La encuesta más reciente de Consultora Mitofsky ubica a la corrupta y negligente gobernadora de Campeche, Layda Elena Sansores San Román, en la posición número 28 del ranking de mandatarios estatales evaluados, a sólo cuatro lugares del sótano, y con descenso continuo y permanente en cuanto a aprobación ciudadana.
No hay que recurrir a sesudos análisis para explicarnos esta situación. Basta con reiterar que los campechanos se sienten profundamente decepcionados de su gobernadora porque no la ven trabajar, y por consecuencia, no hay resultados; porque no informa el destino de más de 75 mil millones de pesos ejercidos en tres años y porque no hay obra pública ni programas sociales que justifiquen ese multimillonario gasto.
A la inepta y caprichosa gobernadora Layda Sansores se le ha cuestionado sobre el manejo de los recursos, y evita referirse, pues no tiene a la mano alguna respuesta que valga la justificación. Ello lleva a la creíble sospecha de malos manejos, desvíos a otros fines o destinados a la hacienda personal o familiar.
En la Comisión de Transparencia y Acceso a la Información Pública (Cotaipec) no hay respaldo a las solicitudes ciudadanas sobre ese importantísimo tema, y la Auditoría Superior del Estado de Campeche (Asecam) no revisa el gasto presupuestal de la Oficina de la Gobernadora, por lo que vivimos en la más absoluta opacidad. ¿Dónde está el no robar y no mentir de la trilogía promocional del morenismo?
Que la veleidosa Layda Sansores inicie su cuarto año de Gobierno en una vergonzosa posición, comparada con el resto de los gobernadores del país, confirma que lo que de ella dicen sus jilguerillos y aplaudidores a sueldo, de que es “la mejor gobernadora de la historia”, no es más que absurda pantalla para tratar de ocultar la preocupante falta de resultados.
El progresivo rechazo popular hacia la veterana mandataria se refleja no sólo en el 46.4 de calificación que recibió, pues un mes antes, es decir, en julio, obtuvo 49.5, lo que evidencia que sigue en indetenible caída, y que más pronto de lo imaginable quedará en el fondo del abismo. Y a ella no le preocupa lo que se piense de su Gobierno. Ha confesado recientemente que no buscó la gubernatura, sino que atendió a los deseos de su mesías Andrés Manuel López Obrador. Una mentira más. Años le llevó soñar con gobernar a los campechanos, pese a que la mayor parte de su vida la ha pasado en la Ciudad de México y en dos ocasiones fracasó en su intención.
Pero comparemos. Qué diferencia respecto de su ídolo, gurú y guía, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, que concluyó su mandato con 70 por ciento de respaldo ciudadano. Si tanto dice la senecta mandataria campechana que lo admira, debería preocuparse más por convencer a los ciudadanos que está trabajando y que próximamente va dar resultados.
Lamentablemente no hay nada en el horizonte que nos anticipe que la inepta mandataria empezará a corregir el rumbo, que se dedicará a trabajar y que atenderá las demandas ciudadanas, para poder ver resultados.
Si bien es cierto que hay obras en proceso —el Tren Ligero, la última etapa del Tren Maya, la rehabilitación de algunas carreteras federales, que avanzan con espantosa y criminal lentitud, por citar algo— debemos recordarle que se trata de acciones financiadas al 100 por ciento con recursos federales, por lo que podemos afirmar con absoluta certeza, que ella no tuvo nada que ver en todo esto, y tampoco está aportando un peso del multimillonario presupuesto de que dispone.
Debería la arbitraria gobernadora revisar las acciones que ha desarrollado en estos tres años, para encontrar la causa de que el pueblo la repudie tanto. Nosotros lo tenemos muy claro, pero seguramente que a ella sus asesores, sirvientes y porristas le pintan otra realidad. Claro, y los recursos para pagarles salen de los impuestos de todos los campechanos.
A lo mejor su estrategia de entregarle Campeche a los foráneos, y hasta reformar las leyes para otorgarles a ellos la Fiscalía General y las posiciones de magistrados en el Tribunal Superior de Justicia, no colaboren para mejorar la imagen de la senecta. Y queda claro que así es. Nadie está dispuesta a aceptar de buena gana la conquista o la imposición.
Su actitud soberbia y arbitraria en el conflicto con los policías, y su inexplicable proteccionismo hacia la corrupta, negligente, cínica e inepta Marcela Muñoz Martínez, le cobra la factura. Por eso el pueblo le demuestra su repudio en las encuestas. Y contribuye a esa apreciación su folclórico, insulso y aburrido “Martes del Jaguar”, en donde ventila sus odios, rencores y frustraciones personales y carga violentamente contra sus adversarios. Por eso no tiene la simpatía ciudadana, y por eso la juzgan con dureza y le manifiestan su abierto rechazo.
Hay muchas, muchísimas razones más, que deberían llevar a la reflexión a la ineficiente y vengativa gobernadora, sobre el porqué del creciente repudio ciudadano.
Quizá su soberbia no le permita reconocer sus errores, cagazones y tropiezos, pero al menos esperamos que las evaluaciones mensuales de Mitofsky y otras empresas encuestadoras la centren en la realidad y le abran los ojos para entender que los halagos, las porras y los aplausos alquilados, no le han ayudado en absolutamente nada, y por el contrario, están a punto de colocarle en el último lugar en la evaluación de desempeño de los gobernadores del país.
Si a ella no le interesa ganarse el respeto de los campechanos, si no le importa que sus bonos sigan cayendo y que su figura sea la más repudiada, pues allá ella y sus convicciones, pero que entienda que por su pésimo desempeño nos está arrastrando al rezago, al nulo crecimiento y a continuar como el peor Estado en desarrollo. Y si ya no quiere seguir al mando, que renuncie y se regrese al sitio de donde partió hasta llegar a Campeche.
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