Tras manifestar su apoyo a bendición de parejas LGBT
CIUDAD DEL VATICANO, (Agencias).— El papa Francisco dijo que la Iglesia Católica necesita ser reconstruida para que sea un lugar de acogida para “todos, todos, todos”, al inaugurar una reunión decisiva sobre el futuro de la Iglesia, que ha despertado esperanza entre los progresistas y alarma en los conservadores.
Francisco presidió una misa solemne en la Plaza de San Pedro para inaugurar formalmente la reunión. Pero advirtió a ambos bandos en las guerras culturales de la Iglesia que hicieran a un lado sus “estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas”, y dejaran que el Espíritu Santo guiara el debate.
“No estamos aquí para crear un Parlamento, sino para caminar juntos con la mirada de Jesús”, significó.
Pocas veces en los últimos tiempos una reunión vaticana ha generado tanta esperanza, expectación y temor, como este encuentro a puerta cerrada de tres semanas, conocido como sínodo.
No tomará ninguna decisión vinculante, y es sólo la primera sesión de un proceso de dos años. Sin embargo, ha trazado una línea de batalla aguda en la perenne división izquierda-derecha de la Iglesia, y marca un momento decisivo para Francisco y su agenda de reformas.
En la mesa están los llamamientos a tomar medidas concretas para elevar a más mujeres a puestos de toma de decisiones en la Iglesia, incluidos los diáconos, y para que los fieles católicos de a pie tengan más voz en el Gobierno de la Iglesia.
También están estudiando formas de acoger mejor a los católicos LGBTQ+ y a otros marginados por la Iglesia, así como nuevas medidas de rendición de cuentas para comprobar cómo ejercen su autoridad los obispos y evitar abusos.
Incluso antes de empezar, la reunión fue histórica porque Francisco decidió que las mujeres y los laicos votaran junto a los obispos en cualquier documento final que se elaborara.
Aunque menos de una cuarta parte de los 365 miembros con derecho a voto no son obispos, la reforma supone un cambio radical respecto a un Sínodo de Obispos centrado en la jerarquía, y evidencia la creencia de Francisco de que la Iglesia se preocupa más por su rebaño que por sus pastores.
La misa de apertura y la disposición de los asientos lo dejaron claro: los participantes laicos encabezaron la procesión en la Plaza de San Pedro, seguidos por los clérigos investidos, sugiriendo su primacía de lugar.
En el auditorio del sínodo, los laicos se sentaron en mesas redondas junto a cardenales y obispos, en lugar de en la última fila de la Sala de Audiencias de El Vaticano, como en sínodos anteriores.
En su homilía, Francisco recordó que su tocayo, San Francisco de Asís, cuya fiesta se celebra este miércoles, también se enfrentó a divisiones y tensiones en su vida, y respondió con la oración, la caridad, la humildad y la unidad cuando le dijeron: “Ve y reconstruye mi Iglesia”.
“¡Hagamos nosotros lo mismo!” indicó Francisco. “Y si el pueblo santo de Dios con sus pastores de todo el mundo tiene expectativas, esperanzas e incluso algunos temores sobre el sínodo que estamos comenzando, sigamos recordando que no es una reunión política, sino una convocatoria en el espíritu; no un parlamento polarizado, sino un lugar de gracia y comunión”.
Repitió ese tema durante la primera sesión de trabajo del sínodo, y estableció las reglas básicas para los participantes, confirmando un bloqueo mediático de la reunión. Francisco pidió un “ayuno de la palabra pública” para permitir un debate libre sin el resplandor o las presiones de la cobertura mediática.
“Más que hablar, la prioridad es escuchar”, señaló.
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