Jorge Zepeda Patterson
La designación de Adán Augusto López y de Ricardo Monreal como coordinadores de política y de enlace territorial, respectivamente, de la campaña de Claudia Sheinbaum, revela la enorme tensión que comienza a vivirse en el seno del movimiento obradorista. Algunos lo ven como un paso al reparto de posiciones entre los grupos, de cara al deseo del Presidente de entregar el poder a un equipo. Lo veo distinto: la nota no es tal nombramiento, sino el hecho de que Adán Augusto no será el coordinador general de la campaña, como muchos daban por descontado. Enormemente revelador de lo que en el fondo está pasando.
Lo que está a punto de comenzar es la dura batalla entre la corriente ganadora y las de los perdedores respecto a lo que podría ser el próximo gobierno de la 4T. En la definición de las próximas candidaturas está en juego el futuro equilibrio entre corrientes políticas y la probable presidenta. Podemos encarar el tema en términos de grilla pura: quién decide qué en el reparto de posiciones de las miles de candidaturas, o podemos abordarlo desde las tensiones más profundas que están en movimiento.
Empecemos por la grilla. Con toda razón Claudia sostendrá ante el Presidente la necesidad de escoger o al menos vetar a los candidatos a las nueve gubernaturas que estarán en disputa, con el argumento de asegurar con ellos y ellas una relación tersa los seis años de gestión. El Presidente, a su vez, no sería indiferente a los casos de Tabasco y de Veracruz, y Sheinbaum no vería con malos ojos a los candidatos aparentemente favoritos de Palacio Nacional, Javier May y Rocío Nahle, respectivamente.
En el resto de las entidades, las consideraciones de Claudia tendrían enorme peso, provisto que sean opciones capaces de ganar en las urnas. Lo anterior no significa que la inclinación por uno u otro se traduzca en dedazos categóricos, porque la designación será resultado de una encuesta. Pero también es cierto que puede inhibirse una candidatura indeseada y, más importante, poner a correr la noción de que uno de ellos o ellas es favorito de Claudia y del presidente. Por lo pronto, es evidente que los precandidatos de corrientes asociadas a Adán Augusto López o Marcelo Ebrard súbitamente han perdido encanto entre las filas morenistas.
En el Senado y la Cámara de Diputados entran otros factores. Desde la necesidad de honrar acuerdos y proteger cuadros de la actual Administración, hasta el reparto de escaños y curules para asegurar el apoyo de tribus y corrientes del movimiento, o galvanizar alianzas con otras organizaciones y fuerzas políticas. Como en el caso del presupuesto, hay una porción de las cámaras que está atada al reparto en aras de los equilibrios. Así es aquí y en China, para decirlo rápido. Pero incluso en esto, Claudia y su equipo tendrían que hacer las sumas y restas pertinentes para asegurar un núcleo fuerte, en número y en calidad de operadores, para estar en condiciones de subordinar los matices e intereses de los distintos grupos a la agenda presidencial. Pero como en esto no hay algoritmos establecidos ni cuotas fijas, lo que veremos es un duro tira tira que pondrá a prueba el bastón de mando de la recién elegida.
Más allá de la grilla y la feria de ambiciones personales, lo que se disputará es mucho más que la distribución de “huesos” políticos. La batalla por las candidaturas será la primera de muchas que habrán de tener lugar para el reacomodo de una situación inédita. Y esto es así por el choque de impulsos contradictorios.
- El deseo del Presidente de dejar el relevo no a una persona, sino a un equipo, dicho literalmente por él, entraña enormes riesgos. Por un lado, porque contradice la noción misma de liderazgo. Un equipo unido es más fuerte, cierto, pero desunido es desastroso. Los llamados del Presidente a la unidad entre las corcholatas fueron desoídos abiertamente. Si eso sucedió bajo un liderazgo tan sólido como el suyo, las perspectivas de gobernabilidad de Sheinbaum deben encararse de manera realista y proceder en consecuencia. La fórmula designada por AMLO para evitar perdedores, repartiendo la coordinación del Poder Legislativo a dos rivales de Claudia, los hace menos perdedores, en efecto, pero a ella también la hace menos ganadora. Una fórmula que habría que revisar.
La gobernabilidad política exige no solo ostentar un cargo sino proyectar liderazgo y cierta solidez. Los factores reales de poder en México (generales de las Fuerzas Armadas, líderes empresariales y sindicales, dueños de la prensa, hombres fuertes en bastiones políticos, caciques universitarios, gobernadores, etc.) pondrán a prueba la firmeza de quien se siente en la silla presidencial. O, como decía el clásico, “si toco y siento blandito, empujo”. Si hay actores clave de la 4T que operan con agendas propias (gobernadores, coordinadores de senadores, generales de Ejército y Marina), los poderes reales acudirán a ellos para negociar al margen del Ejecutivo. - Eso en lo que respecta a la relación entre Sheinbaum y el resto de los actores políticos. Pero hay también una tensión imposible de evitar entre el que se va y el que llega: ¿Es posible dejar de mandar cuando se tiene un poder real, quiérase o no? Si gana las elecciones Claudia gobernará en Palacio Nacional por un mandato institucional, pero gracias al apoyo de una fuerza política cuyo líder histórico y moral residirá en otro lado. Si el carisma no es transmisible tampoco lo es la parte más subjetiva y a veces decisiva del liderazgo. Habrá situaciones en las que el peso moral de AMLO resolverá entuertos en los que se encuentre Claudia (una llamada, un consejo a alguien), pero lo que sirve en lo inmediato dinamita en lo mediato. Pasado cierto punto, el poder comienza a ser compartido.
Me parece que habrá tensiones dentro del pecho que no es bodega en los próximos meses. Se entiende que el presidente quiera dejar arropada a Sheinbaum con un equipo fuerte y solvente, o que la continuidad de su movimiento no solo resida en los designios de una persona, sino también en un corpus de actores políticos y sociales imbuidos de sus banderas. Pero López Obrador también es consciente de lo señalado arriba. Alfiles fuertes en ocasiones provocan una reina atrapada. Las tácticas utilizadas por el equipo de Adán Augusto, las actitudes separatistas de Ebrard o el pasado de Monreal permiten asumir que el reparto de poder real a exrivales es una fórmula explosiva de obvios pronósticos.
La entrega del bastón de mando es una clara señal de la necesidad de personalizar el relevo en Claudia Sheinbaum y no tanto en un equipo, que en realidad no es tal. Demasiado poco, aún, para saber cuál de las estrategias se impondrán en el ánimo del presidente. Lo sabremos mejor cuando se defina al coordinador de la campaña y, sobre todo, cuando conozcamos a los precandidatos a las posiciones más cotizadas en los próximos comicios. La batalla está en curso. Por el momento, la pregunta es qué hacemos con Adán, Monreal y sus equipos; por lo que toca a Ebrard, todo indica que lo resolvió él mismo, pintando su raya.
@jorgezepedap
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