Tribuna Campeche

Diario Independiente

Siempre hay otros | ¿Pero no que ibas a salir?

Mariano Espinosa Rafful

“Arrastrados por el torbellino de esta época de guerra”.

Sigmund Freud.

Estamos unilateralmente informados, nos rodean las distancias y excesos, las grandes transformaciones no llegan, el futuro se convirtió en presente y nos ha alcanzado a pensantes, a quienes reflexionan, se preocupan y ocupan de las circunstancias y sus métodos cuestionables.
Los aniversarios son como los cumpleaños, inevitables, tanto de festejos como los resguardados en la tristeza y la melancolía por los duelos, pérdidas irreparables de lo humano, lo tangible, lo que llegó a quererse, amarse, en las saludables coincidencias de ser familia sin pretensiones extraordinarias.
Cada fecha en el calendario conlleva historias de vida útil, lejos de los reflectores, en la conformación de congruencia, ahí donde las inteligencias suman armonía y desencanto, porque la imparcialidad es desafortunada y la intensidad de la maldad sobresale en el discurso fácil, sin argumentos.
Tenemos ante nosotros, cada amanecer, como el del pasado miércoles 30 de agosto, de un año impar como 2023, más dudas que certezas, más amarguras lejos de los ruidos de las calles, que derecho a comparaciones con el pasado reciente, vivido hace unos meses.
Nada sucede por casualidad, y las mutaciones de las decisiones son respetables, pero cuestionables en los individuos, no hay suficiente ni difícil, que sostener ante una sociedad beligerante, en todos los sentidos, porque provocamos, ofendemos, insultamos, sin la verdad, en esa simulación de elementos carentes de realidad.
En el penúltimo peldaño de lo profesional, fuimos tan atrevidos que intentamos besar el cielo con los ojos cerrados, y nos creímos con posibilidades de transitar en destinos premonitorios, pero nos despertó de manera brusca un amanecer, ese que está latente, al asecho de lo posible, con conductas inexplicables de desaparecer sin derecho de audiencia.
Todos los mortales nos vamos a ir en algún momento, en las fatalidades de las tendencias naturales de la reproducción de la especie, nacemos para vivir, vivimos para satisfacernos en lo posible, además con actitud ante lo grotesco, lo negativo, no lo perpetuo del olvido, en las imposiciones de un solo lado.
Festejamos más con castigos que con recompensas, asustados por el escaso descanso del cuerpo y el trabajo constante de la mente, desde la revelación del cansancio, hasta la facilidad de explicación lo alarmante de las ausencias prolongadas y los silencios casi interminables del instinto.
Hay fechas que nos marcan y por supuesto se enmarcan en el calendario útil, el miércoles fue una de ellas, con dedicatoria a retomar el camino de la experiencia, la suma de esfuerzos, desde la temprana aparición, sin comparaciones, sin sentimiento de culpabilidad y dispuestos a un segundo intento.
Los inconvenientes pueden acudir presurosos, posponer no es saludable con las notables diferencias de edades, en los impulsos instintivos, sin consecuencias por ahora.
Otoñal aceptación de lo abstracto ante lo intangible de las respuestas casi en monosílabos, que nos limitan en la intolerable creatividad.
Pertenecemos a mundos y espacios distintos, con el estudio del gusto latente, hasta el placer de vivir cada instante al máximo, sin obediencias impuestas.
El paraíso no existe, salirse de una pretenciosa zona de confort es parte del camino, no causar malestar, pero tampoco proporcionar satisfactores.
Zona oculta del pensamiento, la violencia y la paz ante lo imposible, las atracciones naturales, el discurso de convencimiento, planes y proyectos que están siempre, al asecho, para complacer a los influyentes ojos, porque desde la primera mirada se conoce, en la selección natural, el placer de la propuesta, el encanto y la seducción. Por tanto, festejemos, que estamos de aniversario.

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