Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Los coletazos del caudillo

Catón

La novia de Cinicio se inquietó. Al parecer los escarceos que con él tuvo en el Motel Kamawa la habían puesto in the family way, como dicen los norteamericanos. Él la llevó al Cine Coloso. “No te hagas tonto —le reclamó la preocupada chica al evasivo galán—. Te pedí que me llevaras al ginecólogo”… Don Cucurulo era lo que antes se llamaba un viejo verde. Con esa expresión denostosa se calificaba al hombre de muchos años que a pesar de su edad seguía en devaneos de faldas. En una fiesta el lúbrico carcamal conoció a una linda chica. Le preguntó, meloso: “Dígame, amable señorita: ¿le gusta a usted la primavera?”. Ella evocó la encantadora visión de un paisaje vernal lleno de flores coloridas, aves canoras y riachuelos de cristalinas aguas. Respondió: “Sí, señor. La primavera me gusta mucho”. “Qué bueno —se alegró don Cucurulo—. Tengo 80 a su disposición”… De risa loca serían las decisiones de AMLO en materia aeroportuaria si no fuera porque han causado y siguen causando tanto daño a México y a los mexicanos. He aquí que de un aeropuerto militar, Santa Lucía, hizo a gritos y sombrerazos un aeropuerto civil, el Felipe Ángeles, y de un aeropuerto civil, el de la Ciudad de México, hizo un aeropuerto militar al entregarlo a la Secretaría de Marina y al poner su dirección en manos de un marino que sabe de administración lo que yo sé de física cuántica o ingeniería molecular. La caprichosa orden de López de cancelar el aeropuerto de Texcoco privó a nuestro país de un aeropuerto de primer mundo y le dio en su lugar dos de tercero o cuarto. Ahora reduce en forma igualmente autoritaria el número de vuelos en el aeropuerto capitalino, irracional medida sin justificación cuyo evidente fin es obligar a las líneas aéreas a trasladar sus vuelos al aeropuerto que urdió en Santa Lucía, y cuyo fracaso, vaticinado desde el principio por expertos, está de sobra comprobado. Este último ucase del autócrata, el de la reducción de vuelos en el AICM, debe ponernos sobre aviso. La parte final del desgobierno de AMLO será una continua sucesión de órdenes despóticas tendientes a blindar su 4T y a evitar que se dé marcha atrás a su presunta transformación, la cual en su megalomanía considera histórica, semejante a las hechas por Hidalgo (que, dicho sea de paso, no transformó nada), por Juárez y Madero. Cuidado con los últimos coletazos del caudillo. Son más peligrosos aún que los primeros… Dos amigas se casaron el mismo día con sus respectivos novios, y ambas parejas salieron a su luna de miel, cada una por su lado. A la vuelta del viaje nupcial las recién casadas se juntaron a comentar sus experiencias. Narró la primera: “Mi marido manejó todo el día, de modo que cuando llegamos a la habitación del hotel se durmió al segundo”. Relató la otra. “El mío también llegó cansado, pero él se durmió al tercero”. Conocemos muy bien a don Chinguetas: es un marido tarambana que con frecuencia incurre en ligerezas impropias de su estado marital. Ayer mismo su esposa, doña Macalota, regresó de un viaje antes de lo esperado y sorprendió a su casquivano marido entrepernado en el lecho conyugal con una fémina de opulentas formas a la cual de seguro don Chinguetas conocía de antes, pues se notaba familiaridad entre los dos: él le hacía preguntas tales como: “¿De quén chon?” y ella le decía “papasote”, “negro santo” y “cosas lindas”. Al contemplar el pecaminoso trance doña Macalota prorrumpió en pesias contra su infiel consorte. Lo menos que le dijo fue “cabrón”; de ahí p’arriba. Con tono recriminatorio ripostó Chinguetas: “No te entiendo Macalota. Traigo amigos a la casa y te enojas. Traigo amigas y te enojas también”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Ramos Arizpe, Coahuila, es progresista población de laboriosos habitantes. Dueña de noble historia y ricas tradiciones, la ciudad es sede ahora de una pujante industria automotriz que proyecta su nombre a todo el mundo.
La gente de Ramos ha tenido siempre su particular modo de hablar. Ahí se usó por mucho tiempo la palabra “chileta”, que dio origen al apodo de uno de los personajes de la localidad. Enfermó dicho señor, y quedó en su lecho, privado de sentido. Su esposa y sus hijos, juzgando que le había llegado la hora, compraron el ataúd para darle sepultura, el cual pusieron en la alcoba del agonizante. Abrió el señor los ojos, miró el féretro, se enderezó en la cama y exclamó enojado: “¿De modo que hasta el cajón me prepararon ya? ¡Pos ora pura chileta que me muero!”. Recobró la salud el tío Chileta, y vivió muchos años más.
También su propia forma de oír poseen los ramosarizpenses. Cierta señora tenía sirvienta mal hablada. Un día le dijo: “¡Recluta!”, en alusión a su forma de hablar, como soldado de antes. “¡Así me han hecho sus hijos!” —replicó la fámula, que confundió la palabra “recluta” con otra menos militar, pero de igual terminación.
Rindo homenaje a la gente de Ramos Arizpe. Brindaré por ella en “La roca” o “El casinito”, las emblemáticas cantinas del lugar.
¡Hasta mañana!…

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