Josefina Vázquez Mota
Bien lo dijo Martha Bárcena: ‘La ilegalidad, reflejada en difusión de datos privados, uso de las instituciones del Estado para atacar ciudadanas con aspiraciones presidenciales válidas, campañas adelantadas, afecta negativamente el futuro de México. Hay que decir ‘No a la violación a las leyes’’.
Y también hay que decir: No a la violencia política de género.
Desde que mi amiga y compañera Xóchitl Gálvez señaló su interés por ser candidata presidencial en 2024, ha sido atacada desde el púlpito mañanero todos los días.
Dichos que llevaron al Instituto Nacional Electoral (INE), a solicitar al Presidente de abstenerse de realizar comentarios referentes al proceso electoral del próximo año. El INE advirtió que se debe evitar violentar de manera irreparable los principios constitucionales, algo que por desgracia para el Presidente no aplica, pues su principio rector es: ‘No vengan con ese cuento de que la ley es la ley’.
El inquilino de Palacio Nacional no sólo vulnera los principios constitucionales de imparcialidad y neutralidad de un proceso electoral, sino que además, práctica como deporte la violencia política de género.
La violencia política de género no sólo es una expresión del machismo, de la misoginia y del patriarcado, sino es también, el miedo a las mujeres exitosas, independientes, trabajadoras, profesionales, con decisión y autonomía.
Los hechos más recientes demuestran el uso indebido de las instituciones para atemorizar a los aspirantes de la oposición.
Habrá que entender urgentemente que esta es una lucha sin límite, ni referente legal alguno desde el más alto poder, que para seguir conservándolo, es capaz de hacer cualquier cosa; tal y como lo han demostrado a lo largo de la historia los gobiernos autoritarios que fundamentan su permanencia en la persecución política, encarcelamiento de opositores, reformas a su conveniencia, el uso de la fuerza pública y la propaganda de odio desde el poder en contra de sus adversarios.
Los meses de mayor riesgo apenas están por venir, la tentación por demostrar este poder autoritario será creciente. Lejos de bajar la guardia y echar campanas al vuelo con prisa, son tiempos de cerrar filas y de trabajar incansablemente para recuperar libertades, derechos, instituciones, el respeto a la legalidad y la paz. La batalla apenas comienza.
En el caso de Xóchitl, hay una mujer honesta, entera y valiente para enfrentarlo. No está sola.
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Que vieja tan terca