Tribuna Campeche

Diario Independiente

Salud y educación, problemas sin solución: 60/40

Luis Rubio

Salim, un empresario centroafricano, es un personaje que atrae y repele a la vez: su negocio prospera, ofreciendo una perspectiva a la vez optimista sobre el futuro de su país y trágica en la que el progreso, y las viejas prácticas que nunca desaparecieron, siembran las semillas de la revolución que vendrá.
La novela de VS Naipaul, A Bend in the River, permite apreciar dos formas de percibir una misma realidad. Algo en esa historia trae a la mente la forma en que el México de hoy se ha escindido en dos grandes bloques de personas que habitan un mismo lugar, pero que contemplan el futuro de manera muy contrastada.
Sesenta por ciento de los mexicanos asegura estar satisfecho con su vida, ha visto crecer sus ingresos reales y tiene empleo. Ese mismo 60% apoya al Presidente y considera que su gestión ha hecho posible la estabilidad y el bienestar que goza.
Por su parte, el cuarenta por ciento restante desaprueba la gestión del Presidente por su percepción de que está dañando las bases del bienestar futuro.
Uno se pregunta qué es lo que hace que dos grupos de una misma sociedad puedan albergar percepciones tan radicalmente opuestas sobre un mismo fenómeno o momento histórico.
De acuerdo con la encuesta de Alejandro Moreno en “El Financiero” (2 de mayo de 2023), la diferencia fundamental entre los dos grupos de mexicanos es el nivel de escolaridad: mientras el voto de los universitarios fue crucial en las elecciones presidenciales de 2018, hoy que esa cohorte representa el segmento más crítico de su obra.
Los dos contingentes más sólidos que sustentan la popularidad del Presidente son los mexicanos de mayor edad y los de menor escolaridad. La conclusión inevitable es que los individuos más desfavorecidos en sus ingresos y perspectivas de vida y empleo se han beneficiado de la estabilidad económica, del crecimiento de la renta real disponible y de un mercado laboral que, tras la pandemia, ha presentado mayores oportunidades laborales.
En términos político-electorales, estos dos contingentes proyectan su percepción de la situación en la forma en que opinan y votan: quienes se sienten beneficiados aprueban la gestión presidencial y emiten su voto a favor del partido de Gobierno independientemente de su pertenencia o no al Partido Morena; mientras que del otro lado, los que desaprueban la gestión presidencial votan en sentido contrario. Nada nuevo bajo el Sol.
Lo relevante es el contraste de perspectivas. Es evidente que la mejora de los ingresos reales de las personas repercute de manera similar en toda la población y, sin embargo, las conclusiones mentales a las que llegan esos dos segmentos de la población son estrictamente opuestas.
La explicación de este fenómeno es clave para entender el momento y emitir un pronóstico de las perspectivas del país a futuro, incluso en las urnas de 2024.
El quid del contraste parece residir en la perspectiva del tiempo. Para la cohorte que se siente satisfecha, lo que cuenta es el aquí y el ahora; para el 40% restante lo que importa es la percepción del futuro: hacia dónde va el país.
Se trata de las perspectivas que emanan de realidades económicas y de visiones muy distintas y que muestran las circunstancias de un país muy dividido: el que ha tenido la oportunidad de avanzar en la escala de la educación, y el que se quedó estancado en un sistema educativo que no prepara a los estudiantes para el mercado laboral ni para la vida.
En esta era mundial, en que lo que agrega valor (y paga mejores salarios) ya no es la fuerza física sino la creatividad de la persona, el logro educativo marca una diferencia abismal en los ingresos de los individuos e, inexorablemente, en sus percepciones.
Para quienes apenas pueden conseguir un trabajo, muchas veces precario, lo que tiene peso es conservarlo, y es natural atribuir la disponibilidad del trabajo a quien esté al frente del Gobierno en ese momento.
Para quienes ya tienen trabajo y tienen la percepción de poder seguir subiendo en los peldaños de la escala de ingresos y de prosperidad de su familia, sus preocupaciones se concentran en el futuro: ¿se mantendrá la estabilidad económica? ¿Habrá una crisis similar a las del final de mandatos gubernamentales anteriores?
Para los primeros lo importante es el momento en que se hace una encuesta o el momento en que se deposita el voto en la urna; para este último lo único que importa son las perspectivas de futuro porque el presente ya está resuelto.
Dos Méxicos que reflejan el lugar en el que se encuentra cada individuo en la cadena productiva, pero que, al mismo tiempo, constituyen una verdadera censura al sistema político en general incapaz, durante décadas, de resolver problemas elementales como los de la infraestructura en general, así como la salud, pero sobre todo la educación.
Antes, hace medio siglo, esas cosas no llamaban la atención porque la economía mexicana era sencilla y poco exigente. Hoy, el mercado laboral exige una especialización cada vez mayor y el sistema educativo vigente —y el Gobierno que encubre a los jefes sindicales en lugar de preparar a los niños— es incapaz de brindarla.
El Presidente puede estar muy satisfecho con la popularidad que le otorgan los mexicanos menos favorecidos, pero lo que realmente le están premiando es su falta de voluntad para crear las condiciones para que esa misma base de apoyo tenga un futuro mejor.
@lrubiof

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