Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Mafufada de López Obrador

Catón

“Pidan lo que quieran, que se les dará lo que haya”. Así nos dice don Abundio, el socarrón viejo del Potrero, cuando llegamos de visita a su casa. López Obrador anuncia que se entrevistará con Biden, y que le propondrá la integración de todos los países de América, propósito de fácil y cabal realización: no presenta problema alguno integrar a Estados Unidos con naciones que le son grandemente afines, como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Entiendo que ya no se usa la palabra “mafufada”, de mucho empleo antes para calificar una idea aberrante o peregrina. Tenía ese vocablo popular un sinónimo plebeyo: el término “jalada”. No faltará quien tilde a la idea integradora de AMLO de mafufada, etcétera, y más cuando la propone al cuarto para las 12, cercano ya el término de su mandato. ¿Cómo pretende integrar a todos los países de América, si a México lo ha desintegrado? En el complejo mundo de las relaciones internacionales una propuesta así ha de ser precedida por cuidadosas consultas, hábiles y discretos cabildeos, acuerdos y negociaciones, antes de ser planteada formalmente no a un solo país, por grande y fuerte que sea, sino a todas las naciones involucradas en el tema, pues todas, aun la más pequeña, son soberanas y tienen poder de decisión sobre los asuntos que las afectan. Pienso que López debe dejar esa utópica proposición en su maleta y tratar con Biden cuestiones tales como la de un mejor trato para los migrantes, la lucha conjunta contra el tráfico de drogas y armas, el intercambio comercial entre los dos países y otros asuntos de similar importancia, actualidad y pertinencia. Lo de la integración de los países americanos póngalo en el instructivo que pretende dejar a quien pretende dejar como su sucesor. O, mejor dicho, sucesora… Pepito le preguntó al padre Arsilio: “Señor cura: cuando un cura cura a un cura que necesita cura, el cura a quien el cura cura ¿se cura de que el cura que lo cura sea buen cura?”. El sacerdote, confuso, se rascó la cabeza y respondió: “hijo, creo que eso habrá que preguntárselo al señor obispo”. (Sugerencia al padre Arsilio: cuando no quiera contestar una pregunta cuente un chiste y ría alegremente, aunque la pregunta sea sobre una tragedia dolorosa que enlutó a cinco familias)… El fiscal de la causa se dirigió al testigo de la defensa: “La pregunta que en seguida voy a hacerle deberá usted contestarla con un sí o un no, sin evasivas ni rodeos”. Replicó el testigo: “Eso dependerá de lo que me pregunte. Hay preguntas a las que no se puede responder simplemente con un sí o un no”. “¿Ah sí? —dijo el fiscal, burlón—. A ver, hágame una de esas preguntas”. “Cómo no —aceptó el testigo—. Dígame: ¿todavía golpea usted a su esposa?”… El paciente del médico le dijo: “¿Está usted seguro, doctor, de que solamente estoy crudo? ¡Gracias a Dios! Pensé que me había dado malaria, fiebre carbonosa, cólera, influenza, polio, Covid, infarto al miocardio, embolia, cirrosis hepática, enfisema pulmonar, pérdida de la visión, dislalia, desprendimiento de vejiga y meningitis cerebroespinal”… La mujer interrogó a su pretendiente: “Si me caso contigo ¿dejarás el vino? ¿Dejarás el juego? ¿Dejarás tu afición al fútbol? ¿Dejaras de gastar tu dinero como ahora lo gastas? ¿Dejarás de salir con tus amigos? ¿Dejarás de andar con mujeres?”. Después de una breve pausa respondió el sujeto: “Pensándolo bien, mejor dejaré de casarme contigo”. (Axioma. La mujer va al matrimonio pensando que el hombre con el que se casa cambiará, y el hombre nunca cambia. El hombre va al matrimonio pensando que la mujer con la que se casa no cambiará, y la mujer siempre cambia). FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

Atlaquetzalli. Agua preciosa.
Tal era otro nombre que los antiguos mexicanos daban al chocolate.
Lo perfumaban con vainilla, a cuyo o polvos obtenidos de pétalos de flores.
Los europeos gustaron grandemente de la aromática bebida. En la época de la mal llamada Colonia, en la Nueva España, hay constancia de una rebelión en un convento de monjas que destituyeron a la superiora porque les impuso como penitencia no tomar chocolate por algunos días.
Hay una linda copla de la época virreinal referida al atlaquetzalli: “Católico chocolate, / que de rodillas se muele, / juntas las manos se bate, / y viendo al cielo se bebe”.
“Curas chocolateros”, se decía de los de buen vivir.
No me lo creerán ustedes, pero a finales del siglo antepasado, y principios del pasado, se usaba en mi ciudad, Saltillo, que después de comulgar los fieles en la misa entraran al templo criados y criadas de las damas y los caballeros a llevarles un pocillo de chocolate, pues obligaba el ayuno eucarístico y tenían hambre. Lo bebían —igual hacía el sacerdote— y luego continuaba el oficio hasta el Ite, missa est.
Y ahora me disculpan.
Voy a tomar mi chocolate.
¡Hasta mañana!…

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