Tribuna Campeche

Diario Independiente

Siete presidentes | Impunidad y complicidad

Sergio Aguayo Quezada

A la memoria de la inolvidable Montse Galí Boadella.

Cifras matan triunfalismo. En 2012 el 59 por ciento de la población calificaba a la inseguridad como el problema principal, en 2018 era un 55 y en agosto pasado llegó a un 67 por ciento (las tres encuestas son de Reforma).
Tengo décadas estudiando la violencia política y criminal en la región. En el caso de México el fenómeno se manifestó públicamente durante el sexenio de Miguel de la Madrid (el detonante fue el asesinato de un agente de la DEA en 1985). El poderío de los grupos criminales no ha parado de crecer desde entonces. Esa experiencia me ha dejado tres generalizaciones que comparto el día de hoy.
Cada presidente hace lo que quiere y por eso nunca ha habido una política de Estado que trascienda sexenios. Llegan convencidos de poder derrotar a los malos. Fracasan porque sus propuestas han carecido de integralidad y porque no supieron coordinar a las instituciones federales competentes (analizamos 90). Cuando llega el sucesor, reacomoda las instituciones rompiendo la continuidad de las políticas de Estado; una constante es que todos han incrementado el poder de las Fuerzas Armadas.
Los presidentes tuvieron casos con los cuales se hubieran podido romper los pactos de impunidad y complicidad entre criminales, funcionarios y empresarios; pero ninguno se atrevió. El personaje que mejor lo encarna es Manuel Bartlett, quien como secretario de Gobernación protegió a la DFS y la DGIPS, dos instituciones cómplices del Cártel de Guadalajara, y ahora es hombre de confianza del Presidente.
El Legislativo se fue al extremo opuesto y optó por el empequeñecimiento. Son inofensivos soldados de hojalata incapaces de investigar al Presidente, a los militares o a los policías federales. El último ejemplo de comisiones inocuas es la Bicameral de Seguridad Nacional instalada en febrero de 2019. Con mayoría de Morena programó siete reuniones. Tres se cancelaron y sólo cuatro se realizaron. ¡Cuatro para un país en guerra! El Presidente presume de tener una reunión de gabinete de seguridad cada mañana, y ellos se han reunido para evaluarlos menos de una vez por año.
El tercer protagonista ha sido la sociedad. Durante el último medio siglo ha crecido exponencialmente la participación de familiares de víctimas, periodistas, empresarios, académicos, religiosos y activistas de la sociedad civil. Desde sus respectivas agendas han hecho propuestas, vigilado dependencias y creado barreras de contención a la barbarie criminal. Siempre han encontrado funcionarios dispuestos a escucharlos y a tomar en cuenta sus sugerencias y denuncias. Cuando se han logrado sinergias entre sociedad y Gobierno ha mejorado la seguridad ciudadana, como en la Coahuila priísta y la capital morenista.
Cuando le resta un año al séptimo presidente, la criminalidad exhibe su poderío por todo el país, mientras la sociedad paga con vidas, patrimonio y miedo los fracasos del Ejecutivo y la ausencia del Legislativo. ¿Será diferente con una mujer en la Presidencia? Es posible. Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez han demostrado su disposición a impulsar políticas integrales y a tener en cuenta las peticiones de la sociedad organizada.
Cometeríamos un error si dejamos la seguridad en manos de la próxima presidenta. Es un momento propicio para que la sociedad formule una agenda mínima que asuman las dos candidatas. Unámonos en torno a un México seguro.
Renglón aparte merece la composición del Legislativo. En aras de la seguridad, los partidos deben limitar su apetito por las cuotas. Es urgente que incorporen a sus listas a un núcleo sólido de personas conocedoras y decididas a romper los nefastos pactos de impunidad.
Las tareas son muy claras: renovar la estrategia, preservar las instituciones y políticas que sí han funcionado, reducir la discrecionalidad presidencial, incrementar la participación del Legislativo e incorporar a la ciudadanía. Las dos terceras partes de la población esperamos el fin del triunfalismo discursivo que enmascara políticas fallidas. Rollos no, hechos sí.

Nota. En esta columna respeté el dictamen de las encuestas que de manera consistente favorecen a Claudia Sheinbaum. Si Morena opta por un varón, no se alteran las tesis centrales aquí expuestas.

@sergioaguayo
Colaboró Jorge Araujo.

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