Opinión: Diego Fernández de Cevallos
Las marranadas que se impusieron en el Honorable Congreso de la Des-Unión, para destruir al Poder Judicial, no las hicieron uno o dos descastados, porque tan depravados fueron los que traicionaron a cambio de impunidad, como los que les ofrecieron impunidad a cambio de su traición. Dicho de otra manera: tanto son de culpar los que traicionan bajo amenaza, como los que amenazan para que se traicione.
Además, es bien sabido que los travestis de la política, los apóstatas que cambian de banderas (por carecer de convicciones y buscar impunidad) son despreciados pero bien recibidos por el Buei Tlatoani y el mal llamado Movimiento de Regeneración Nacional que, en realidad, es de putrefacción nacional.
Sin embargo, entre más hedionda sea la política, mayor será el deber de los ciudadanos de castigar con su voto y su repudio a los corruptos, porque al deshonor de los sinvergüenzas debe recaer también la deshora social: Sin ese rechazo será imposible limpiar la vida pública y lograr la sana convivencia; porque también traicionan a México quienes apoyan a los facinerosos y los abstencionistas.
En la nómina legislativa están los que hasta hace pocos días llamaban “loco, perverso y corrupto” al que ahora le babean sus extremidades. ¡A ese grado de ignominia han llegado muchas heces humanas enquistadas en el poder! Quienes durante muchos años decían luchar contra la corrupción, ahora, en el gobierno la imponen y se benefician mamando del presupuesto y gozando de impunidad.
Lo más grave es que la próxima Presidente ni siquiera intentará rectificación alguna, porque llegará para cumplir una agenda destructora y públicamente impuesta; rodeada de cuatroteros, al servicio de quien dice que vivirá recogido en su rancho de maternal nombre.
Lo cierto es que México vivirá tiempos tormentosos que no imaginaron los 36 millones que votaron por el obradorato, ni los 40 millones que no votaron por nadie; pero lo bueno de las tragedias es que despiertan a los pueblos.
Cierro con un hecho histórico y lo recientemente vivido aquí:
Durante la Guerra Civil de España los republicanos aprehendieron a un joven de 15 años, hijo del general Moscardó; lo pusieron al teléfono para que pidiera a su padre rendir el Alcazar de Toledo, pero el muchacho solamente le dijo: “No te rindas, padre ¡Viva España!” El general no se rindió y su hijo fue fusilado.
Aquí, un padre defendió en el Senado a su hijo gravemente enfermo, quien milagrosamente sanó ese mismo día, cambió el sentido de su voto anunciado, lo entregó al gobierno y logró enterrar los expedientes criminales contra él, su padre, su madre y su hermano.
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