Jorge Gustavo Sansores Jarero
Trenecito transformador
Habrá Tren Maya para la fecha prometida por el presidente Andrés Manuel López Obrador, “llueva, truene o relampaguee”, aseguró. Será a finales del 2023 cuando el megaproyecto de la cuarta transformación inicie sus recorridos con miles de turistas, según lo planeado por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur).
Sin embargo, el avance en la colocación de vías, inicio de la construcción de estaciones y la integración de la tecnología necesaria para su operación, era apenas del 32 por ciento para finales del año 2021, de acuerdo al propio Fonatur. Quizá por ese dato hay quienes —amantes de la 4T— ya sacaron su calculadora y sumaron otro porcentaje similar para este 2022, y uno más para el año próximo, lo que les arroja 96 puntos porcentuales.
Lo que no tomaron en cuenta es que ese primer 32 por ciento no fue sólo por el avance del 2021, sino desde que el Proyecto Tren Maya inició, lo que equivale a tres años, así es que habrá que sacar de nuevo las cuentas para verificar los resultados.
Y si la idea de la calculadora no funciona, bastará con tomar la ruta carretera Campeche-Mérida y/o viceversa, para constatar que los durmientes y las vías aún no han sido colocadas en ese tramo, uno de los más importantes. Si acaso van nivelando el terraplén para su colocación, pero de eso a que ya vaya teniendo forma el proyecto, es otra cosa. Incluso el mentado terraplén está a medias.
Tan sólo en la ciudad capital, San Francisco de Campeche, cancelar el paso del ferrocarril en su ruta original, desde la “estación antigua” hasta Cuatro Caminos, ha retrasado la obra. Ni hablar del inicio de la construcción de la nueva terminal, que ahora estará ubicada en el Periférico “Pablo García y Montilla”, atrás de la Unidad Habitacional “Siglo XXI”, pues no se observa ningún tipo de movimiento que demuestre el inicio de la edificación.
¿Y las vías originales? Ahí siguen y tampoco pareciera que las vayan a mover. Quedarán como recuerdo de aquel tren de pasajeros y de carga que durante varias décadas atravesó por la ciudad, pero no más. Lástima, bien podrían ampliar avenidas o abrir nuevas rutas terrestres de comunicación, por donde ahora hay vías inoperantes y durmientes podridos.
Entre imágenes de terminales de primer mundo, videos en tercera dimensión y simuladores virtuales, se ha mantenido durante meses esta megaobra del Presidente. Los trabajos van lentos, y la paga de los trabajadores por parte de las constructoras subcontratadas jamás llega o pagan tarde. Hay deserción y molestia, por ende atrasos.
Pero tal vez eso de los tiempos, con la nueva ingeniería y los avances tecnológicos, quede en segundo término. Lo preocupante es la enorme deforestación que el Proyecto Tren Maya también deja a su paso en el sureste del país.
Tan sólo en el trayecto Cancún-Playa del Carmen, en Quintana Roo, fueron talados 20 mil árboles, derivado de la cancelación del tramo original. En su lugar fueron plantados siete mil nuevos arbolitos. De nuevo sacamos la calculadora y nos faltan 13 mil. Aún así, esta cifra de deforestación sigue siendo mínima o está bien maquillada.
De acuerdo al Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), el proyecto ferroviario de la 4T causará la deforestación de 2 mil 500 hectáreas de selvas húmedas y secas, tendrá impacto negativo en las áreas naturales protegidas, y el ruido provocará graves problemas a las especies endémicas, por mencionar algunos aspectos adversos.
El 53 por ciento de los terrenos por donde pasará el Tren Maya son ejidales, lo que ha causado conflictos sociales. Ya han sido expropiadas centenas de hectáreas e inmuebles para su construcción. Sumemos el encarecimiento de la obra en un 47 por ciento, al pasar de 140 mil millones de pesos a 200 mil millones en lo que lleva. Y aún falta para concluir.
Los pagos por indemnización también han sido millonarios, además que han causado grandes conflictos entre los ejidatarios, pues un representante ejidal recibe el pago por parte del Fonatur, para luego supuestamente repartirlo entre los beneficiarios, pero generalmente se llevan parte del dinero quienes lo reciben, y se lo reparten con funcionarios del Tren Maya.
Y así será hasta el final, con un proyecto lleno de tropiezos, de desvíos de ruta y de dinero, con problemas ambientales, deforestación, corrupción —de la de ahora— y caprichos que tendrán que estar listos para finales del 2023, no porque la ingeniería, la técnica, la tecnología, el clima, la economía y la solución de problemas sociales lo permitan, sino porque así lo quiere el presidente López Obrador.
De aquí a eso tal vez veamos lista alguna terminal de pasajeros, posiblemente nos enteremos que a los empleados de la construcción del Tren ya les pagaron lo atrasado, y hasta podríamos pensar en que retirarán las vías que atraviesan la ciudad capital, pero quizá de tanto pensar terminemos cansados. Al menos nosotros sí pensaremos.
Y esta es la muestra de que en algunos casos, como el Proyecto Tren Maya, la deforestación está “justificada”. Por otro lado escuchamos discursos de preocupación por la tala inmoderada en el sur de la entidad, por el paso de talamontes y “mafias cimentadas en pasadas administraciones”, pero ninguna queja o crítica ante la probada tala de árboles por el megaproyecto sexenal, miles de ellos derribados sólo para cumplir un capricho.
Ahora bien, no critico el proyecto que seguramente traerá muchos turistas y dejará gran derrama económica en la entidad, si es que lo concluyen y cumple las expectativas de los viajeros, claro. De eso no tengo duda, será de mucho beneficio. Me preocupa que en su avance —muy lento— sigan acabando con algo tan preciado como la naturaleza y la vida silvestre.
Y aunque existen programas populistas como “Sembrado Vida”, que incluso beneficia con millones de dólares a países centroamericanos, es insuficiente para devolver a la región las hectáreas deforestadas. Para eso no hay crítica, señalamiento, preocupación, enojo ni discurso.
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