Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Coincidencia

Catón

El marido llegó a su casa a las 9 de la mañana después de haberse corrido una parranda de órdago con sus amigos. Él y su esposa dormían en habitaciones separadas, de modo que le pidió en voz baja a la mucama: “Desarregla las sábanas de mi cama, para que mi esposa crea que pasé aquí la noche”. “¡Qué coincidencia! —dijo la muchacha—. ¡Su señora llegó a las 8 de la mañana, y me pidió lo mismo!”… Desde el antepasado siglo mi ciudad, Saltillo, ha tenido fama de centro de cultura. Ese prestigio se debe principalmente a sus dos más ilustres instituciones educativas: el glorioso Ateneo Fuente y la Benemérita y Centenaria Escuela Normal, cuyos edificios bien merecen ser llamados majestuosos. El actual alcalde saltillense, ingeniero José María Fraustro Siller, quien fue excelente rector de la Universidad Autónoma de Coahuila, ha dado particular impulso a las actividades culturales. En la persona de una talentosa dama, Leticia Rodarte Rangel, tiene una eficiente colaboradora que en poco tiempo ha llevado a cabo una labor cuyos numerosos buenos frutos han fortalecido la cultura local. Recientemente el alcalde hizo publicar un libro que coordinó el ateneísta Ricardo Álvarez García, funcionario de excepcionales cualidades —ya dije que es ateneísta—, libro en el cual se recogen las bellezas naturales del extenso Municipio de Saltillo, y las creadas por el hombre. A mi familia y a mí nos enorgulleció que entre los atractivos de Saltillo se incluyera en ese libro nuestra ancestral morada. Dice la presentación: “Esta tradicional casa saltillense se ubica en pleno corazón de la ciudad, en la que fue calle de Santiago, esquina con callejón del Caracol. Su construcción empezó en la década de 1860, y fue habitada por don Mariano Fuentes Narro y sus descendientes, entre los cuales se encuentra Armando Fuentes Aguirre. En la actualidad aloja la Casa-Museo de Catón, donde en cada una de sus habitaciones se encuentran muebles y objetos personales de sus antiguos moradores. Se accede a ella a través de un zaguán repleto de macetas que nos conduce al patio central, ajardinado, en torno del cual se desarrolla la planta arquitectónica: sala, alcobas, un comedor para familia numerosa, la cocina al fondo y un segundo zaguán que antes llevaba al traspatio, corral y huerta, como toda casa señorial que se digne serlo. Dichas áreas ahora las ocupan las instalaciones de la emisora cultural Radio Concierto”. Mi amada eterna, mis hijos y yo hemos cuidado con esmero esa preciosa casa, que los saltillenses consideran parte de su patrimonio. Continuamente llegan a ella visitantes nacionales y extranjeros, lo mismo que niños y jóvenes de las escuelas. Ahí se originan las ondas radiales de nuestra difusora, cuya programación se escucha en todas partes gracias a la magia de la Internet. Recibimos mensajes de felicitación de gente que nos oye en múltiples países. Mis cuatro lectores pueden escucharla en www.radioconcierto.org.mx. Reciban Chema Fraustro, Lety Rodarte y Ricardo Álvarez mi agradecimiento y el de mi familia por hacer que la casa de mis antepasados sea considerada, en ese bello catálogo cultural, la Casa de Saltillo. El padre Arsilio iba en un autobús de pasajeros. El asiento de al lado lo ocupaba una bella chica de buenas prendas personales. Cada vez que el vehículo daba vuelta hacia un lado el buen sacerdote se inclinaba por la inercia sobre la muchacha, y sentía su grata cercanía. Inquieto, murmuraba para sí: “No nos dejes caer en la tentación”. Poco después el autobús giraba hacia el otro lado, y entonces era la muchacha la que caía el sobre señor cura. Suspiraba entonces don Arsilio: “Hágase, Señor, tu voluntad”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Esta fotografía muestra al niño Pablo de la Peña y Peña cuando tenía un año y medio de edad.
El pequeño parece estar dormido. Tiene los ojos cerrados y muestra una vaga sonrisa, como si estuviera soñando un lindo sueño. Pero no está dormido. Está muerto. El sueño que está soñando es el de la eternidad.
Murió por causa de la tos ferina. La vida se le acabó en brazos de su madre, que lo arrullaba entre sus lágrimas. El cuerpecito se fue enfriando en su regazo, hasta que el esposo lo tomó para entregarlo a las mujeres de la casa. Ellas lo vistieron de angelito y le pusieron una corona de flores. Fue así como lo retrató el fotógrafo.
Por la noche hubo música en lugar de rezos. No había lugar para la tristeza: el inocente estaba ya en el Cielo; había que alegrarse. La madre, sin embargo, no se alegraba. Ella habría preferido mil veces que el niño estuviera con ella, y no con Dios. Pensaba sin quitar la vista de su hijito: “¿Quién entiende a Dios?”.
¡Hasta mañana!…

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