Tribuna Campeche

Diario Independiente

En unos párrafos

Ernesto Castillo Rosado

Marcelo lo sabe, lo sabe…

La sucesión presidencial en Morena ya arrancó, y Marcelo, tal vez no llevará la puntera en las encuestas, pero sí lleva los tiempos dentro de ese partido.


Con el reciente anuncio de su renuncia a la cancillería, Ebrard no sólo acorraló a Claudia Sheinbaum para hacer lo propio, sino que también va a obligar al Presidente a realizar movimientos dentro de su gabinete que no tenía previsto hacerlos con tanta anticipación.


Resulta prácticamente impensable que López Obrador se dé el lujo de dejar un encargado de despacho en la Secretaría de Gobernación en lo que se resuelve la selección del candidato. La elección del 2024 no va a ser un día de campo y hay mucho en juego, por lo que muy probablemente tendrá que quemar a una de sus corcholatas antes de tiempo.


O mantiene a Adán Augusto en su cargo, o Claudia podría sustituirlo después de haber entregado buenos resultados en el Estado de México, tal y como se le atribuye a ella la operación política en dicha elección. La oficina de Bucareli es muy importante como para dejarla en “stand by” por unos meses.


Aunado a esto, Andrés Manuel sabe que sus corcholatas no brillan con luz propia, sólo irradian la que

reciben desde Palacio Nacional, a excepción de Marcelo. Ni todos los recursos públicos ni toda la fuerza del aparato gubernamental han sido suficientes para arrancarle una sonrisa natural a la Jefa de Gobierno.
Y por otra parte, cuando todos pensábamos que no podría existir alguién más limitado, más acomplejado y más resentido que López Obrador, irrumpe Adán Augusto en la escena nacional con su mirada seductora. Una especie de AMLO al cuadrado pero con el carisma de un bloque de concreto, algo que resultaría imposible de soportar durante seis años incluso hasta para los propios morenistas. ¡Por lo menos el Peje nos hace reír!


En cambio, Marcelo ha tratado de permanecer lo más opaco posible durante estos más de cuatro años de administración. Sabe que su brillo hubiera cegado a más de uno, incluso al propio Presidente, por lo que ha tenido que fingir estar al mismo nivel del resto de la manada morenista. Se requiere de un alto nivel de paciencia y autocontrol para soportar tanta mediocridad, incompetencia y fanatismo.
Marcelo es un tecnócrata con piel de chairo obligado por las circunstancias. Es un político profesional con piel de porro que se la irá desprendiendo poco a poco, y ya comenzó.


Marcelo sabe que es el candidato que más puede crecer durante la campaña, y también el que más voto útil podría captar de los votantes en el caso de una elección cerrada.
Marcelo sabe que “el pueblo es mucha pieza”, pero también sabe que no aguantaría otros seis años más así. Él representa esa famosa continuidad con cambio que tanto se necesita, un cambio que no es otra cosa más que simplemente dedicarse a gobernar.


Marcelo también sabe que es el candidato de los gringos. La política de “abrazos, no balazos” no sólo ha beneficiado a los cárteles del crimen organizado sino que también ha fortalecido indirectamente la figura del canciller. Por el asunto de la violencia desbordada en nuestro país, Ebrard ha logrado consolidar una estrecha relación con funcionarios americanos.
México está convertido en un polvorín, y Estados Unidos ya dio señales de que no permitirá otros seis años de puros abrazos. El único de los corcholatas que está metido en el tema con los gringos y sabe cómo están las cosas es el propio Marcelo.


Todo esto lo sabe Marcelo. Por eso, el discurso más importante de su carrera política fue un mensaje leído. Por eso, el discurso que lo puede llevar a la Presidencia de la República se apegó a un guión cuidadosamente elaborado, para que ningún morenista le pudiese reclamar ni siquiera una coma. Un político de carrera como él sabe de la importancia del uso de las palabras precisas, pero sobre todo, de lo que se dice entre líneas. Por eso no podía darse el lujo de improvisar y decir alguna algo que pudiera ser usado en su contra.


Marcelo sabe que ese mensaje ya puso a temblar a más de uno. Se le vio seguro, tranquilo y sobre todo, con mucha confianza. Con la confianza de saber que en política los favores se pagan.
Todos recordamos aquel lejano 2012 cuando cedió su lugar para que Andrés Manuel fuese candidato presidencial. Todos recordamos ese malogrado proceso al interior del PRD donde tuvo que dar un paso al costado para evitar una ruptura.


Marcelo sabe que ha llegado el momento de cobrarle el favor a López Obrador, y el Peje sabe que ha llegado el momento de saldar cuentas… y los morenistas también lo saben, lo saben.

@ECR1978

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