Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores: Vende caro tu amor, aventurera

Catón

Traidor a su sexo. Así consideraron a Agustín Lara los varones de la Ciudad de México durante algunos años del pasado siglo. Por aquel tiempo las prostitutas supuestamente francesas de las casas de asignación de lujo cobraban 10 pesos “pog las tges cosas”. Esas tres cosas —me disculpo si peco de excesiva precisión— eran el sexo natural, el oral y el realizado por vaso no idóneo, según la púdica expresión usada por el Código Penal. En cambio la tarifa de las humildes maturrangas nacionales de los barrios de la Santa Veracruz, las Vizcaínas y San Juan de Letrán era de un peso, pero por una sola cosa, la naturalita. Si un libidinoso les pedía alguna heterodoxia rechazaban enérgicamente la proposición. Decían con ofendida dignidad: “Soy puta, pero decente”. Memoria de sí dejó la Matildona, daifa de edad madura que se especializaba en atender a los clientes de más bajos ingresos, a quienes echaba una mano para sedar sus rijos. Cobraba 50 centavos por su compasiva acción, y 60 si el visitante la pedía con música. La música era el sonar de los brazaletes, pulseras, esclavas y argollas de todo tipo que la tal señora se ponía para el efecto, y cuyo chocar acompasaba el ritmo de la ocasión. Se cuenta que una noche llegaron en el mismo momento a pedir los servicios de la Matildona dos sujetos, el uno mexicano y español el otro. Con caballerosa cortesía el de México le dijo al peninsular: “Por favor, pase usted primero”. “De ninguna manera —declinó el hispano con gentil urbanidad—. Primero usted, señor”. Porfiaban ambos por ceder la primacía al otro, hasta que la Matildona los interrumpió: “No batallen. Los dos al mismo tiempo”. Y con suprema habilidad de diestra ambidiestra solucionó aquel galano torneo de comedimientos. Sucedió por esa época que Agustín Lara compuso la canción que dice: “Vende caro tu amor, aventurera”. Las mujeres del oficio acataron la consigna y de la noche a la mañana duplicaron el monto de sus honorarios, de modo que lo que antes costaba un peso ahora valía dos. Los capitalinos culparon de esa inflación al Músico Poeta, y dijeron que con su inflamatoria prédica había traicionado a los varones. No sé por qué traje a la memoria todo eso el día de ayer. Estaba oyendo la canción de Lara cuando leí la nota en el sentido de que el partido Movimiento Ciudadano irá solo a la elección presidencial del 24. Pienso que tal decisión es equivocada, y da la impresión de que el MC, más que ir solo, irá con López Obrador, pues su participación parece acordada para quitar votos a la candidata o candidato que el frente opositor presentará. Así las cosas, Dante Delgado divide a la oposición y atenta contra la posibilidad de evitar que AMLO siga ejerciendo el poder a través de alguna de sus corcholatas. Así las cosas, Dante Delgado daña a México. Pensaba yo todo eso, y aquella canción de Lara seguía sonando en mis oídos… Susiflor le preguntó a su amiga Rosibel: “¿Cómo es tu nuevo novio?”. “Muy formal —respondió ella—. No fuma, no bebe, no se desvela. Es sumamente trabajador. Además lleva ya 15 años de feliz matrimonio y tiene tres hijos bien educados”… Pepito se veía lloroso. Le preguntó Juanilito, su pequeño amigo: “¿Qué te sucedió?”. Respondió Pepito: “Me hicieron un examen de sangre. Para eso me picaron un dedo con una aguja, y me dolió bastante”. Al oír eso Juanilito se echó a llorar desgarradoramente. Dijo con voz llena de angustia: “Mañana me van a hacer a mí un examen de orina. ¿Dónde me irán a picar?”… Narró una actriz de Hollywood: “Nos conocimos, nos tratamos, nos enamoramos y nos casamos, pero los dos fuimos infieles, y entonces nos divorciamos. ¡Qué fin de semana tan ajetreado!”. FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Recorrió el mundo.
Conoció todos los países.
Supo del pensamiento de sus habitantes.
Observó sus costumbres.
Conoció sus maneras de ser.
Leyó sus libros, sus poemas, los diarios que escribieron numerosos hombres y mujeres.
Estudió sus filosofías.
Examinó sus credos religiosos.
Hecho todo eso regresó a su casa.
Ahí lamentó:
—No me explico por qué los humanos me tienen miedo, si ni siquiera se dan cuenta de mi llegada. Además, los libero de toda inquietud, de todos sus quebrantos y dolores, de todo sufrimiento del cuerpo y del alma.
Así dijo la caritativa muerte.

¡Hasta mañana!…

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