Tribuna Campeche

Diario Independiente

Le queman su Palacio

No hubo día más triste para la Tía Rata que aquél en que se conmemoró en todo el mundo el Día de la Mujer, y en que un nutrido grupo de personas del antes considerado “sexo débil” se apostaron en su Palacio Real para gritarle “impostora”, “mentirosa” y “corrupta”.

Quien durante toda su vida política se ha ostentado como representante de las mujeres, luchadora por sus derechos y defensora a ultranza del feminismo, tuvo que constatar que la realidad es totalmente opuesta: “Layda no nos representa” escribieron en sus lonas y pancartas entre dos mil y tres mil activistas que salieron a las calles para exigir el respeto a sus derechos.

Presos del pánico, los asesores de la Tirana del Palacio ordenaron que edificios, monumentos y parques públicos de la capital del reino de la Culebra y la Garrapata fueran cubiertos con lonas, mallas, tablones y policías, para evitar que el hartazgo de las feministas trajera también actos de vandalismo.

Pero no las pudieron acallar. Y así, en sus mantas, carteles, cartelones y consignas que gritaban por las calles acusaron de corrupta a la senecta del Palacio, quien desde algún lugar lejano, escondida y atemorizada, monitoreaba cada paso que daban las marchistas y escuchaba cada uno de los gritos.

Decenas de policías, la mayoría de ellas mujeres uniformadas, fueron obligadas a vigilar la marcha feminista, con instrucciones incluso de utilizar la fuerza de sus macanas para aplacar la rebelión de las mujeres y para impedir que ingresaran en tropel a causar destrozos al Palacio Real.

Sin embargo, mujeres al fin, las uniformadas se solidarizaron con la lucha, y cuando debieron reforzar el cerco y usar las macanas contra sus hermanitas feministas, prefirieron hacerse a un lado y dejarlas pasar para que manifiesten a su estilo su rebeldía, su inconformidad y su malestar social.

Ellas festejaron este gesto de las mujeres policías con lo que se convirtió  en su grito de batalla en aquella tarde-noche del 8 de marzo: “impostora”, “impostora” le gritaron a la gobernanta. “Farsante”; “mentirosa”, “corrupta”.

Luego pasaron a derribar los tablones que resguardaban el edificio gubernamental, los cuales quemaron a las puertas del Palacio Real en medio del bullicio feminista que le mandó un claro y contundente mensaje a la principal inquilina de la sede gubernamental: “Ttú no nos representas…”.

Así, o más claro.

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