Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | En peligro la gobernabilidad

Catón

Los cantineros suelen ser gente compasiva. Al menos lo eran en mis tiempos. Podía uno compartir con ellos sus duelos y quebrantos. Benévolos, oían los lamentos de su parroquiano con paciencia franciscana, aunque su cantina estuviera en el barrio de San Juan, y a nadie contaban luego los pesares del tribulado bebedor. Aquello era como confesarse con un cura, excepción hecha de que la penitencia era bastante más severa, pues al costo de la confesión seguía la cruda. Y no hay hombre más humilde que un crudo, solía decir mi inolvidable amigo y admirado colega Hugo L. del Río. Sucede que un individuo joven y galano estaba bebiendo su copa, silencioso, en la barra de la cantina del Águila Viva, llamada así porque su propietario tenía un águila posada sobre el marco del gran espejo que tras la barra se encontraba. Creían los nuevos clientes que el ave estaba disecada, pues dormitaba casi siempre, pero cuando despertaba y abría las alas para desperezarse los briagos se espantaban al pensar que el vicio los había llevado ya al delirium tremens. Juraban que jamás volverían a beber, y pedían “la otra” para brindar por el solemne juramento. Aquel solitario bebedor le dijo, consternado, al cantinero: “Recibí un mensaje en el cual un marido me amenaza con matarme si sigo haciéndole el amor a su mujer”. “Pues déjela” —le aconsejó el cantinero. “Tendré que dejar a más de 20 —declaró, mohíno, el tipo—. El cabrón no firmó el mensaje”… Dos poderes contrastan el de López Obrador: el de las Fuerzas Armadas y el del crimen organizado. Se diría que el dominio de López sobre la nación es absoluto, y se le califica entonces de Presidente omnímodo, como lo muestra la forma en que lleva adelante sus designios, aun los más onerosos y nocivos, como el Tren Maya, por citar sólo un ejemplo. Sin embargo, todo indica que la milicia se ha puesto ya sobre el poder civil, el cual obedece sus dictados y cumple sus deseos. Por lo que hace a los cárteles de la droga no será exageración decir que forman ya un Estado dentro de otro Estado, así de vastos son los territorios que controlan en diversas entidades del país. En vez de bastón de mando López debió entregarle a Claudia Sheinbaum un bastoncito como los que se hacen para los niños en Apizaco y Tizatlán, comunidades de Tlaxcala ricas en artesanías. Está en peligro la gobernabilidad de México. En política, como en física, los vacíos no existen, y los espacios que la autoridad ha dejado horros por negligencia o incapacidad los han ocupado los delincuentes, sin que nadie pueda contrarrestarlos. AMLO ejercita entonces sus ansias de dominio en otros ámbitos, según se ve en la nueva arremetida contra el Poder Judicial, al que quiere tener bajo su mando, igual que ha tenido ya a ministros como Zaldívar y Esquivel, igual que ha hecho de los diputados y senadores morenistas sus obsecuentes fámulos, con perdón por esa palabra tan sonora, “obsecuentes”. Un Poder Ejecutivo sin frenos y contrapesos deriva ineluctablemente hacia el absolutismo, y éste suele acabar en dictadura. Ciertamente López Obrador no ha llegado a tal extremo. Si lo hubiera alcanzado no podría yo escribir como todos los días escribo. Pero es incuestionable que la libertad de los mexicanos está amenazada por un militarismo creciente que en los próximos años podría exacerbarse. México no está vacunado contra los males que han asolado a otros países de América Latina donde los gobiernos civiles han desaparecido y la ley ha cedido ante la fuerza. En el riesgo en que hoy por hoy nos encontramos, defender al Poder Judicial, a su integridad y sus derechos, es defender a México… FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Si hubieras visto ayer por la mañana el cielo de mi ciudad habrías conocido en verdad lo que es un cielo.
Sin nubes, de un azul como el del manto de la Virgen, la bóveda celeste no parecía bóveda, cosa que suena como a banco o templo, sino un alegre prado celestial. Deseos daban de volverse niño para alzar sobre él una cometa o para poner a navegar en ese gran océano azulino un barquito de papel.
Días grisáceos, de neblina y lluvia, fueron los pasados días. Cuando están así dice la gente de la ciudad: “¡Qué feo está el tiempo!”. Quienes viven con los pies en la tierra, o sea en el campo, y que de él sacan el pan de cada día, dicen en cambio cuando el día está metido en agua: “¡Qué bonito está el tiempo!”.
Hoy mi cielo está limpio, como si la Virgen lo hubiera lavado y puesto luego a secar. En el otro lado del mundo el cielo es ahora color de púrpura, no por los esplendores del crepúsculo sino por los reflejos tintos de la sangre. Le pido a la Señora que tienda su manto sobre esas naciones que comparten lo mismo el odio que el temor, y le doy gracias por este cielo azul tan azul cielo.

¡Hasta mañana!…

¡Comparte esta nota!