Mariano Espinosa Rafful
Todos tenemos dos elecciones: estar llenos de miedo o llenos de amor.
Anónimo.
Vamos en el transitar de la vida rutinaria los ciudadanos, conscientes de nuestra realidad, particularmente en México, sorteando cada tres y seis años una larga lista de elecciones a lo largo y ancho del país, porque no existe un calendario acorde, para conciliar tiempos.
Las cámaras de Diputados y de Senadores son espacios con enormes pendientes que “trabajan” sólo en agenda desde el Ejecutivo Federal, y con los temas que pueden incidir a favor o en contra de grupos de poder político o económico, eso está muy claro.
Hoy, a 11 meses de la gran elección presidencial en el país, sin favoritos de uno y otro bando, contabilizando a Morena y sus aliados, el PT y el Verde, así como a la alianza de PAN, PRI y PRD, dejando fuera por ahora a Movimiento Ciudadano, marginal éste sistema político pero actuando por omisión a favor como en el Estado de México en el pasado proceso electoral.
Estamos inmersos en problemáticas distintas los mexicanos de a pie, esa clase media rezagada, relegada, marginal a las soluciones de forma o de fondo, que asumen los gobiernos, sean del partido político que usted ponga de ejemplo, lo vivimos con los priístas, panistas y ahora morenistas.
Destacan las tres o cuatro grandes obras de infraestructura del actual Gobierno Federal, privilegiando al Ejército en el diseño, planeación y ejecución de éstas, y al término la administración, lo cual nos envía señales preocupantes a la sociedad civil en general.
También la educación atraviesa un proceso de cambio sexenio tras sexenio, de acorde con políticas públicas partidistas, que si bien son un revulsivo, no dan respuestas de fondo a un proceso de desarrollo que nos garantice mejores profesionales en todos los campos del conocimiento.
El talento está, nos queda muy claro, exportamos científicos, contamos con campeones en todas las áreas de las ciencias exactas, desde la educación básica, pero no hay una gran reforma que nos permita visualizar un panorama diferente a corto plazo, con resultados sobresalientes.
Millones de mexicanos están en la incertidumbre laboral, en el subempleo, ambulantes que corren ante operativos que no tienen un sustento en la legalidad, mientras los partidos políticos se disputan, con tiempos y métodos poco claros y al margen de un Instituto Electoral medroso, procesos que ocultan de alguna manera lo fundamental: la inseguridad que vivimos.
No existe plan de acción, menos de reacción, la agenda la impone el presidente López Obrador, a favor o en contra, con una clara estrategia de medios, excluye lo álgido o lo aborda para la polémica, necesaria en la crispación para magnificar lo pequeño y minimizar las notas sobresalientes, como el asesinato reciente en Michoacán, más de mil tiros e incendio de vehículos, bloqueos en Sinaloa y más de lo mismo en Guerrero, Chiapas y Guanajuato.
Traemos más de un México desde hace décadas, ese que se resiste a morir en el intento de cambio, y otro que recibe limosas raquíticas por un voto que empodera a políticos de ocasión, y cada seis años el circulo vicioso se repite.
Están rebasados los partidos políticos, los dirigentes mutan entre ellos, cual trapecio de circo con pistas multicolores. Simulan, acuerdan, se benefician y sólo el enemigo es el abstencionismo para cambiar de bando cada proceso.
Debemos involucrarnos más en las temáticas para las próximas generaciones, distantes del poder, de definiciones que nos provocan crisis, con la escalada de precios y la inflación, lo cual estaremos abordando en estos espacios de atención, con total libertad.
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