Por: Enrique Pastor Cruz Carranza
Claudia Sheinbaum Pardo aún no ha tomado posesión, y ya lo más execrable de los vestigios prostituidos del otrora invencible PRI, a través del ícono caciquil del estado de Coahuila —tierra que vio nacer al gran Venustiano Carranza— pretende convertirse en “asnos de Troya”. Junto con su “Club de Toby Campechano”, encabezado por Alejandro Moreno Cárdenas, intentarán aplicar la misma maniobra que realizaron con Xóchitl Gálvez Ruiz, traidora del pasado proceso electoral.
Las proclamas serviles del líder vitalicio en suspenso, Alito, y su hermano político Humberto Moreira, son una audacia clásica de quienes han construido su vida política sobre la vileza, la simulación, la intriga, la traición, la corrupción y un cinismo escalofriante.
Con la misma estrategia avalada desde Palacio Nacional para desarticular la organización social de la Marea Rosa y todos los grupos que integraron “Fuerza y Corazón por México”, ahora se disfrazan de “demócratas” para mantenerse vigentes en la lucha por el poder. Desplegaron toda su mezquindad con el apoyo del dúo AMLO-EPN, autores del fraude de 2018 y parte del acuerdo traidor por la impunidad de sus robos, protegidos por fueros como escudo.
Indiscutible es la astucia criminal de estos personajes, ejemplos de la baja, ruin y putrefacta política nacional, que actúan sin pudor con un libreto inescrupuloso de canallas.
Nunca han sido demócratas ni fruto de la cultura del esfuerzo; son parte de una cofradía donde Enrique Peña Nieto es el guía inmoral y AMLO su complemento en la máxima degradación vigente. Claudia Sheinbaum Pardo deberá actuar con mucha prudencia al considerarlos supuestos aliados, ya que ambos destructores y dictadores de las ruinas del PRI pretenden vender caro su denigrante amor prostituido al mejor postor.
Es la gran oportunidad de corregir el rumbo, tomar lo mejor del sexenio que concluye y convocar a una profunda reconciliación entre simpatizantes y opositores, sin perder autenticidad, pero con un profundo amor a la unidad nacional, para evitar perder un México donde nadie debe ser discriminado por sus creencias, preferencias de vida o militancia política honesta.
Es también el momento de poner un alto definitivo a quienes carecen de calidad humana, probidad y solo representan sus aviesos y podridos intereses, así como su enfermiza tendencia a la corrupción. La basura debe ponerse en su lugar, y es hora de sellar el último clavo en el ataúd de los Tartufos y verdaderos vividores parásitos que infectan la vida democrática de la nación.
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