Catón
—”¡Fundamento!”. Eso nos demandaba con voz imperativa don Antonio Guerra y Castellanos a sus alumnos de Derecho Procesal Civil cuando hacíamos alguna afirmación en su clase. Debíamos entonces citar el correspondiente artículo del Código de Procedimientos, o el párrafo de los libros de Calamandrei o Chiovenda. Maestro extraordinario era él. Dio forma al testamento de Carranza —murió en una pobreza digna el prócer, nos decía—, y ocupó elevados cargos en la magistratura coahuilense. En sus años de mocedad, empero, gustó de la farándula, como en aquella época se llamaba al teatro, y cómicos y cómicas a los actores y actrices. Por algún tiempo la hizo de ricardito, nombre genérico con el cual era conocido el mozo que por la propina hacía los mandados en las carpas y otros centros de espectáculos. “Ricardito, tráeme un café”. “Ricardito, pídeme un coche”. “Ricardito, ve a decirle al señor del palco 2 que hoy no podré irme con él al final de la función”. Magistrado del Tribunal Superior de Justicia en el Estado me confió un día don Antonio: “Entonces yo era más feliz que ahora”. No lo dudo: nadie le pedía fundamento, y a nadie tenía él que demandárselo. Me sirve este recuerdo para fundar mi convicción en el sentido de que generalmente los dichos y hechos de López Obrador carecen de fundamento. No lo tuvo ayer la arbitraria cancelación del aeropuerto de Texcoco; no lo tienen ahora sus costosas obras de dudosa utilidad; carecen de él los facciosos y sectarios textos con los cuales los protegidos de su círculo cercano pretenden imbuir en los niños y jóvenes de México dogmas obsoletos y doctrinas cuya aplicación busca anular la voluntad individual, y por tanto la libertad de la persona, para imponer en su lugar un colectivismo estatista y masificador. En apuros se verían los autores de esos mamotretos si tuvieran que justificar sus contenidos ante maestros con experiencia, padres y madres de familia conscientes y académicos críticos. Inútil, sin embargo, es pedir a López y familia que lo acompaña que fundamenten sus acciones. Semejante a Zeus en el Olimpo, el tabasqueño hace y deshace, más lo segundo que lo primero, y fulmina rayos sobre sus adversarios, en tanto que los ricarditos que lo rodean —los Taibo II, los Gatell, los Marx Arriaga— destruyen lo que tomó años construir, haiga sido como haiga sido, si me es permitido usar ese aticismo clásico. Vivimos, no cabe duda, un mal sueño político. Y para colmo hace un calor de la jodida, si se me permite emplear esa otra expresión ática… “Dime, Cliseria —interrogó el marido a su mujer—. Ahora que hacíamos el amor ¿pensabas en otro hombre?”. Confesó ella: “Sí. Pero no está en la ciudad”… Un conejito y una conejita fueron llevados a un laboratorio de investigación científica. Se trataba de ver los efectos de la mariguana en animales. Terminado el experimento los soltaron en el campo. Días después le dijo la conejita al conejito: “Te noto inquieto”. Respondió él: “Es que me hace falta un toque”… Un pequeño señor se plantó en medio de la cantina y preguntó en voz alta: “¿Quién aquí se cree muy gallo?”. Al punto un grandulón se levantó de su mesa y profirió amenazante: “Yo mero”. Le dijo el chaparrito: “Mañana debo tomar un vuelo a las 7 AM. Le voy a dar mi número de celular, para que me cante a las 5”… Don Algón, salaz ejecutivo, estaba cenando con una chica de buenos atributos corporales pero de poco mundo. Le preguntó, obsequioso: “Dime, linda: al terminar la cena ¿te gustaría un expreso?”: Respondió ella: “Sinceramente, señor, no me gusta hacerlo de prisa”. FIN.
Mirador
Armando Fuentes Aguirre
La verdad, la verdad, la verdad es que las águilas sirven principalmente para decorar escudos y banderas.
Su utilidad en otros campos es muy relativa, y bien podrían ser sustituidas por halcones o simples gavilanes.
Las gallinas, en cambio, prestan grandes servicios a la humanidad. Sin ellas no comeríamos huevos ni pollo. Imposible imaginar la vida sin esos alimentos. Tendríamos que olvidarnos de los huevos rancheros y del pollo Kentucky.
Y sin embargo el águila es objeto de grandes ditirambos. Del hombre listo se dice que es muy águila. Al que ve muy bien se le atribuye vista de águila.
En cambio las gallinas no tienen buen cartel. Al cobarde o medroso se le llama “gallina”.
Sugiero que pidamos una disculpa a las gallinas, no sea que alguna vez se cansen de la injusticia de que son objeto y se pongan en huelga, con lo que nos dejarían sin los beneficios que nos proporcionan.
Tengamos valor para pedir esa disculpa. No seamos gallinas.
¡Hasta mañana!…
Más historias
Muerde a los de casa
CALAVERITA: MIENTE, INSULTA Y SOBAJA
EN LAS TRIPAS DEL JAGUAR: 22 NOVIEMBRE 2024