Luis Estrada (*)
El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sí cuenta con un manual de manejo de crisis y control de daños. Lo ha aplicado en todas y cada uno de los imprevistos, las tragedias naturales, las negligencias y las omisiones de sus funcionarios de Gobierno. La única diferencia es que sus acciones son contrarias a lo que se requiere para manejar las crisis, mitigar el daño, controlar la narrativa y obtener el reconocimiento de la opinión pública.
Sus acciones buscan minimizar la crisis (no enfrentarla ni solucionarla), apostando a que pronto otra crisis la superará y cambiará de tema. Posteriormente, integrantes de su partido las mencionarán en sus discursos y publicaciones, en desplegados o en redes sociales.
El manual de crisis de AMLO tiene los siguientes apartados:
- Ignorancia: Ante el desconocimiento del impacto del Gobierno en el diseño e implementación de políticas públicas, el presidente AMLO proyecta el papel de su Gobierno de forma ambigua: por una parte afirma que “se utilizarán todos los recursos disponibles” para atender la emergencia y, por otro, la implementación de la ayuda carece de figuras gubernamentales, su presencia es mínima o tardía, y la coordinación de labores es irregular.
- Silencio: A pesar de que el presidente AMLO afirma que las conferencias de prensa diarias son un mecanismo de información, transparencia y rendición de cuentas, usualmente evita comunicar la versión oficial a la brevedad. No es creíble que desconozca los detalles de crisis que se reportan horas antes en medios de comunicación masivos y en redes sociales.
- Negación: El presidente AMLO y sus asesores constantemente se equivocan al no calificar como crisis situaciones que son o pueden ser catastróficas. Sin embargo, se enfocan en el momento desde el cual puedan deslindarse de sus responsabilidades, con lo cual aceptan la existencia de la crisis. Una vez que reconocen la crisis buscan desmarcarse como sea, pues ya van tarde.
- El peor resultado posible: El presidente AMLO compara sus crisis con el peor escenario posible, pues busca reducir las expectativas de respuesta del Gobierno: si no estuvo tan grave ¿por qué el Gobierno debería hacer un esfuerzo?
- Plazos irreales: La promesa de una pronta vuelta a la normalidad minimiza, intencionalmente, la magnitud de la tragedia y reduce las expectativas de la responsabilidad del Gobierno. Cuando se vence el plazo, se establece uno nuevo y, de paso, se culpa a quienes no permitieron que se cumpliera lo prometido.
- Desacreditación: En el juego de culpas, los medios de comunicación y la oposición política, presente y pasada, real e imaginaria, son los preferidos del presidente AMLO para adjudicarles la intención de generar campañas en su contra.
- Victimización: A falta de empatía, el presidente AMLO recurre a auto-señalarse como damnificado, buscando lástima en la opinión pública, pues afirma que sufre ataques todos los días. Mostrarse frágil le quita al presidente AMLO la urgencia y la responsabilidad de atender las crisis.
El manual de crisis de AMLO olvida que la ciudadanía y la opinión pública no culpan a los gobiernos por las tragedias, sino que castiga la respuesta tardía o nula frente a las eventualidades, así como la falta de responsabilidad y liderazgo. Lo grave es que con su manual de crisis no sólo perdieron oportunidades y credibilidad, sino las vidas de cientos de miles de mexicanos.
(*) Socio-director de SPIN.
X: @luisestrada_
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