Tribuna Campeche

Diario Independiente

Relojería, arte que se mantiene vivo

Enseñará a quien quiera aprender

HOPELCHÉN.— Pedro Alejandro Encalada Sánchez es el único relojero en la ciudad de Hopelchén, y se podría decir de todo el Municipio, y desde hace 48 años se dedica a ese oficio que aprendió por un tío de Mérida, Yucatán, e indicó que heredaría sus conocimientos a alguien de su familia o a algún chenero interesado.


De origen yucateco y con 63 años, de los cuales 41 lleva viviendo en Los Chenes, Pedro tiene su taller en el mercado, en donde repara y brinda mantenimiento a todo tipo de relojes, además vende de varios tipos y modelos.
Explicó que aprendió desde los 15 años, donde alternó la escuela con el oficio, y rápidamente aprendió con las enseñanzas de su tío, y actualmente da mantenimiento al reloj público que tiene más de 112 años de antigüedad.


Dijo que heredará sus conocimientos a alguien de su familia que quiera aprender, pero dejó abierta la posibilidad de hacerlo también con algún chenero interesado y que quiera aprender, pero que en verdad muestre interés y que no sea egoísta.


Detalla que cuando él dejó de trabajar con su tío quien llevaba muchos años en el oficio, éste le dio muchos relojes deshuesados que son originales y antiguos, y menciona que le han llevado a reparar relojes antiguos, y como él tiene las refacciones, le facilita el trabajo.


Hace unos meses reparó un reloj de unos 60 años de antigüedad, un Haste de bolsillo de 1960 conocido como “ferrocarrilero”. El dueño se fue contento.
En ocasiones es difícil encontrar piezas de marcas reconocidas, pero antiguas, aunque también se le ha complicado con los modernos, pero muy caros.


Las reparaciones que más hace son cambio de pilas, y de piezas de relojes automáticos o de cuarzo.

Sin créditos para adquirir equipo

ESCÁRCEGA.— A 37 años de estar dedicado a la reparación de relojes y joyería, Juan Luis Reyes Baños considera ambas actividades como gratificantes, lo cual le ha permitido no sólo conocer a muchas personas, sino sacar adelante a su familia, y vencer adversidades de su labor, porque tampoco son ajenos a la crisis económica.


Empecé a conocer la actividad gracias a un cuñado; al principio no le di importancia, finalmente decidí aprender el oficio; eso me ayudó a trabajar en talleres en Emiliano Zapata, Tabasco, y Playa del Carmen, en Quintana Roo; poco a poco perfeccioné el aprendizaje y decidí incursionar con mi propio taller en esta ciudad.


En su local al interior del mercado “José del Carmen González Salazar”, Reyes Baños dijo que subsiste gracias a que los ciudadanos aún requieren el servicio; muchas veces, dijo, resulta más barato reparar el reloj y la joya, ya sea de oro o plata, que adquirir uno nuevo.


Lo que más demanda la persona, en el caso de relojes, es el cambio de baterías, limpieza general y en ocasiones del cambio de alguna pieza; afortunadamente, casi siempre podemos dejar satisfechos al cliente, pues también improvisamos para resolver los desperfectos de sus aparatos.


En el caso de la joyería, expuso que realizan el trabajo manual, y ante la falta de equipos, lo que hacen es llevarlo a la ciudad de Mérida para su perfeccionamiento.La principal necesidad de la gente, es la reparación de las prendas que se revientan, y afortunadamente hay trabajo.


Durante los días buenos llegamos a atender hasta 25 personas, y en cualquier otro día, entre cuatro y cinco. Los precios varían, pero en el caso de la joyería, por la mano de obra, van desde los 600 hasta los dos mil pesos, sin considerarse el material a utilizar; lo que cobramos, es el trabajo que realizamos.


A pregunta expresa, indicó que actualmente requieren de créditos por parte del gobierno, que les permitiría adquirir equipos para mejorar su trabajo; eso es importante, porque en el caso de las joyas, se necesita darle un acabado especial, que no podemos hacer y nos vemos obligados a llevarlo a otro lugar.

Aprendió destruyendo relojes

CHAMPOTÓN.— Al explicar que en su trabajo utiliza herramientas muy pequeñas, don Marcelino Hass relató que se requiere mucha paciencia para armar y desarmar un reloj.


Desde hace 40 años se dedica a este oficio, y su taller se localiza en la inmediación es del mercado local “Pavón Góngora” y su anexo “Pablo García”. Antes de ser relojero se dedicaba a la pesca.


Marcelino define a la “paciencia” como un arte. “Si en la relojería no llevas un poco de artesanía que es la paciencia, no puedes obtener el objetivo del trabajo”.


Entre destornilladores de precisión, lupas, pinzas, aceitadores y otras herramientas, el informante comenta que no hay mejor complacencia que la satisfacción de sus clientes. Aprendió destruyendo relojes. Ahora se sigue actualizando.


En el mercado soy el único relojero, con certeza hay otros afuera, pero dicen que tienen las manos negras. “Siempre trato de hacer un buen trabajo para no perder prestigio y credibilidad”.


Señaló que los precios por reparación pueden variar dependiendo del problema, “a ello hay que tomar en cuenta que a veces se requieren comprar piezas, eso ya es al gusto del cliente”.


Don Marcelino dijo que el oficio sigue siendo redituable, “hay aprovechar que el tiempo aún no se ha agotado y que seguimos aquí”, concluyó.

Requiere paciencia y actualización

CALKINÍ.— Ser relojero es un bonito oficio, requiere de paciencia y hay que actualizarse, sobre todo cuando traen a reparar un reloj de los modernos, dio a conocer Manuel Antonio Pech Pech, quien añadió que le llegan a diario relojes de diferentes modelos.


Originario del Municipio de Dzitbalché, Pech Pech tiene su espacio sobre la calle 20 entre 21 y 23 del centro de esta ciudad, donde señala que a él le enseñó un señor que venía de Puebla, y hace más de 20 años que lo ejerce.


Recalcó que se tiene que actualizarse a diario, ya que desde que comenzó utiliza las llaves que se llaman impermeables con las cuales abren los relojes, de igual forma una perilla para quitar polvo, pero con los nuevos relojes tiene que estar a la vanguardia.


Quien le enseñó era buen amigo de sus padres, y él le transmitió sus enseñanzas a dos de sus hijos, pero sólo uno lo aprendió.


En lo que respecta a los costos, son dependiendo, por ejemplo, el cambio de pila cuesta 50 pesos, alguna reparación no complicada 100 pesos, varía según las condiciones del reloj.


El oficio es muy bonito, te da a conocer entre la población, brindas un servicio y lo más importante, aprendes a ser paciente. Mis clientes, hasta la fecha nunca se han quejado de mi trabajo.

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