GOBERNADORA FIFÍ. No hay dicho perdido. Quien tiene más saliva, traga más pinole. Criticó hasta el cansancio la mandataria a Alejandro Moreno Cárdenas por utilizar aviones para trasladarse, y ahora ha resultado cotidiano verla haciendo lo mismo. Antes para ir a Carmen, ahora para ir a Candelaria. ¿Dónde quedó su austeridad republicana? ¿No que no hay dinero para pagar esos excesos?
A lo mejor porque no deja de disfrutar esa gran vida de magnate que se da, es que en su Martes del Jaguar exclama “¡nosotros estamos en Jauja!” o “¡estamos viviendo momentos de privilegio!”. Ella es la que está en Jauja disfrutando privilegios que dijo “se habían acabado”.
De igual forma se le ve, como a todo su gabinete, en camionetas de lujo con choferes y guaruras, y peor aún, escoltados por policías que en vez de vigilar y frenar la delincuencia sirven de seguridad privada a la mandataria y a sus perros favoritos. ¿No que también eso se había acabado? Pero más rápido cae una habladora que un cojo.
FISCAL FISCALIZADO. Apenas la semana pasada en entrevista en Tragaluz, Renato Sales Heredia expresó que para acusar se necesita tener pruebas, justo como las que hay en su contra en la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción de la Fiscalía General de la República, por no aclarar en qué destinó más de 807 millones de pesos cuando fue titular de la Comisión Nacional de Seguridad.
¿Por qué lo ha protegido la Federación de tan exorbitante desvío? ¿Por qué si hay tantas pruebas de corrupción no se ha procedido legalmente en su contra? ¿Quién le otorga tal impunidad? ¿Acaso a los militantes de Morena sí se les permite robar y a los de otros partidos se les persigue?
Sales Heredia es señalado como el principal operador de un centro de espionaje, junto con el sobrino de la gobernadora, Gerardo “Seso Loco” Sánchez Sansores, con equipos presuntamente extraídos de la Comisión Nacional de Seguridad, sin que hasta hoy se abra una investigación. Eso sí, los frutos de ese espionaje salen a la luz cada Martes del Jaguar.
LA MORAL RASTRERA. Y hablando de tragar pinole, ¿recuerdan aquella confesión de Sansores de que “alguien” le hizo llegar las grabaciones telefónicas que dio a conocer en su programa semanal, porque sintió que tenía ese “deber moral” con la ciudadanía? Pues sepa que la rastrera moral de la mandataria sólo sirve para satisfacer intereses políticos.
Resulta que cuando era diputada federal por Convergencia, en el sexenio de Felipe Calderón, el expolicía federal Francisco Cañedo le entregó una carta donde le contó de una reunión del entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con los narcotraficantes Arturo Beltrán Leyva y La Barbie. ¿Por qué Sansores eludió el “deber moral” de hacerlo público?
Sansores no hizo más que recomendar al expolicía mandar una carta anónima a Proceso, el semanario que hoy difama. ¿No que muy comprometida con decir la verdad? Estar enterada de un evento ilícito y no haberlo denunciado, ¿la hace cómplice por encubrirlo? La respuesta la tiene el lector y la investigación las autoridades.
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