“Sol, playa y en la arena, vamo’ allá… Y hace calor y hace calor…”, el ritmo de la música, el sonido de las olas, el olor de la comida y la ingesta de bebidas de todo tipo, gaseosas y espirituosas, es poco de lo mucho que pudieron disfrutar los miles de personas, quizá alrededor de cinco mil que llegaron ayer a Playa Bonita.
“Ella en el agua, ella parece una sirena… Y a mí me gusta, ella me encanta…Y ella se luce cuando a ella le cantan…”, es la letra de la música que alegres comensales escuchan. “Tito el Bambino” les alegra la tarde; inadvertido para ellos los casi 40 grados centígrados que el astro rey arroja sobre ese punto del planeta.
La alegría se contagia y el bullicio de cientos de pequeños que chapotean a orilla de la playa bajo la mirada vigilante de sus padres, provoca ese efecto. Guerra en el agua, competencias de nado, de ver quién aguanta más la respiración bajo el agua y de entrar y salir una y otra vez, hacen la delicia de los infantes, a quienes no les importa incluso remojarse con el bocado que han ido a hurtar a la palapa donde los adultos se refugian del sol.
La arena, ardiente por el sol pero fría en la sombra, también es elemento de juego y entretenimiento. Hay “enterrados” por doquier, otros bañistas realizan lo que consideran majestuosos castillos, pero que ceden y se derrumban por las propias pisadas de sus constructores.
Muchos permanecen en el agua usando flotadores, que hay de infinidad de colores, y si no tienes uno están los venteros que, ante la curiosidad y anhelo infantil, ofrecen salvavidas de múltiples formas y tamaños.
Pero entre el oleaje hay también jóvenes y adultos que a temprana hora y a bordo de automóviles, motocicletas o camiones llegaron a la playa. No les importó pagar la cuota de ingreso, 10, 50, 200 pesos y más, pues llegaron “en bola” a divertirse con la familia y amigos.
Sobresalieron también los tendederos de hamacas tanto en palapas pequeñas como grandes, “adornados” con mesas llenas de todo tipo de comida, botanas y antojitos, llevados exprofeso para calmar el hambre que provoca nadar, correr o reposar.
Son momentos únicos, anhelados, ideales para la convivencia, para recordar anécdotas, contar chistes y chismes, enamorar y conquistar a la pareja que aceptó la invitación de ir a playa y dejar atrás problemas, preocupaciones y todo aquello que provoca tensión y estrés.
Sí, fueron miles los que llegaron a Playa Bonita, que desde las 7 de la mañana abrió sus puertas a visitantes locales, nacionales y extranjeros.
Son días de asueto, de descanso, de reflexión, pero nada más agradable que hacerlo a orilla del mar, degustando un buen pargo, boquinete o chacchí frito, mientras a lo lejos se escucha la melodía “Arena y sol, el mar azul….”.
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