En opinión de Ramón Alberto Garza, cuya columna se llama #QueAlguienMeExplique en Código Magenta, la paz de la transición presidencial apenas duró 10 días.
No se enfriaba todavía la transferencia de la banda presidencial, y los diferendos entre el presidente saliente (AMLO) y la presidenta entrante Claudia Sheinbaum arreciaron en el Congreso.
Con muy poca sensibilidad y más ganas de demostrar que él todavía tiene el bastón de mando, Andrés Manuel López Obrador operó dos o tres ajustes en la Reforma Judicial, por encima del conocimiento y mucho menos la voluntad de la presidenta Claudia Sheinbaum.
La presidenta aclaró en público que no sabía quién promovió, lo que provocó una sacudida política mayor porque evidenció un “divorcio” entre ella y los líderes morenistas en las cámaras de senadores y de diputados (Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal Ávila), y el primero se vio obligado a echar reversa.
Estos desencuentros ponen sobre la mesa no sólo que AMLO quiere pasarse de listo gobernando en la modalidad “home office”, sino que es escuchan voces morenistas cercanas a Sheinbaum pidiéndole pensar si vale la pena mantener a la dupla Adán-Ricardo como pastores de las citadas cámaras o relevarlos por personalidades más institucionales y menos incondicionales de López Obrador.
Esta semana será crucial, para demostrar que Claudia Sheinbaum no está dispuesta a callar ni a ser el títere que muchos pensaron o que quieren que sea, pero su mensaje es claro: “pintaremos la raya para dejar en claro quién tiene el poder”.
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