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Jorge Gustavo Sansores Jarero

Marcha del berrinche

Lo ocurrido el pasado domingo 13 en la marcha de apoyo al Instituto Nacional Electoral, no es poca cosa. Más de 400 mil mexicanos —según especialistas— marcharon en el Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, no sólo para demostrar su apoyo a la institución que avaló los resultados del 2000 y 2006, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) sacó al Revolucionario Institucional (PRI) de la Presidencia, sino que en el 2018 también refrendó el triunfo de Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Pero para el presidente Andrés Manuel López Obrador el INE ya no sirve, al menos no para su conveniencia. En 2018 el Mandatario logró su cometido, ese por el que había luchado durante 18 años sin vigilancia, sanciones y ninguna restricción electoral, incluso cuando actuó fuera de la ley, pero el árbitro electoral ya no le permite continuar por la misma senda, y exige a Morena transparentar sus movimientos electorales.

Ahora que miles de ciudadanos encabezados por líderes políticos, empresarios, académicos y hasta personajes que en alguna ocasión fueron afines al Presidente, se manifestaron para que López Obrador frene sus ataques en contra de la institución que le avaló el triunfo, y además exigirle que reformule su intento de reforma electoral, para el tabasqueño no hubo más que descalificaciones, señalamientos y burlas en contra de los manifestantes.

“Son racistas, clasistas, hipócritas, corruptos”, lanzó el Presidente en contra de quienes anunciaban el movimiento, días antes de la marcha. Y aseguró que la manifestación —según sus datos— sería porque están en contra de las políticas de su Administración.

Pero no, esta marcha fue para demostrarle al mandatario y a sus cada día menos seguidores, que la democracia no puede ser caprichosa y dictada desde el Palacio Nacional. Que su reforma electoral daña, no al INE, sino a millones de mexicanos, y que retrocederíamos en el camino democrático que tanto nos ha costado forjar.

Lo de menos es cambiarle de nombre al INE y agregarle lo de las consultas para que sea el INEC. Pero quitarle financiamiento público a los partidos y solo dejarles dinero para las campañas, es el intento por acabar con la participación democrática de las minorías y beneficiar a Morena. Tampoco es bueno eliminar los órganos electorales locales, pues el INE no tendría capacidad de realizar elecciones estatales y municipales. Y se prestaría a actos de corrupción.

Y bajarle del 40 al 33 por ciento a las consultas populares, para que sean vinculantes, es una pifia. Es aceptar que cada vez menos mexicanos quieren las consultas, y por ello hay que reducir el porcentaje de aprobación por los que aún creen en el Presidente y su 4T. Si por AMLO fuera, con una persona que levante la mano sería suficiente. Eso demuestra cuando pretende que sea menor la participación. Y por supuesto, expone que cada día tiene menos seguidores.

López Obrador también propone disminuir a 30 minutos la propaganda diaria en radio y televisión, pero no ha sido capaz de hacerlo con su conferencia matutina que nos cuesta mucho a los mexicanos, y que solo ha servido para denostar a los que el mandatario llama sus “adversarios”, sin que pueda señalarlos directamente.

Pero lo que más llama la atención de toda la reforma, es la implementación del voto electrónico. Pues si en papel, con observadores de todos los partidos políticos y visitantes extranjeros han acusado fraudes electorales, no imagino con un sistema electrónico que puede estar sujeto a hackeos y vulnerar la democracia. Si lo hicieron con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con Guacamayaleaks, ¿no podrán otros grupos hackear al INE?
Y aunque el presidente Andrés Manuel López minimizó la marcha y aseguró que no llenaban ni medio Zócalo, la realidad es que hubo más de 12 mil manifestantes, que fue la cifra “oficial” que presentó Martí Batres Guadarrama, secretario de Gobierno de la Ciudad de México. Una vez más le mintieron al Presidente con datos erróneos.

Aún en redes sociales hay quienes descalifican las imágenes aéreas, al grado de asegurar que se trata del triunfo de AMLO en 2018. Curiosamente los colores rojo, blanco y rosa mexicano (INE) prevalecen, que por cierto no tienen nada que ver con el tono de Morena. Vaya manera de autoengañarse.

Ahora el presidente López Obrador, en uno más de sus berrinches, anuncia su marcha de autodefensa. Que el pueblo lo apoya, dice, cuando es casi seguro que habrá acarreos de todo el país, pagados con dinero público, para demostrarle “apoyo” al mandatario.

Sin embargo, de la marcha ciudadana de desaprobación a la oficial del Presidente, hacia la discusión y votación de la reforma de AMLO, hay un largo camino por recorrer. Esta vez el escenario en la Cámara de Senadores le es adverso, pues el líder de la Junta de Conciliación Política (Jucopo), el aún morenista Ricardo Monreal Ávila, mantiene un enfrentamiento directo con el Mandatario, y en parte es gracias a los ataques de la gobernadora Layda Elena Sansores San Román en su contra. A ello hay que agregarle el apoyo de otros senadores a Monreal Ávila, incluso de Morena.

Y en la de Diputados tampoco la tiene fácil el Presidente, pues quienes en su momento le avalaron otras reformas, hoy de plano le han adelantado que no votarán a favor de la electoral, y ahora el bloque opositor es mayor contando a morenistas defenestrados desde su propio partido. Tal vez por eso el Mandatario está muy preocupado, y pretende juntar su marcha del domingo 27 con su informe.

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