El ritual ancestral del ‘Hanal Pixán’ o comida de las ánimas, se mantuvo vigente entre los campechanos durante el ‘Día de Muertos’, pues cientos de familias como la López se reunieron para elaborar el ‘pi’ o pibipollo y colocar el altar, en espera de sus fieles difuntos que, según la creencia maya, viajan desde el inframundo para visitar a sus seres queridos en la tierra.
Ni la difícil situación económica por la que atraviesa el Estado fue impedimento para que esta numerosa familia reviviera esta tradición prehispánica en su hogar del barrio de San Francisco, donde abuelos, padres, hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos ayudaron en la preparación de este alimento.
Siguiendo al pie de la letra la receta que le heredaron sus ancestros y que se ha transmitido por seis generaciones, los López, guiados por su patriarca, don Eduardo Ramón López Ayora, prepararon la masa con manteca, sal y xpelón, que luego mezclaron con la carne de pollo, gallina y puerco, tomate, cebolla, epazote, chile habanero y finalmente cubrieron con hoja de plátano.
La elaboración es todo un ritual para esta familia sanfrancisqueña, desde el cocido del nixtamal y la col, hasta el amasado, la formación de los moldes y sellado de los pibipollos, como lo hacían los antiguos mayas. Una vez armados, y previo encendido de la leña, fueron depositados en el hoyo, cubiertos con más leña, láminas, tierra y hoja de pixoy.
Un pibipollo de regular tamaño tiene un costo de 250 a 300 pesos, según los ingredientes, pero para la familia López, nada es más valioso que mantener viva esta tradición para recordar a sus familiares que se adelantaron en el camino.
A sus más de 80 años don ‘Lalo’ se encarga de abrir el hoyo, colocar y encender la leña, y una vez colocados los pibipollos, sellarlo con hojas de pixoy, láminas y tierra, para honrar a sus familiares.
Por ello, también colocan el altar con las fotografías de todos sus fieles difuntos, elaboran el tradicional ‘chorreado’ o ‘champurrado’, herencia de la abuela María del Socorro Ayora, y encienden velas que guiarán a las ánimas en su viaje desde el inframundo hacia la tierra, y de regreso al descanso eterno.
La familia López considera el Día de Muertos una tradición legendaria para las familias campechanas, confían en que las nuevas preserven esta tradición y llaman a los campechanos a no sepultarla, pues sería dejar morir el recuerdo de quienes ya no están entre nosotros.
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