Jorge Zepeda Patterson
Ninguno de los dos lo quería, pero no parece quedarles más remedio que juntarse. Para Marcelo Ebrard y para Movimiento Ciudadano (MOCI), cualquier alternativa sin el otro resulta peor que el maridaje al que les está orillando las circunstancias. Movimiento Ciudadano actuó con toda lógica al decidir lanzar su propia candidatura presidencial. Si MOCI desea ser considerado una tercera vía frente a la polarización dominante, no tiene sentido sumarse a alguna de las dos candidaturas, la oficialista o la de la oposición. Construir esa narrativa le exige presentar candidato propio, al margen de “la clase política” y de los partidos tradicionales. Salvo por un riesgo: una votación muy baja desnudaría al partido y terminaría haciendo de la candidatura independiente un autogol. De allí la necesidad de conseguir un abanderado atractivo.
MOCI necesitaría alcanzar una votación superior a 10% (15% sería un éxito) para ser percibido como una verdadera fuerza emergente. Por el contrario, una votación de 5 o 6%, que es la intención de voto que hoy genera MOCI en las encuestas, lo dejaría en los márgenes que durante años mantuvo sin mayor pena ni gloria el Partido Verde Ecologista de México, PVEM, es decir, un recurso para vender alianzas, no para gobernar. Así que todo depende del candidato a postular.
Las cartas propias por las que podría haber apostado MOCI eran interesantes: Luis Donaldo Colosio, presidente municipal de Monterrey y heredero del exitoso apellido, y Samuel García, polémico e hiperactivo gobernador de Nuevo León. Pero el primero se descartó de manera categórica, entendiendo que su trayectoria política apenas comienza. Por su parte, el joven gobernador nuevoleonés lo intentó pero su congreso local, dominado por adversarios, se lo habría rehusado y las autoridades electorales federales prefirieron no intervenir al respecto.
Salvo por un problema: ningún tribunal puede conseguir que deje un sustituto a modo, pues ese nombramiento le compete al congreso local. Se da por descontado, entonces, que durante su licencia gobernaría un opositor, con todos los poderes para desmantelar, perseguir o exhibir al gabinete de García o incluso a él mismo. Algo que le obliga a pensar dos veces antes de meterse a la aventura. No está descartado del todo, pero su incursión en la boleta presidencial parece cada vez más improbable. En suma, súbitamente MOCI se quedó sin novio para la boda. El resto de los precandidatos propios no convence a nadie y podría comprometer los objetivos mínimos en la votación presidencial.
Con tal panorama a MOCI le quedan prácticamente dos meses para encontrar una figura independiente, un personaje popular que quiera incursionar en la política; eso, o Marcelo Ebrard. Dante Delgado, el mandamás del partido, ha sostenido la conveniencia de reclutar al excanciller, pero los principales alfiles de la organización Samuel García y, sobre todo, Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, habían externado su rechazo a la incorporación de Ebrard temiendo que el peso de su grupo modifique la correlación de fuerzas dentro del partido. En los últimos días ambos han levantado el “veto”. Alfaro, tras muchas reticencias reconoció este martes, y por vez primera, que Marcelo también podría ser candidato de MOCI. Al buen entendedor.
Por lo que respecta a Marcelo Ebrard sus escenarios también se han ido cerrando. Él confiaba que, de alguna manera, en la recta final podría vencer a Claudia Sheinbaum y obtener la candidatura de Morena. Obviamente, no fue así, y podemos dar por sentado que la campaña de cuestionamientos que ha abierto Ebrard contra el proceso interno no cambiará el resultado. Más aún, la severidad de sus críticas en contra del partido destruye de facto la posibilidad de que se convierta en el coordinador de Morena en el Senado el próximo sexenio, posición que le garantizaba su segundo lugar en la encuesta interna. Es evidente que, habiendo perdido la candidatura de Morena, no se ve dentro del movimiento. Sus palabras dicen una cosa, pero sus actos políticos son justamente lo contrario.
Estos llevan a pensar que Marcelo teje una narrativa que le permita legitimar la salida del proyecto obradorista atribuyéndolo a las prácticas incorrectas de la organización. En esta lógica, su indignación habría agotado las instancias de protesta institucional y su “sentido de responsabilidad” le llevaría a intentar buscar una sociedad más democrática y equitativa por otra vía. Es decir, una justificación moral y política, pero también la construcción de una carta de presentación conveniente a los ojos de otra organización. Una que cuestione las prácticas de los políticos tradicionales y apueste por los ciudadanos. Es decir, MOCI.
Insisto, quizá ambas partes habrían querido otra cosa. Pero tanto en el caso de MOCI como el de Ebrard, sumar esfuerzos es hoy en día más redituable que la alternativa. Según las pocas encuestas disponibles, aunque ninguna corresponde a las empresas importantes, Marcelo obtendría para MOCI mayor votación que Samuel García, ya no digamos cualquier otro abanderado disponible en el mercado político. Para Ebrard tampoco hay otro plan B a la vista: no hay partidos disponibles y ya venció el plazo para apuntarse como candidato independiente; queda la posibilidad de fundar una nueva organización desde cero, pero ya lo intentó con Manuel Camacho hace 25 años con resultados muy magros y eso que era más joven y el partido en el poder (PRI) mucho más débil.
Los matrimonios de conveniencia no suelen ser propicios para la pasión amorosa, pero pueden ser muy efectivos para fusionar intereses poderosos, como sabemos desde tiempos inmemoriales. Si MOCI y Marcelo resuelven su contrato prenupcial y consiguen una votación atractiva en junio, podrían cosechar un número significativo de legisladores, verdadero objetivo inmediato de este partido. Cuarenta o cincuenta diputados de MC conducidos por Ebrard convertirían a esta fuerza en fiel de la balanza de proyectos, leyes y presupuestos el próximo sexenio. Nada despreciable como punto de partida para el México de reacomodos que nos espera tras la partida de Andrés Manuel López Obrador, factótum de los últimos años. El asunto promete boda. Veremos.
@jorgezepedap
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