Tribuna Campeche

Diario Independiente

Magui y el acoso…

Por momentos resulta incomprensible la actitud que ha tomado desde hace tres años la antes amable y atenta Magui Duarte. De entrada, porque no es la primera vez que desempeña un cargo público…

En plena semana de conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la directora general del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Campeche (Cecytec), Margarita (Magui) Duarte Quijano, se negó a atender las quejas de varias estudiantes contra un maestro, por presunto acoso sexual.

Molesta, cortante e incluso grosera, (raro en ella, pues en sus tiempos de luchadora social era un dechado de dulzura y religiosidad), Duarte Quijano se instaló en su cantaleta de exigir denuncias por escrito para poder proceder, pese a saber que de esa forma, se victimiza doblemente a la afectada.

A la pregunta de qué pasará si se comprueba el hecho, en tono molesto y fuera de sí, respondió: “Yo no soy la ley”.

Por momentos resulta incomprensible la actitud que ha tomado desde hace tres años la antes amable y atenta Magui Duarte. De entrada, porque no es la primera vez que desempeña un cargo público. No tuvo reparo ni pudor en aceptar puestos gubernamentales cuando aquellos a quienes su hoy jefa acusa de corruptos, gobernaban la entidad y en ese entonces su trato era respetuoso y hasta con afecto hacia todos.

Es probable que la influencia negativa que ejerce la gobernadora, ese odio irracional que desparrama contra todos los que le llevan la contraria o que no piensan igual de ella, haya tenido más peso que incluso las convicciones religiosas de la directora general del Cecytec. Pero es evidente que de aquella Magui que conocimos hace muchos  años ya casi no queda nada.

Sobre su actitud reacia para hablar del tema del acoso, nos cuentan que existe una razón de fondo. Y es que allá, en la intimidad de las oficinas generales del Cecytec, una muy guapa secretaria sufrió también de acoso por parte de una muy alta funcionaria.

El pesar que sentía esa joven dama por el cortejo insistente de su jefa, pero al mismo tiempo, el respeto que le tenía porque la conocía en su faceta religiosa, le impidió denunciar públicamente el hecho, y entregar silenciosamente su escrito de renuncia. Prefirió perder el empleo, antes que ceder al acoso, o lastimar la reputación de su jefa.

Pero cuando ésta se enteró del escrito de renuncia y de la razón que exponía, entró en pánico. Sabía que su mal proceder podría ser motivo de conflicto político, y peor aún, de un terrible escándalo religioso, de manera que procedió a negociar con la joven prometiéndole respeto a su puesto, su salario y sus prestaciones, a cambio de su discreción y silencio. Ofreció que ya no volvería a molestarla.

Y parece que eso le pide también a la estudiante acosada por su profesor. Discreción y silencio. Qué triste metamorfosis de quien antes defendía los derechos de las mujeres, y ahora tolera que las acosen, y hasta ella misma asume ese papel. Qué cambios da la vida. Olvidó los principios bíblicos.

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