Tribuna Campeche

Diario Independiente

Siempre hay otros | Mi deber frente al espejo

Mariano Espinosa Rafful

“Lo insoportable no es la rutina; es el problema nuevo”,
Mario Benedetti.

Qué complicado resulta disfrutar del presente, con los crecientes inconvenientes que se ciernen en torno a nuestras vidas. Somos una pequeña, ínfima parte de este paisaje de naturaleza en el que irrumpimos para dejar huellas que deberían ser imborrables, pero que con tanto acontecer cotidiano terminarán por quedar en el olvido.
Han sido 12 meses de intensidad incalculable para cumplir compromisos profesionales que con el paso de los días se fueron multiplicando, y si bien en algunos casos dejaron saldos favorables, en la mayoría nos quedamos deseando mejores resultados.
Termina un año de contrastes, desde todos los ángulos posibles, para un Gobierno Federal que hizo lo opuesto a lo que se comprometió. La realidad asusta, no deja de sorprender. Reducirían la pobreza, pero aumentó. Acabarían con la inseguridad, pero se desbordó. Terminarían la militarización, pero la incrementaron. Mejorarían los sistemas de salud, pero los acabaron. Mientras el presidente López Obrador arengaba en sus aburridas mañaneras que íbamos para adelante, en realidad nos llevó en reversa.
Por eso México enfrenta hoy problemas económicos serios, demasiado complejos, cuya solución no se puede encontrar entre idealistas chairos leales, sino entre los más capacitados en cada ramo que se requiera mejorar. Ello obliga a tener mayor diversidad de ideas, como debe ser en una democracia que conduzca a un horizonte multicolor, donde aniden opiniones, conceptos y objetivos que lleven a nuevas metas.
¿Qué se puede presumir de la economía mexicana? ¿La paridad del peso-dólar? Hasta este logro resultó nocivo para el bolsillo de los no pudientes clasemedieros, que reciben menores ingresos de las remesas que les envían sus familiares en el extranjero.
Crece el ambulantaje ante el fracaso gubernamental para atraer inversiones, lo cual nos tiene condenados a un frío invierno por los embates inflacionarios que encarecen todo y cada vez más nos obligan a extrañar los añejos calores de casa, en esa Isla maravillosa que es Ciudad del Carmen.
Continúa amarrada la economía local y es imposible dimensionar si el cacareado Tren Maya servirá como punta de despegue a los campechanos de todas las latitudes, desde Palizada hasta Calkiní. Los anuncios oficiales se desgastan en vender esa idea triunfalista, pero los análisis de los especialistas confirman su nula rentabilidad.
La gran deuda con el sector social crece, porque las políticas adoptadas continúan produciendo pobreza, abandono e informalidad. Estamos también alejados de dar mejores resultados en el tema educativo, porque el Gobierno se empecina a justificar que son herencias de un neoliberalismo ya inexistente.
Es imposible disfrutar el presente, cuando lejos de vivir se nos condena a sobrevivir. Los anuncios de continuidad del proyecto político que se pretende imponer en la elección de Estado que se avecina, no son más que focos rojos del camino hacia la autodestrucción que emprendimos hace seis años.
Ni perdidos ni extraviados, los ciudadanos debemos tener claro hacia dónde queremos ir y con quién lo vamos a hacer. Es momento de intensificar la crítica, sin dejar de lado la razón, tratando de mirar el espejo completo cada mañana. Se vale disentir, pero más aún dialogar, entender para resolver. Tenemos que tomar decisiones.
Atrás quedaron esos años donde hasta una mirada cambiaba el curso de una conversación en familia. Hoy los hijos crecen y se desarrollan en ambientes muy distintos a los que nos tocaron. Así como se nos exigen resultados en el día a día, es momento de hacer lo propio con nuestros gobernantes.
Tenemos que mantener las ilusiones y seguir soñando despiertos, dejemos esa zona de confort cada vez más acotada, para optar por mejores alternativas políticas que el día de mañana nos agradezcan nuestros hijos. Es momento de decir adiós a quienes ayer nos vendieron esperanza. Hagamos nuestra parte.

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