Víctor Collí Ek
Lecciones de la República Romana
Roma tuvo tres periodos históricos: Monarquía, República e Imperio. El periodo de la Monarquía está inmerso en la leyenda, aunque se ha convenido su fundación en el 753 a.C.; el cómo se dio tiene dos relatos mitológicos. El primero, la historia de Rómulo y Remo; el segundo tiene a Eneas como protagonista, uniendo con este hecho a Roma con Troya.
El segundo periodo es la República, al que nos queremos referir, porque es un periodo rico para reflexionar las instituciones públicas, nos aporta elementos para pensar —mutatis mutandis— la sociedad actual.
El primer gran elemento a considerar es su composición social, esto es, la división entre patricios y plebeyos, lo que va a generar conflictos constantes como el llamado “conflicto de las órdenes” —entre el 494-287 a.C.— del cual los plebeyos van a adquirir mayores derechos con la creación del cargo de tribuno de la plebe.
Un elemento trascendente es el Cursus Honorum, esto es, el escalafón de cargos que en orden ascendente debían ocuparse si se quería desempeñar políticamente en Roma. Los cargos del Cursus Honorum eran: cuestor, con 30 años, se encargaba de vigilar el erario; edil, 36 años, encargado de la regulación de los festivales públicos; pretor, con 39 años, vigilaba las cortes y el sistema judicial; cónsul, con 42 años para plebeyos y 40 para patricios, tenían el poder ejecutivo supremo y duraban un año. El de dictador era un cargo extraordinario, una “válvula de escape” cuando el Consulado resultaba demasiado lento, se desarrollaba por seis meses.
Paralelamente se encontraba el tribuno de la plebe, encargado de proteger los intereses de este grupo social, sirviendo durante un año. Sus poderes políticos eran importantes, como por ejemplo podía proponer legislación a las asambleas y ejercitar el poder de veto a todos los otros magistrados u oficiales.
Como primer órgano de deliberación encontramos al Senado, instituido de acuerdo con la mitología romana por Rómulo; tenía un poder consultivo hacia el interior de la sociedad romana.
Originalmente estuvo constituido por 100 Senex —senadores—, aumentado luego a 300, 600 e inclusive a 900 en la época de Julio César. Su poder no era formal sino proveniente de la tradición.
Su influencia se daba por medio de los Senatus Consulta. Sin embargo, sí tenía poder ejecutivo en la materia de relaciones exteriores, tratados y el manejo de las arcas y cuentas públicas.
Las asambleas eran los otros órganos deliberativos, es donde se daban las votaciones de la población, eran un elemento fundamental para el proceso legislativo. El Senado, convenido por un magistrado o un tribuno de la plebe, discutía un asunto en particular, votando y emitiendo el Senatus Consulta.
Posteriormente se formulaba una propuesta y se discutía en una junta informal para presentar la idea. Acto seguido, se llamaba a asambleas formales para que los ciudadanos se pudieran organizar en bloques de votación. Se leía la propuesta y era votada, en caso de ser aprobada mayoritariamente se volvía legalmente vinculante.
Como se puede ver, una sociedad dividida en dos grandes clases, a su vez dividía las tareas políticas en diversas instituciones y autoridades, e igualmente donde la tradición y el respeto de todo ello jugaban un papel fundamental. Es según algunos historiadores el haber dejado de hacer las cosas de esta forma, concentrar el poder en una sola persona, lo que va a provocar el declive de la República y la aparición del Imperio.
El segundo gran elemento a tener en cuenta son las personas históricas, esos personajes que no se desempeñarán de la forma descrita anteriormente, y con ello debilitarán las instituciones de la República.
En primer lugar Tiberio Graco, quien decidió no convocar al Senado y aprobar una ley mediante el llamado directo a la Asamblea de la Plebe. Como consecuencia de ello, el Senado decidió nombrar a otro tribuno de la plebe, Marcus Octavius, pero Tiberio decidió llamar de nuevo a la Asamblea de la Plebe e invalidar el nombramiento del Senado, agravando más la situación. En segundo lugar debemos recordar a Cayo Mario, quien fue siete veces cónsul.
La formación del primer triunvirato, sin sanción institucional por parte de César, Pompeyo y Craso, marca un parte aguas en el declive de la República Romana. El segundo triunvirato —este sí con sanción institucional— y la adquisición de un poder individual casi absoluto de Julio César, marca su fin, ya que rompe frontalmente con la tradición y la separación de las funciones tal y como estaba diseñado desde antaño.
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Escudriñar en el pasado de la historia de la sociedad Romana ayuda y viene bien en estos momentos. Gracias por compartir y advertir.