Está a punto de terminar esta pesadilla que atinadamente definieron en la campaña electoral de 2012 como “un peligro para México”. A la mediocre Administración de Andrés Manuel López Obrador sólo le quedan horas para abandonar el poder y entregar la estafeta a Claudia Sheibaum Pardo, a quien impulsó, promovió, designó y convirtió en su sucesora.
Serán muy pocos los cambios que se operarán en el país, porque Claudia ha definido que su Gobierno será el segundo piso de la cuarta transformación, imagen propagandística precisamente de quien entrega pésimos resultados y se va, según dijo meses atrás, a La Chingada, el rancho de su propiedad que se localiza en Palenque, Chiapas.
Llegó el momento del análisis de los objetivos que prometió el tabasqueño, y las muy lamentables condiciones en que deja al país. Ensangrentado, dividido, enfrentado, con instituciones devastadas o destruidas, mayor endeudamiento, alta inflación, en recesión, sin transparencia, gravísima corrupción y el peor crecimiento económico en los últimos 36 años. Los mediocres resultados acusan un rotundo fracaso.
Tenía razón el asesor en estrategia política, el español Antonio Solá, cuando consideró que López Obrador constituía un peligro para México. Por desgracia, sus vaticinios se cumplieron. Y la peor amenaza, es que continuará involucrándose en decisiones de Gobierno, a través de su hijo Andy López Beltrán, a quien impuso en la Secretaría de Organización de Morena. Esa es la perspectiva de futuro, tomando en consideración que Sheibaum Pardo ha señalado que no se apartará de su consejo y vertiente política.
Varios libros publicados en los meses recientes registran los destrozos, las incongruencias, las ocurrencias, la corrupción, la presunción de compromisos con la delincuencia organizada, el feroz enriquecimiento de sus cuatro vástagos, el reparto de parcelas de poder —al parecer ad perpetuam— a sus allegados, la devastación del Poder Judicial, la desaparición de los organismos autónomos y el vaciamiento de todos los fideicomisos, con lo que deja prendida con alfileres la estabilidad financiera. Eso padecerá la Administración de Sheibaum Pardo.
Entre ese recuento, Pablo Hiriart Lebert elaboró una radiografía en “El destructor”, de lo que ha significado el Gobierno de López Obrador, y advertido de que los mexicanos conocían su carácter, tendencias, caprichos, deshonestidad, desdén y carencia de escrúpulos. Lo más grave es su pretensión de seguirse involucrando en la vida política del país.
Mención aparte merece la valentía de las mujeres. Ahí están para la historia las consideraciones y advertencias de Anabel Hernández, María Amparo Cazar, Denis Dresser y Elena Chávez González. Serán sus libros una consulta obligada para las próximas generaciones, para que puedan saber y entender que el tabasqueño ennegreció su futuro.
Fracasó López Obrador en prácticamente todos los aspectos. La Secretaría de Educación presentó dos libros sobre la historia de México, en los que promueve el pensamiento único, sin el soporte de bases científicas. Sus títulos son “México, grandeza y diversidad” e “Historia del pueblo mexicano”.
La mayor polémica son las nuevas ediciones de los libros de texto gratuito, en las que introdujo corrientes de las que ha nutrido su movimiento de la autodenominada cuarta transformación, clasificados como muy alejados de la idiosincrasia mexicana y promotores de la ideología que profesa y que significa la conservación del poder a cualquier costo. Populismo y dictadura.
Acabó con la dependencia que se encargaba de evaluar los alcances en educación y se apartó de la institución que en ese mismo sentido analiza avances o retrocesos en varios países. Un amparo semanas después corregiría ese error. Pero su desacato, definición de su personalidad, la mantuvo.
Por eso su andanada contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a la que eclipsó y devastó, con gravísimo riesgo para el equilibrio de poderes y la democracia. Una más, ignoró los correctivos a la trayectoria deforestativa del Tren Maya y para la oposición a sus caprichos y excesos hubo venganza en vez del reconocimiento.
Redujo las becas al exterior para estudiantes destacados, afectó a las instituciones promoventes de la ciencia y la tecnología, y sus universidades del Bienestar resultaron un fiasco más. Un fracaso rotundo el atraso ocasionado al sector educativo. Cancelar las evaluaciones no permitirá avanzar. Lo que no se puede medir, no se puede mejorar. Es innegable.
Otro gravísimo retroceso fueron los cambios que desde el inicio de su Administración promovió en salud, que prometió alcanzaría el estándar de Dinamarca. Canceló el Seguro Popular para imponer el Insabi, que resultó un fracaso. Pese a la gravedad de la crisis que padece el sector, ríe cínica y burlonamente y afirma que estamos mejor, mientras continúa el desabasto de medicamentos y la atención médica es insuficiente.
La demostración se encuentra en todas las instituciones de salud, donde infraestructura, herramientas y equipos tecnológicos son obsoletos. No hay medicinas, ni materiales de curación o limpieza. Fracasó su costosísima megafarmacia. Ante la insuficiencia de espacio y camas, los pacientes son ubicados en pasillos en sillas y camastros, mientras los familiares tienen que dormir en las calles de los hospitales.
López Obrador desapareció 187 fideicomisos multimillonarios creados por gobiernos anteriores para enfrentar crisis de diversa índole, entre ellos el encargado de la verificación de los desastres causados por fenómenos naturales. No se sabe el destino de los recursos y deja un país en bancarrota.
Termina su Gobierno con la peor crisis de inseguridad, jamás vista en la historia del país, con casi 200 mil asesinados, más de 60 mil desaparecidos, sin órganos autónomos de vigilancia y despojando al Poder Judicial de sus fideicomisos. Herencia maldita, por donde se le mire.
Hay que observar que fue pertinaz su insistencia en desaparecer los órganos autónomos, en su pretensión de que no sean supervisadas las acciones de su Gobierno. Su ferocidad mayor la enfocó en contra del Poder Judicial, al que sin pruebas, como fue común en su Gobierno, acusó a sus miembros de corrupción. Al tabasqueño los contrapesos le resultaron desagradables y le impedían operar sin controles. Eso era imperdonable para sus ocurrencias.
Sus obras insignia, el Tren Maya, el Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” y la refinería de Dos Bocas, fueron inauguradas inconclusas y sin entrar en operaciones. Su efectividad y rentabilidad están en duda, pues duplicaron o triplicaron su costo y constituirán pesadas cargas para el erario público. Obras faraónicas inservibles, que arrojaron un sobrecosto de 485 mil millones de pesos.
En todos los casos las mentiras fueron el eje de sus justificaciones. Para dar idea del desastre, el Tren Maya se presupuestó en 150 mil millones de pesos y actualmente alcanza la cifra de 500 mil millones.
Pero los mayores fracasos del Gobierno de López Obrador están en finanzas, economía, energías limpias, deuda pública y seguridad. Su promesa de que sanearía Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, que reduciría los precios de las gasolinas y que crecería el Producto Interno Bruto (PIB) en cuando menos el cuatro por ciento, no se cumplieron. Los costos a las finanzas y la economía son brutales. Diabólica herencia, insistimos, que se resentirá en los próximos meses, en el nuevo Gobierno que encabezará Claudia Sheibaum Pardo.
Para dar idea de la magnitud de la tragedia, Pemex tiene una pérdida acumulada en el sexenio de 210 mil 229 millones de pesos, lo que implica que perdió 587 millones de pesos diarios, y las deudas totalizan 210 mil millones de dólares. Comparativamente, son 30 mil millones de dólares más que al iniciar su Gobierno. Peor aún, adeuda a proveedores, por servicios prestados, 362 mil millones de pesos.
Las miserables entregas de dinero a ancianos y estudiantes y los aumentos a jubilados y pensionados, de acuerdo con analistas financieros, serán imposibles de sostener y a lo mucho durarán unos 10 años más. O sea, no previó lo que ocurrirá.
En síntesis, deja una deuda, de acuerdo con especialistas, de 17 billones de pesos. La aumentó en más de seis billones. La inflación acumulada en su sexenio es del 30 por ciento, el Producto Interno Bruto (PIB) apenas creció 0.9 por ciento, cuando ofertó más del 4 por ciento, no regresó el Ejército a sus cuarteles, les entregó la Guardia Nacional, que debía encabezar un civil, y les encomendó tareas indebidas. No aparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa y se cometieron 82 asesinatos cada día.
Aún más, no hay menos pobreza. El desfalco en Segalmex, empresa que creó, rebasa los 15 mil millones de pesos, y la próxima Administración la anexará a Diconsa, con lo que no habrán responsables en la cárcel. Por el pésimo manejo de la pandemia del Covid, murieron más de 800 mil mexicanos.
De ese tamaño descomunal es el engaño del populista López Obrador. Llegó al poder mediante señuelos de honestidad, y afianzó la corrupción, la impunidad, la incapacidad y la inseguridad, en un sexenio en el que prevaleció la destrucción.
Para comparar los efectos letales del populismo y la autocracia nos pueden servir de ejemplo las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde las libertades han sido canceladas, sus economías están en los linderos de la sobrevivencia y se violan diariamente los derechos humanos.
Valga este recuento, a grosso modo, para desmentir los desmedidos, inmerecidos, injustos e indebidos elogios que la gobernadora Layda Elena Sansores San Román ha prodigado a Andrés Manuel López Obrador. Sus palabras están totalmente divorciadas de la realidad. Los destrozos que cometió no serán superables en el corto y mediano plazos. Los hechos así lo confirman.
Y ahora que se va, ¿qué argumentos empleará la incorregible Layda Elena para justificar excesos, yerros, abusos, corrupción y falsedades de la Administración de su mesías Andrés Manuel López Obrador? ¿Podrá desmentir Sansores San Román que el Gobierno de la 4T otorgó protección a importantes capos de la droga? Estamos muy cerca de saber hasta dónde se involucró.
¿Podrá desmentir que las gasolinas registraron aumentos históricos? Desde que comenzó López Obrador y hasta el final de su Gobierno, sólo la Magna aumentó en 23 por ciento. ¿Podrá desmentir que la inflación acumulada de la Administración Federal es del 33 por ciento? ¿Podrá desmentir a Pemex, que acepta que la mayoría de las gasolinas que se venden aquí se importan de Estados Unidos y su principal materia prima es el crudo, que subió de 76.07 a 81.80 el barril en el último año?
¿Podrá la señora Sansores desmentir que el Gobierno de López Obrador dio a Pemex más de 2.1 billones de pesos, y sin embargo no pudo sanearlo?
¿Podrá desmentir Sansores que López Obrador propició el desmantelamiento de las entidades rectoras de diversas áreas del Gobierno y que para no informar o supervisar desapareció diversos órganos, entre ellos el Instituto Nacional de Transparencia?
Debería la señora Sansores aclarar cuáles fueron las bondades del Gobierno de López Obrador, de cuánto fue su crecimiento, qué promesas cumplió y dónde quedó el combate a la corrupción. Y hay que exigírselo, antes de que se le ocurra colocar en alguna avenida la estatua de su prócer. Nos advirtieron que era un peligro para México, y resultó ser el destructor del país.
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