Elio Masferrer Kan (*)
“La victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana”.
Esta frase es de Napoleón Bonaparte, aunque J.F. Kennedy la puso de moda al asumir políticamente el costo de la frustrada invasión a Bahía de Cochinos, Cuba en abril de 1961. Es habitual que en la Iglesia Católica y los protestantes históricos atribuyan la pérdida de feligreses a los de la tendencia opuesta, por ello recurriré al Annuario Pontificio de la Iglesia y a datos censales, para que veamos a quién le va peor.
Tomaré como indicador la relación de bautizos católicos con nacimientos y las cifras de los censos de población para tratar de entender las tendencias. La Diócesis de Cancún-Chetumal, a cargo de la Legión de Cristo desde 1980 es un excelente referente, pues además coincide con los límites del Estado de Quintana Roo. Tiene desde un área metropolitana de turismo internacional, a comunidades mayas muy tradicionales. En 1980 eran los católicos el 80% de la población y ahora (2020) tienen el 56%, Quintana Roo es además uno de los Estados con mayores índices de evangélicos y no creyentes.
En otras latitudes, la provincia de San Juan en Argentina lleva más de 30 años a cargo de un obispo del Opus Dei, los bautizos descendieron y más del 25% no se bautiza católico, a principios de los 90 del siglo pasado se bautizaba católico en 95% de los nacidos.
El Estado de Chiapas es de los que tiene el mayor índice de evangélicos y habitualmente se atribuye la responsabilidad de la crisis al ya fallecido obispo Samuel Ruiz García, un referente de la Teología India y de la Teología de la Liberación. Esta explicación no es suficiente, pues el Estado de Chiapas tiene tres Diócesis, San Cristóbal, Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, cuyos obispos fueron conservadores y tienen una fuerte disminución de feligreses.
En el extremo norte de México, frontera con Estados Unidos, la Arquidiócesis de Tijuana tuvo 22,565 bautizos en 2016 y bajó a 17,775 en 2022. En Santiago de Guatemala los bautizos fueron 35,364 en 2016 bajando a 28,938 en 2022. La Diócesis de Saltillo en México, que estuvo a cargo del obispo Raúl Vera OP, un exponente de la Teología de la Liberación bajó de 24,250 bautizos en 2016 a 21,548 en 2022, ya con otro obispo.
En la Diócesis de la Tarahumara, un lugar de trabajo histórico de los jesuitas, con gran población indígena, los bautizos descendieron a 1,357 en 2022, cuando estaban en 3,406 apenas en 2017. En El Salvador los bautizos estaban en 65,728 en el 2010 y bajaron a 48,658 en 2021 donde predomina una jerarquía conservadora.
En términos generales podemos concluir que la disminución de los bautizos, tomando a estos como el principal indicador de involucramiento activo de los feligreses con la milenaria institución es una cuestión generalizada en la Iglesia Católica.
La disminución de la afiliación no quiere decir que los latinoamericanos se incorporan activamente a las filas del ateísmo y el agnosticismo, si bien estas tendencias aumentan, la mayoría de los católicos desencantados se incorporan a las filas del cristianismo evangélico y particularmente en el pentecostalismo, el neopentecostalismo y el transpentecostalismo.
Actualmente hemos encontrado la incorporación de jóvenes y nómadas digitales a iglesias multisituadas, que utilizan las redes digitales como estrategias muy eficientes para el proselitismo religioso. Generando así nuevas formas de feligresía digital.
Las iglesias multisituadas, fortalecidas por las prácticas religiosas desarrolladas en el aislamiento de la pandemia se han consolidado entre personas menores de 50 años y en los Estados Unidos, donde Pew Research Center los ha estudiado llegan a un cuantioso 25% de los entrevistados.
La información recolectada nos permite concluir que el asunto no pasa por teologías de la liberación o las teologías de la prosperidad (muy conservadoras). El problema que hemos detectado en nuestro trabajo de campo y que ratifican las cifras expuestas es que las iglesias tradicionales en el mundo protestante y la Iglesia Católica en América Latina no han logrado construir propuestas espirituales consistentes para las nuevas generaciones, y que esto se agudizó, en el contexto de la pandemia, donde los sacerdotes y pastores tradicionales quisieron construir “púlpitos electrónicos”, sin desarrollar nuevos lenguajes y propuestas generacionales.
Probablemente asistamos a un gran relevo institucional en el campo religioso, pues lo más factible es que nadie quiera asumir la responsabilidad en la derrota.
(*) Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH).
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