Mariano Espinosa Rafful
El objetivo de la argumentación, o de la discusión, no debe ser la victoria, sino el progreso.
Joseph Joubert.
La Unacar está hoy en una gran encrucijada, presa del cinismo de quienes mantienen, sin lo que por ley les corresponde pagar, desde noviembre pasado, a los trabajadores jubilados, en su inmensa mayoría de ellas y ellos sin ingresos por la obviedad de la edad adulta, donde el humanismo no es bandera de las “nuevas” autoridades, que llegaron a inflar la nómina.
Si bien se notificó, porque hay oficios, en tiempo y forma de que el fideicomiso se estaba agotando, porque además se estranguló a las finanzas, reduciéndole su presupuesto, cuando todos sabemos que la pandemia dejó mantenimientos preventivos convertidos en correctivos, instalaciones cerradas que requirieron erogación de recursos.
Se pagó hasta donde alcanzó, y Campeche echó a andar lo mismo de siempre al interior de la Universidad, ofreció plazas, hoy sabemos que son 70 ingresos de personal de confianza, porque Ramón Magaña, un esquirol convertido en títere de Juan Pablo Cetina Monterrey, el poder tras la rectoría de Sandra Laffón, a quien aseguran le quedan meses muy complejos para hacerse a un lado.
Ahí están importantes dineros que bien pudieron haber servido para pagara a quienes le dieron gran parte de su vida al trabajo en la Unacar, y que hoy no son ni escuchados, menos recibidos, ni por la rectora, ni por el sindicato, que chicanea los tiempos ante las instancias laborales, posponiendo el emplazamiento a huelga para el mes de agosto.
Pero no hay fecha que no se cumpla, a cada santo le llega su día, y en este caso el infierno de Dante lo están viviendo hasta los alumnos, que han sido relegados. No hay avances académicos, sólo placeo, fotos, entrega de constancias patito, con la redención de al menos tres exrectores manipulados por un Patronato de papel de china, auspiciado por tiendas de autoservicio.
El poder económico que se adquirió, seguramente con negocios al margen de la honorabilidad, honestidad, transparencia y, sobre todo, falta de rendición de cuentas de quienes en una primera fila miran absortos lo que hoy han convertido con su consentimiento a la Universidad de los pescadores, de los obreros, de los empresarios de los tiempos del camarón, no de estos sumisos personajes de ficción.
Lo único que consideramos hizo mal el exrector José Antonio Ruz Hernández, fue no solapar el fraude que se realizó por la extesorera, a la cual en la FCCECAM no ha hecho absolutamente nada, sino al contrario, la ha protegido, y del expediente por los casi 60 millones de pesos nadie sabe, nadie supo. La denuncia se realizó y los presuntos responsables “huyeron”.
Los tendederos dejaron buenos dividendos, al menos 70 plazas, con buenos sueldos, y el abandono de los temas legales, donde se dejó de pagar los servicios de un despacho, que ya estaba muy avanzado en la responsabilidad de los casos de la administración anterior a Ruz Hernández.
Campeche una vez asestó un golpe casi mortal a la Universidad, impuso de manera ilegal a una rectora que no sabe la “o” por lo redondo, y con la clara sospecha de que al menos un exrector, con pésima reputación después de su paso por Rectoría, asesora y dicta lo que se debe hacer, a quién “congelar” sin chamba, creando duplicidad de plazas y engordando sin razón una nomina que bien podría servir para pagarles a los jubilados.
El colmo de todo esto es la lógica de que el año pasado el pavo que se les proporcionaba a los mil 100 trabajadores, estaba presupuestado y debió darse, es uno de los puntos álgidos de la negociación hoy, sólo con Magaña y sus secuaces, a 300 pesos cada pavo, al menos son 330 mil pesos de los cuales no se rinden cuentas. Sexta de muchas partes.
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