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RAMAS DE EQUIDAD: EL SUEÑO FISCAL DE LA ONU EN UN MUNDO TORCIDO

POR: Víctor Collí Ek

Enfrente, un árbol horizontal, como esos lienzos geométricos de Piet Mondrian, con ramas en rojo, azul y amarillo, creciendo en equilibrio perfecto. Ese es el mundo que la ONU sueña cultivar con una revolución fiscal que no solo recauda, sino que reparte justicia.

Las raíces se hunden en los derechos a la educación, la salud y la vivienda. El tronco son los impuestos bien usados y las ramas, un futuro donde nadie se queda atrás. Pero no es fácil hacer crecer este árbol en un terreno lleno de tormentas y enredaderas. La ONU tiene un plan ambicioso y nosotros, una invitación a regarlo.

Todo empieza con una semilla poderosa, la Resolución 78/230 de la Asamblea General de 2023. No es burocracia aburrida, es un grito por un sistema fiscal que ataque la pobreza y la desigualdad y que frene esos flujos ilícitos que secan a los países pobres.

En marzo de 2025, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU suma abono, alertando cómo los impuestos como el IVA machacan a los más vulnerables -madres solteras, familias humildes- mientras los ricos apenas sienten el peso. La idea es simple pero brillante. Impuestos justos pueden ser las hojas que den sombra a derechos básicos y mantengan el árbol recto.

Este diseño no sale de la nada, tiene raíces en ideas grandes. John Rawls, con su “velo de la ignorancia”, diría que las ramas altas -los ricos- deben cargar más para que las bajas no se quiebren. Es el rojo de la Equidad. Karl Polanyi, que temía los mercados salvajes, aplaudiría las tijeras que podan a multinacionales evadiendo impuestos en paraísos fiscales. El azul de la comunidad. Y Amartya Sen, con su desarrollo como libertad, pinta el amarillo de los impuestos que florecen en escuelas y clínicas. Cada línea de este árbol horizontal tiene un propósito.

Pero las tormentas acechan. Las ramas ricas y las empresas grandes se aferran a sus trucos fiscales como enredaderas egoístas. Los países pobres, con raíces frágiles, apenas resisten. La ONU lo admite, tasas bajas y secretismo son vientos que tuercen el árbol, dejando a las naciones débiles sin savia para crecer. Y la política no ayuda. Los poderosos quieren podar solo las ramas bajas. Hacer un sistema fiscal en un mundo digital y globalizado, es como pintar un Mondrian con pincel tembloroso. El reto es titánico.

Entonces, ¿cómo lo riegan? Con un plan maestro. Una Convención Marco de Cooperación Fiscal Internacional. Ya sembraron un equipo para darle forma en agosto de 2024, con voces de todos los suelos. Quieren que los ultrarricos y las corporaciones sostengan más peso, no que el IVA aplaste a las hojas pequeñas. Piden luz -registros globales para atrapar a los tramposos- y que los países ricos dejen de ser sombra para los paraísos fiscales. Hasta sugieren un impuesto mínimo global. Imagina a Amazon abonando cada rincón donde crece. Es un diseño audaz para un árbol que no se doble.

El sol viene de la comunidad internacional. La ONU pide que todos echen agua, países compartiendo datos, cortando flujos turbios, podando sistemas elitistas. Se apoyen en raíces como la OCDE y la Unión Africana, pero necesitan más datos. Los países ricos deben iluminar, no solo con dinero, sino con reglas que no marchiten a los débiles. Es un pacto donde cada hoja cuenta, porque la sombra de la desigualdad nos enfría a todos.

Imagina este árbol terminado. Impuestos como fertilizante, no como maleza. Un niño de México creciendo tan alto como uno de Londres. La ONU lo está queriendo pintar con teorías brillantes y esfuerzo puro. Pero ¿dejarán las ramas altas que las bajas florezcan? ¿Tendrán los suelos pobres fuerza para enraizar? Ese es el cuadro incompleto. Súmate al jardín, comparte tus ideas, extiende las semillas y veamos cómo este árbol de Mondrian transforma el paisaje. Porque lo que está en juego es el futuro de la justicia misma.

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