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Jorge Gustavo Sansores Jarero

Exigen lo que no dan

Quienes piden respeto para sí mismos o para alguien más, deben entender una premisa fundamental: el respeto se gana. Ni el dinero, ni la posición social, política, empresarial o los años te colocan encima el respeto. Este, como muchos otros reconocimientos, se debe de ganar.

Tampoco te respetarán porque uses los poderes que te haya conferido el Estado, tu posición en la empresa, el “liderazgo” que pregones o si no hay reciprocidad. El uso del poder puede generar miedo, pero jamás respeto. Otra puntualidad que debemos aprender.

En los últimos días he observado a quienes piden respetar al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero lo hacen porque en su adulación obsesiva piensan que lo merece. Y sí, como mexicanos debemos respetar la investidura presidencial, pero ahora —como diría el expresidente Enrique Peña Nieto— les pregunto: ¿Estas mismas personas pedían respeto en años anteriores? En concreto, ¿para los expresidentes?

Y la respuesta es: no. Incluso, quien hoy encabeza el Ejecutivo puso apodos a los exmandatarios. Y lo hizo ya siendo Presidente, lo que resulta tremendamente vergonzoso. Pero no sólo “bautizó” con motes a los políticos, también a los empresarios y a millones de ciudadanos, como usted y como yo, por pertenecer a distintas “clases sociales”, según sus pensamientos.

A quienes trabajamos muy duro desde la juventud, porque teníamos y aún tenemos necesidades, nos llamó “fifís”. A López Obrador no le importa lo que hayas hecho durante tu vida para lograr algo, sólo quiere que los mexicanos tengamos la misma “calidad” de vida, que según él se basa en vivir con una beca del Bienestar.

Para el Presidente, los obreros tampoco son importantes. Si así fuera no se enfrentaría con los empresarios, que contratan a la mayoría de empleados en el país. Para el mandatario, ellos han vivido de la corrupción —salvo sus excepciones que son meramente sus allegados—, de prebendas de los políticos del pasado, pero tal vez ninguno de sus asesores le ha explicado cómo le hace una persona inteligente para multiplicar su dinero y tener riqueza. La muestra está en nuestra economía nacional.

Por oprimir a los “ricos corruptos”, se lleva entre las manos a los más pobres, a los más necesitados, quienes para subsistir llenan las calles con comercio informal o se integran a las filas del crimen organizado. Porque esas bandas sí saben sumar y multiplicar.

Pero hay quienes ven en el jefe del Ejecutivo Federal a un humanista, por abrir las fronteras del sur a inmigrantes centroamericanos. “Los ayuda con tarjetas de trabajo, seguridad social y trabajo”… ¿Y los mexicanos que no tienen empleo? Esos no importan, pues saben pasar hambre porque “los conservadores y los neoliberales” así los acostumbraron, consideran.

Es imposible respetar a quien hostiga, de una forma u otra, a quienes no piensan como él. Incluso, López Obrador y seguidores deben recordar que están en la cima por no pensar como sus antecesores. Y aún más, deben tomar en cuenta la promesa de cambio del Presidente, que provocó la debacle de la derecha y abrió la puerta a la izquierda, pero jamás pensamos que fuera populista.

Quienes llegaron al poder por la imagen de Andrés Manuel, y hoy aseguran que no son iguales a los “de antes”, salieron peores. Y no me refiero a todos, pues hay excepciones, pero sí a la mayoría.

Diputados locales que se quejaban porque sus antecesores de otros partidos no estaban pendientes de sus representados, hoy sólo pugnan por directrices emanadas del Poder Ejecutivo Estatal. Otros llevan porra al Congreso, y de vez en cuando sus porristas se convierten en guaruras.

A nivel federal, para instaurar la cuarta transformación que a la mayoría de los mexicanos no nos queda clara, los legisladores de San Lázaro sólo “empujan” programas y obras “insignia” del Presidente, aunque sepan que nos cuestan muy caro, y que en muchos casos, como en los temas de salud y seguridad, nos vulneran.

No podemos respetar a quien no respeta. Y no nos confundamos, no hablo de la persona sino del personaje. Tal vez Andrés Manuel, el amigo, el compadre, el esposo, sea buena persona. Y ni hablar de que sea padre ejemplar y abnegado, pues vimos de qué es capaz para defender a su hijo José Ramón López Beltrán, con el tema de la mansión gris en Texas.

Pero como funcionarios, es menester de la sociedad y de los comunicadores hacerles ver que también fallan, que no todo es culpa de quienes ya no están. Muchos ya murieron o no viven en México. El problema está aquí, no en otro país.

Lástima que esta exigencia de respeto y carencia para darlo, también llega a nuestra entidad. No veo la mínima necesidad de usar recursos de odio, animadversión y enfrentamiento político o empresarial, cuando exigen lo contrario. Ojalá esa línea de divisionismo y muestras de poder acaben pronto, en otro caso no habrá letras, sino manchas en los libros de historia.

Urge empezar a trabajar para generar unidad. Hacer a un lado la envidia contra quienes han trabajado para lograr algo, y en lugar de “exhibirlos” reconocerles su tenacidad. Tampoco premiarlos, no es para tanto. Y si se trata de seguir ejemplos, creo que nadie —en su buen juicio— querrá vivir de una beca, sino buscará trascender.

Y si trabajar, negociar, ganar dinero, avituallarse, comprar lo que nos gusta y vivir bien es inmoral en nuestra nación y entidad, que nos expliquen las razones. Si laborar desde la adolescencia para que en la adultez puedas tener lo que has soñado, es delito, entonces nuestros papás y abuelos fueron los delincuentes al enseñarnos a trabajar.

Si recibir herencias o regalos convirtió en corruptos a muchos, habrá que tener cuidado de señalarlos, pues el escupitajo puede venir de vuelta. Y si pensamos que algunas personas obtuvieron lo que tienen por una sola vía, quizá también estamos equivocados. Sería tan tonto como pensar que quienes se sientan a un lado de los mandatarios están ahí por lástima, cuando también, quizá, podría ser por amistad… incluso hasta por aptitud.

Pero no todos pensamos igual y ahí es donde nos ganamos el respeto. Primero respetando a los demás, haciendo bien las cosas y demostrarlo, no sólo señalando para generar divisiones que no sirven de nada. Tal vez con unidad ni siquiera tendrían que pedir respeto para alguien más.

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