el derecho y el revés, indivisibles. No sé si se han dado cuenta, pero no existe un calcetín sin una de esas dos dimensiones, y si hubiera, entonces no sería un calcetín. Y uniendo, hilando esa parte exterior con esa parte interior, están las costuras.

Bien, pues los alumnos en los colegios son como los calcetines, los de toda la vida, los que llevan costuras. Parece una comparación extraña y aparentemente poco adecuada, pero creo que la labor educativa, siempre, pero especialmente en esos tiempos inciertos y diferentes que nos ha tocado vivir, hace comúnmente referencia a esa similitud.

Expliquemos el símil. Nuestros niños, adolescentes y jóvenes, con cualquier ser humano tienen una dimensión externa y una interna que definen a la persona, lo que pasa en ella y por ella. Hoy la educación está atendiendo, por encima de sus posibilidades, y por encima de los medios materiales y personales de que dispone toda esta parte externa: contenidos curriculares, organización de materias, protocolos de intervención, cuidado de la salud, enseñanza presencial y online, formación tecnológica y un largo, larguísimo etcétera.

Por otro lado también es tiempo, hoy más que nunca, de atender la parte interna, de acompañar con mayúsculas, de activar los protocolos de acompañamiento, de la vivencia de la situación, de acompañamiento de los procesos de duelo, de acompañamiento de la adaptación de la nueva y retadora realidad, de acompañamiento de los miedos (entre otros, ante una amenaza de la guerra internacional), acompañamiento de las incertidumbres y de las inseguridades, acompañamiento del mundo emocional, acompañamiento de empatías, y aquí también continuaría un largo, larguísimo etcétera.

Cada uno vive y ha vivido esta situación que atravesamos, como puede, y no siempre como querría, como desearía, o simplemente como le gustaría. A veces no podemos ni imaginar la travesía que está haciendo el otro, y la vivencia misma que está teniendo. Por este motivo, no hay recetas globales. Podemos generar espacios de encuentro, de expresión, de simbolización de procesos comunes a todos: pérdidas, tristeza, ansiedad…

Ese acompañamiento colectivo, grupal, puede servir para ayudar a no estar solo en lo vivido para facilitar que uno sienta que forma parte de un todo que lo arropa, para establecer y fortalecer vínculos… sin embargo, después hay que recoger estas situaciones especiales individualmente, acogiendo, legitimando, poniendo el valor, visibilizando.

Las costuras son los nexos de unión entre esa exterioridad y esa interioridad. Las costuras son los tránsitos, los puentes, los enlaces… Una de esas costuras imprescindible para hacer ese viaje del afuera al dentro, es el acompañamiento.

Para acompañar hay que conectarse con uno mismo, hay que conectarse con el otro, hay que conectarse con la comunidad educativa, y hacerlo con una wifi bien activada. Esa conexión tiene que tener suficiente cobertura y ser de banda ancha. Las costuras tienen mucho que ver con los momentos de encuentro personal, de diálogo y de escucha, de acogida de las emociones, de poner en su lugar cada pensamiento, cada sentimiento o cada acción. De los momentos de silencio acompañado, de los espacios para la calma y la serenidad.

Como en el caso de los sherpas, una de las etnias que habita en las regiones montañosas de Nepal, que tienen enorme importancia como guías y se convirtieron en el símbolo del resistente compañero y guía en el camino difícil, que son el símbolo del acompañamiento muy claro y definido. Son los mejores para hacer el camino con otro, pero ellos mismos tienen que hacer primero el camino.

Los sherpas, para conocer el camino, tienen que haberlo caminado, tienen que saber de sus baches, llanos, de sus cuestas tendidas y de sus elevaciones abruptas. De igual modo, para estar de esta forma con los alumnos en la navegación de su mundo interior, hay que haber pasado, nosotros los educadores. Primero, por ello, hay que haber caminado el camino personalmente.

Importante también recordar, que el sherpa no hace el camino por ti, te aligera la carga, te orienta, te guía… pero el camino es siempre una experiencia y un proceso personal.

Sin duda, ¡cuidar las costuras, ahí está la clave!

 

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