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Alejandro Echegaray

Embargado por la nostalgia, el Presidente de México, se aprestó a leer su Quinto Informe de Gobierno. Se avecina el otoño y el ocaso de su carrera política.
Sabe que en la finca nadie le hará mucho caso. Sabe también que la doctora se siente profundamente lastimada por el proceso, posiblemente innecesario, al que ha sido sometida. Su candidatura ha sido puesta en riesgo y su legitimidad frente a los electores fuertemente trastocada. También sabe que a los chocolates Rocío tampoco se les augura un futuro promisorio.
Quien llegue —y como seguro de desempleo— los investigará y mantendrá a raya. En este escenario, el completo ostracismo social y político no suena descabellado.
Quien llegue no sólo encontrará que las arcas públicas han sido fuertemente mermadas. El aumento del gasto para construir clientelas electorales, la ampliación irresponsable del programa de apoyos para adultos mayores, los subsidios a las gasolinas, el rescate de Pemex y Comisión Federal de Electricidad, el incremento en la deuda pública, el declive en la productividad, el gasto en elefantes blancos y la demolición del sistema de salud complicarán el inicio de la próxima Administración.
En sólo cinco años han logrado culminar el destino de todo Gobierno populista: quebrar las finanzas públicas nacionales.
Habrá dos condiciones muy difíciles de revertir: la transferencia de recursos a grupos clientelares y al Ejército.
Averbuch y Millan se preguntan en un editorial de Bloomberg si a la que sigue la amarán tanto como a Andrés Manuel López Obrador. Si continúa el gasto en clientelas, la respuesta es: sí. ¿Es esto viable? No.
Los acólitos presidenciales no evalúan al Presidente como a un político tradicional, sino como a un redentor: un mesías que lucha por resarcir el daño que los poderosos han infligido sobre los marginados y desprotegidos por décadas. También influye en la aprobación el reordenamiento del gasto social y las transferencias en efectivo que reciben las familias vía el programa de apoyo para los adultos mayores.
Las personas de la tercera edad reciben cuatro mil 800 pesos bimestrales, con un presupuesto superior a los 339 mil millones de pesos al año.
De acuerdo al Instituto Mexicano de la Competividad (IMCO), el promedio de gasto social en el sexenio de Peña Nieto fue de 711 mil millones de pesos, mientras que el promedio de gasto social en los primeros cinco años de esta Administración ascendió a 753 mil millones de pesos. Un aumento en términos reales de sólo seis por ciento.
Visto de otra manera: en 2013 se fondearon 198 programas, mientras que en 2022 y 2023, los programas se redujeron a 65.
El programa de Pensión para adultos mayores representa 39 por ciento del gasto social total. ¿Cómo puede la oposición enfrentar esto?
Los candidatos del Frente —si quieren tener éxito electoral— deberán centrar su mensaje en la tarea más desatendida por esta Administración: la inseguridad. Habrá que conectar con el electorado que percibe y es afectado por el quebranto de la economía nacional, y sobre todo por los malos resultados del ejercicio de Gobierno.

@aechegaray1

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