Daniel Cabeza de Vaca (*)
Durante las últimas décadas, la delincuencia organizada de todo el mundo ha crecido en complejidad y extensión. La globalización comercial y la innovación tecnológica la han revolucionado alrededor del mundo, especialmente, han transformado sus operaciones, al ampliar su alcance y modificar su forma de operar.
En este siglo, la DO adoptó “modelos de redes” y “estructuras flexibles”, e internacionalizó sus operaciones aprovechando la tecnología en informática y comunicaciones.
Esas células, dan flexibilidad a la estructura de la DOT, surgen con la oportunidad, conforme a las necesidades del momento y la eficacia de sus resultados, usualmente son de carácter temporal. Además, des–localizan parte de sus operaciones, reclutando agentes locales, urbanos y rurales. De ese modo son más elusivos.
Actualmente en México, especialistas identifican más de 200 grupos criminales, de los cuales 45 serían cárteles de mediano tamaño. La división en células de los grandes cárteles ha tenido un impacto significativo en las actividades criminales.
La división en células ha dado lugar a una mayor violencia, enfrentamientos y ejecuciones, así como a la comisión de delitos que generan millones de pesos en ganancias ilícitas para los viejos y nuevos cárteles. Además, la fragmentación de las grandes organizaciones criminales ha dado lugar a una mayor competencia entre las células rivales por el control de las llamadas “plazas” (Estados o Municipios) y por el dominio del mercado ilícito.
En nuestro país no se producen los precursores químicos, ni los opioides, tampoco el armamento que utiliza la DO, y el producto de sus delitos los blanquean en todo el mundo. La intrusión de la DO mexicana en el tráfico del fentanilo es consecuencia de nuestra vecindad con el mercado más grande, pero en el contexto mundial, los cárteles mexicanos son una célula más que interactúa con la DOT y con los grupos locales de cada país. En México los grupos locales son un problema que tenemos que enfrentar, pero no debemos ser estigmatizados ni señalados en todo el mundo como narcotraficantes.
La lucha para enfrentar la DOT requiere la participación coordinada, real y efectiva de todos los países involucrados: productores, distribuidores, consumidores y que cada país asuma su responsabilidad. Sólo así se podrán destruir, independientemente de que las naciones deban combatir las células y redes internas que alimentan la violencia, corrupción y obstrucción de la justicia.
(*) Consejero de la Judicatura federal 2009-2014.
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