Tribuna Campeche

Diario Independiente

De política… y cosas peores | Oportunidad para las hienas

Catón

Al pobre Onán, personaje de la Biblia, le han creado fama de puñetero. No lo fue. Él lo único que hacía era lo que es fama que hacen los trenes ingleses: salir a tiempo. Quiero decir que no practicaba la masturbación, sino el llamado coitus interruptus: cuando sentía la proximidad del orgasmo se salía del sitio a donde había entrado y derramaba su semen afuera para no embarazar a la mujer. Y es que esa mujer no era la suya, sino la viuda de su hermano, y por ley debía preñarla para que el muerto tuviera un hijo que llevara su nombre y lo heredara. A Onán no le gustó la chamba de suplente, y por eso no terminaba donde debía terminar. El Señor, molesto por la onanística artimaña, le quitó la vida a Onán. Ésta es una de las muchas edificantes historias que vienen en el Sagrado Libro. Al igual que todos los libros sagrados, la Biblia debe leerse con cautela, pues en ella vienen cosas de incestos, adulterios, asesinatos y otras lindezas de similar jaez. Así, el uso de la palabra “onanismo” como sinónimo de masturbación no es del todo justo, y muy injusta la mala reputación con que hasta la fecha carga el desdichado Onán, que no sólo nunca pudo terminar a gusto, sino que además fue víctima de la cólera de aquel violento dios, el del Antiguo Testamento. Yo pienso que leer a Dickens te inclina más a la bondad y al bien que la lectura de esos relatos que espeluznan. Pero estoy invadiendo terrenos que no me corresponden. Mi intención era traer a colación la vez en que Pepito le dijo a su abuelita; “Ya sé hacerme la porla”. Se sobresaltó la señora, y más cuando el chiquillo le anunció que ahí mismo se la iba a hacer. En efecto, se la hizo: “Por la señal”. Como hienas al acecho —no tigres, y ni siquiera lobos, sino hienas, animales carroñeros— están ya las bandas del crimen organizado esperando los dineros que se destinarán a la reconstrucción de Acapulco. Buscarán expoliar a quienes los reciban. Antes del huracán el bello puerto era ya coto de los delincuentes, que hicieron de él una de las ciudades más violentas del mundo, con un índice de criminalidad que espanta. Ni las autoridades civiles ni las Fuerzas Armadas —Ejército, Marina, Guardia Nacional, corporaciones policiacas locales— han hecho nada para poner freno a ese mal que tantos daños ha causado al puerto. La rapiña que se suscitó con motivo del huracán no es sino reflejo de un estado de cosas en que la ley es letra muerta y donde privan la corrupción y la impunidad. Ahí, y en casi todo Guerrero, el crimen organizado puede más que el gobierno desorganizado. Si se quiere que los fondos que se aplicarán a auxiliar a Acapulco no paren en malas manos serán necesarias una estrecha vigilancia y la presencia ostensible de una fuerza pública decidida a enfrentar a los grupos criminales. De otro modo la reconstrucción del puerto significará una nueva oportunidad de medro para las hienas… El severo genitor habló, solemne, con su hijo en edad de merecer, pues temía que fuese a andar con amigos pesados y con amigas ligeras. Le dijo: “Yo llegué al matrimonio sin haber tenido nunca ninguna relación carnal pecaminosa. A lo largo de toda mi juventud fui casto, honesto, puro. No conocí el sexo sino hasta después de casarme con tu madre. ¿Podrás tú decir lo mismo?”. “Sí, papá —respondió el chico—. Pero a mí sí me va a ganar la risa”… Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, invitó a sus amistades a una cena. Quería alardear del reciente viaje que hizo con su esposo, don Sinople. Comentó: “Fuimos a la Florida, y estuvimos en una ciudad muy bonita que se llama Kote”. “Tampa, mujer; Tampa” —la corrigió el señor. (No le entendí). FIN.

Mirador

Armando Fuentes Aguirre

John Dee encontró la piedra filosofal después de 50 años de buscarla.
Con esa mágica materia podía fabricarse oro. Quien la poseyera sería el hombre más rico del mundo.
A nadie comunicó John Dee su hallazgo. No sólo eso: fue a lo más denso del bosque y arrojó la piedra a un profundo foso habitado por alimañas al cual nadie nunca se acercaba.
¿Por qué hizo eso? Porque pensó que así como no había podido resistir la tentación de saber tampoco podría resistir la tentación de tener. O sea que tuvo miedo de sí mismo. Tal es el mayor miedo que puede sentir cualquier humano, pues de todos tus enemigos puedes escapar, menos del que va contigo.
Ahora John Dee es feliz. Encontró algo mejor que la piedra filosofal: halló una mujer buena, y la desposó. El anillo de bodas que le dio no era de oro.

¡Hasta mañana!…

Manganitas

AFA

“…El invierno será muy frío…”.

Para prevenir el mal
de ese tan helado medio
no existe mejor remedio
que el tequila o el mezcal.

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