La represión de los gobiernos en contra de los ciudadanos no solo se ejerce con la fuerza pública sino también con la manipulación de las leyes y los jueces, en contra de sus adversarios políticos…
Miente la inepta y corrupta gobernadora Layda Elena Sansores San Román cuando asegura que en su Gobierno no se ha reprimido a nadie, que ha “aguantado de todo” y que, en memoria de lo que ella y varios campechanos sufrieron el 19 de octubre de 1997, no ha ejercido un Gobierno represor.
Hay que reiterarle que miente. Que a lo mejor por su senilidad y la oxidación de sus neuronas, no alcance a entender que la represión de los Gobiernos no solo se ejerce a través de las fuerzas policiacas y en contra de manifestantes, sino también mediante la abierta manipulación de las leyes, y el control de los juzgadores, para anular a los ciudadanos que ejercen su libre derecho a la crítica.
Un estudio realizado por diversos medios nacionales de comunicación el año pasado, reveló que “la gobernadora Layda Elena Sansores San Román estalla ante la más mínima crítica, e instruye a que demanden al supuesto ofensor. Y así, acumula más de 50 recursos legales en contra de políticos de todos los colores, medios de comunicación, periodistas y columnistas. Su argumento favorito es violencia política en razón de género”.
Habría que agregarle a ese dato que también utiliza a su inútil vocerito “La Chacha” Walas y a su corrupto sobrino, para recurrir al daño moral, a las calumnias y presuntos delitos de odio, para tratar de acallar a las voces críticas que le han señalado sus torpezas y corruptelas. Más recientemente, Sansores recurrió al soborno, a la extorsión y al chayote para controlar a algunos de sus críticos.
A ello hemos de sumarle que la nefasta gobernadora también ha usado a la fuerza pública para desalojar a “molestos” invasores. Lo hizo en Lerma en contra de gente de escasos recursos de Lerma que supuestamente ocupaban predios de la Secretaría de Seguridad y en San Antonio Ebulá, para proteger predios de un empresario recién incorporado a su equipo de Gobierno.
Es decir, la senecta mandataria ha sido represora. Y como tal, hipócrita, farsante y mentirosa, puesto que niega públicamente, lo que todos los campechanos hemos visto que realiza en público. Miente para ocultar su ineficiencia, su incapacidad, su fracaso como gobernadora.
Lo malo es que nadie le cree. Al contrario, se mofan de sus ridiculeces. Miles de campechanos ya están dudando de la capacidad emocional, psicológica, intelectual y hasta política, para seguir gobernando al Estado. Tal vez ya sea hora de ir buscando la manera de darle una salida digna.
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