Tribuna Campeche

Diario Independiente

Renuevan votos más de 80 curas en Misa Crismal

Con la renovación de votos de más de 80 sacerdotes de la Diócesis de Campeche, que ingresaron a la Catedral en procesión para la bendición de los Santos Óleos, se realizó la Misa Crismal encabezada por el obispo José Francisco González González.


Enfatizó que los curas y encargados de las 70 comunidades parroquiales llegaron para llevarse los Santos Óleos que ungirán a enfermos, bautizados y confirmados, para configurarlos por el buen olor del Crisma a Cristo, también a algún diácono que sean ordenado sacerdote y a catecúmenos para que reciban el óleo de la fortaleza.


“En la Diócesis estamos a la mitad del Año de la Eucaristía, que nos hace revalorar el gran regalo de Dios, el sacramento que nos ha dado la iglesia y que se celebra hoy de manera adelantada: el de la Eucaristía, el amor a Dios y el sacerdocio, por eso en este día se renuevan las promesas sacerdotales emitidas el día de la ordenación”.


Tras recordar a los religiosos fallecidos, el obispo mencionó que el sacerdocio ministerial y el de los fieles tienen su raíz en el bautismo, que es donde nace la congregación a Dios.


“El nuevo modelo sacerdotal rompe con el tipo presentado en el Antiguo Testamento, si con Cristo comienza algo nuevo que supone la ruptura y discontinuidad al sacerdocio ritual, esta novedad tiene que reflejarse también en los ministros del Nuevo Testamento”.


González González destacó que el sacerdocio es un don divino y les toca despojarlo de todo lo que le impida mostrar su esplendor, porque es el bien más valioso de la Iglesia y debe irradiar al mundo otra luz y la santidad de Dios.


En el presbiterio bendijeron tres urnas, la primera contenía el óleo de los enfermos, que es utilizado para los aquejados por dolencias físicas o de quienes sienten la debilidad propia de su edad avanzada; la segunda, el de los catecúmenos, para fortalecer y preparar al que será ante las exigencias de la fe, y protegerlo contra las insidias del maligno.


La última corresponde al Santo Crisma, que representa la dignidad de cada hijo de Dios. Se signa a los recién bautizados, y por él se unen las manos de los presbíteros, la cabeza de los obispos y las iglesias en sus altares y dedicación.

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