Tribuna Campeche

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El sexenio comienza este viernes | Candidaturas de Morena

Jorge Zepeda Patterson

Los números ya están, las consecuencias políticas siguen debatiéndose. Dentro de unas horas, este viernes, se darán a conocer las candidaturas de Morena de las nueve entidades federativas que estarán en disputa en junio próximo. El anuncio revelará muchas cosas sobre el sexenio que nos espera. De entrada, el nombre de la persona que muy probablemente gobernará la capital, algo que en automático se convierte en una precandidatura para la Presidencia en 2030. Así de claro, así de trascendente.
Se dice que ser alcalde de la Ciudad de México no asegura nada; con el PRI y el PAN los que pasaron por allí nunca llegaron a Los Pinos. Pero en cambio con los Gobiernos de izquierda se ha transformado en un requisito: la lista de los candidatos oficiales del PRD y ahora de Morena en los últimos treinta años lo dice todo: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum; incluso el principal contendiente, Marcelo Ebrard, también ha sido jefe de Gobierno de la capital.
Podría argumentarse que esto es cosa del pasado, porque el movimiento carecía de Gobiernos en otras entidades o de un gabinete federal que sirvieran como pasarela para crear candidatos fuertes, y que esto habría cambiado durante el sexenio. Quizá. Pero los antecedentes están allí y podemos dar por sentado que, sea Omar García Harfuch o Clara Brugada quien se quede con el puesto, habrá intereses políticos y económicos que, desde el primer día, comenzarán a apostar a futuros en el mercado político de valores.
De allí la importancia de lo que se dará a conocer esta semana: la primera gran decisión política del próximo sexenio, insisto. López Obrador, Claudia Sheinbaum y la dirigencia nacional de Morena lo saben. Pero también entienden que el éxito o el fracaso del futuro de la 4T se juega en momentos decisivos como este.
En este caso, me parece, los números mandan. Por formación, orígenes y trayectoria López Obrador y Claudia Sheinbaum son muy diferentes, pero ambos tienen facilidad para retener y procesar cifras y creen en la naturaleza legitimadora de las encuestas. Si Omar Harfuch venció a Clara Brugada por márgenes cercanos o superiores a 10 puntos en la intención de voto, la suerte está echada. Por más que se afirme que ambos pueden ganar la capital, en la dirigencia de Morena siempre existirá una duda, considerando la desagradable sorpresa que se llevaron en 2021. Si esos 10 puntos garantizan un triunfo incontrovertible difícilmente cambiarán al ganador, paridad de género o no. Claudia Sheinbaum está convencida, y con razón, de que si llega a perder la Ciudad de México su sexenio arrancaría políticamente mutilado.
Es comprensible la incomodidad de muchos militantes de izquierda que desconfían de Harfuch, exjefe de la Policía y sin trayectoria dentro del obradorismo, particularmente porque su alternativa, Clara Brugada, constituye un cuadro probado y formado en el movimiento. Una crítica que no deja indiferentes a quienes tomarán la decisión, pero que a la vez se sienten responsables de contemplar otros criterios y urgencias. Para la 4T la necesidad del día es asegurar un arranque sólido para la presidencia de Claudia Sheinbaum. Un tema fundamental, porque los factores de poder intentarán un reacomodo a su favor interpretando que el líder del movimiento ya no está en Palacio.
Si Harfuch asegura un triunfo holgado y propicia un acercamiento a las clases medias perdidas en la última votación de Morena en la capital, el asunto de la falta de identidad ideológica se convierte en un problema de mediano plazo. Un problema que, en su momento y en caso de necesitarse, podría tener soluciones: desde moverlo al gabinete federal (como se hizo con Adán Augusto López, quien era gobernador de Tabasco), hasta aplicarle consulta de ratificación de mandato y asegurar que su Asamblea o Congreso local quede en manos del partido y no del titular de Gobierno.
Lo cierto es que, por lo menos al arranque, Sheinbaum se sentiría cómoda gobernando desde Palacio con un exmiembro de su gabinete a cargo de la capital, alguien a quien considera parte de su equipo. Lo demás se vería sobre la marcha.
Ahora bien, si los resultados de la encuesta, que Morena ya tiene en sus manos, arrojan una diferencia de tres puntos o menos entre Harfuch y Brugada, la polémica cambia sustancialmente. La argumentación de la izquierda adquiere mucho más peso. Frente a perspectivas electorales similares, los militantes están en todo su derecho de pedir a un cuadro probado en las banderas históricas del movimiento.
Una lógica obvia en la vida interna de cualquier partido. Si no hubiese la exigencia de la paridad de género, el tema sería académico: gana quien quede arriba en las encuestas, así sea por un punto. Pero teniendo que sacrificar a dos o tres ganadores hombres en las nueve entidades en disputa, sería muy difícil sostener a Harfuch con un margen tan pequeño.
Por eso es que me resulta demasiado especulativa la polémica que se ha generado sobre esta decisión; un falso dilema: se ha dicho que optar por Harfuch constituye una traición al movimiento y que, por el contrario, resolver en favor de Clara sería el primer fracaso político de Sheinbaum y poco menos que un coscorrón de López Obrador a su relevo en el bastón de mando. En realidad, Presidente y candidata entienden sus prioridades y tomarán decisiones a partir de la información derivada de la encuesta y el panorama de conjunto de las nueve entidades.
Claudia Sheinbaum tomó una decisión política cuando accedió a que su colaborador presentara su candidatura. Quería comprobar una hipótesis (Harfuch es un factor diferencial en la intención de voto) y dejó correr las campañas para verificarlo. Si Brugada demostró que no es así y lo alcanzó se habrá roto un supuesto y tomarán la decisión correspondiente.
Si tal ventaja se sostuvo, tampoco hay debate a la vista, la prioridad es ganar la ciudad por amplio margen y punto. Ya después verán si Harfuch puede con la capital o representa un riesgo para la 4T. No me parece que lo que está en juego sean impulsos autoritarios o rasgos de debilidad. Más bien revela la manera de operar de alguien que se formó en la ciencia y busca información para tomar decisiones.
Si los números hablan con claridad, no habría mayor polémica que el control de daños indispensable en toda competencia interna. Sin embargo, cabría un escenario de pesadilla, por supuesto. Una diferencia ambigua que se preste a ambas interpretaciones. ¿Cuánto es poco, cuánto es mucho? ¿4%? ¿5%? La política, está claro, no siempre es una ciencia exacta. Veremos este viernes cómo comienza el sexenio de Sheinbaum. (El País).

@jorgezepedap

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