Tribuna Campeche

Diario Independiente

A la Rata nadie le cree

Los nativos del reino de la Culebra y la Garrapata pronto se acostumbraron a tener una gobernante que recurría a las mentiras para ocultar su incapacidad y que mandaba silenciar a todas las voces que, apegadas fielmente a la realidad, todos los días pregonaban en la plaza pública los fracasos y excesos de la hija del Sátrapa Negro.

Presa de la impotencia porque cada vez que salía a la calle la gente le gritaba “mentirosa”, y le reclamaba con enojo su acendrado nepotismo, además que reprochaba su ausencia de resultados, la Tía Rata mandó publicar un decreto para que todo aquél que la cuestionara públicamente, recibiera sanciones ejemplares y lo refundieran en las húmedas celdas.

Además, su principal asesor, el Tarado sin Cerebro, orgullo de su nepotismo porque es su sobrino, le ordenó que un día a la semana enviara desde el Palacio Real, mensajes públicos a todos los súbditos, para difundir mentiras sobre sus buenas acciones, para besarle los sabañones de los pies a su Tatich mayor, y para lanzar todo tipo de calumnias contra sus enemigos, aquellos que pregonaban en la plaza sus torpezas y errores.

Creó su programa denominado “El Martes de la Rata”, y desde ahí envió mensajes engañosos para que el pueblo creyera que estaba trabajando, que daba resultados y que el reino de la Culebra y la Garrapata estaba saliendo del rezago ancestral en que se encuentra, por culpa de todos los malos gobernantes que saquearon el tesoro real, entre los cuales se encontraba como el más gandalla, el más corrupto y el más saqueador, su progenitor, conocido como el Sátrapa Negro.

Ordenó que sea obligatorio que los súbditos vieran el programa, y le enviaran mensajes de agradecimiento y felicitación por su “gran trabajo”, pero el pueblo no la obedeció y castigaba con el látigo de su desprecio esas emisiones semanales desde donde se fabricaban resultados fantasiosos y se escuchaban aplausos comprados. Las críticas que se enviaban las desaparecían en automático.

Fueron solamente los esclavos a su servicio, sus prosélitos y sus correligionarios miopes los que cada martes la aplaudían, y le decían que todo estaba bien, que nunca habíamos estado mejor, y que este reino era un ejemplo de lo que debía ser el paraíso celestial.

Ocurrió sin embargo, que al igual que sucedía con todo lo que tocaba, (que inmediatamente se convertían en estiércol), el programa semanal fracasó en su totalidad. El pueblo la siguió repudiando, la siguió reprobando, la siguió calificando como la más corrupta y mentirosa, y la colocó en los últimos lugares de entre los gobernantes del imperio. 

Era de las peores. Y eso nadie podría cambiarlo.

(Continúa…)

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