La gobernadora Layda Elena Sansores San Román cometió una gigantesca pifia en su programa “Martes del Jaguar” más reciente, al revelar que “desde el PREP que le montaron en su domicilio particular”, dio seguimiento a todo el proceso electoral, y al conteo de votos del pasado domingo.
Con eso confirma que tuvo metidas las lentiginosas manos, la redonda cabeza, el poco cuello, la abultada panza y las patas flacas en todo el proceso, y que pese a ello no pudo contrarrestar la victoria contundente e inobjetable de Biby Rabelo de la Torre a la Alcaldía de Campeche.
Nos cuentan que la paliza electoral que le dieron a Jamile Moguel Coyoc en el Municipio de Campeche, provocó en Layda rabia, rencor y frustraciones, y que “la arquitecta” entró en grave cuadro de depresión, que la mantiene aislada y bajo observación médica especializada.
El triunfo de los seis candidatos a diputados locales por los distritos urbanos de la capital también es inobjetable. Los campechanos se volcaron en las urnas para respaldar a los abanderados mocistas, quienes se ganaron la percepción popular de que representan a la oposición y que son la resistencia a todos los excesos, abusos y corruptelas de la gobernadora Sansores San Román y su caterva de funcionarios foráneos.
Hasta el abanderado presidencial de MOCI, el zacatecano Jorge Álvarez Máynez, se benefició con esa oleada naranja, pues ganó en la mayoría de las casillas de la capital, y quedó en segundo lugar en el cómputo de votos a nivel Estado, desplazando al tercer sitio a la aliancista Xóchitl Gálvez Ruiz.
El mensaje de repudio de los votantes del Municipio de Campeche a la gobernadora Layda Sansores es contundente, y con base en este hecho debería empezar a modificar su discurso, reducir sus expresiones denostativas, corregir el rumbo y atender las demandas de la sociedad.
Repetir su cantaleta de que todos los ciudadanos que votaron por Biby recibieron dinero (así como acusó que a los que iban a las marchas les dieron 500 pesos en efectivo), es no saber leer los mensajes de un acontecimiento, es mantenerse en la soberbia de que ella —y sólo ella— tiene la razón.
Es tanto como negarse a aceptar que miles de ciudadanos volverían a marchar contra ella y contra su secretaria de Protección y Seguridad Ciudadana, la criminal guanajuatense Marcela Muñoz Martínez, si se atreve a violentar los derechos civiles y humanos de los uniformados en rebeldía.
Es difícil que una persona de su edad, con sus aptitudes mentales y físicas en pleno declive, con frecuentes episodios de senilidad y de extravío de la realidad, pueda recomponer su actitud y por lo menos evitarse pronunciamientos u opiniones que lastimen la dignidad del ciudadano.
Eso de asegurar que los campechanos votaron por MOCI por dinero, o que hubo “alquimia electoral” para inclinar la balanza a favor de los naranjas, evidencia síntomas de locura que, por su frecuente repetición, ya debieron haber activado las alarmas de sus psiquiatras de cabecera, sea para que le dupliquen las dosis de sus fármacos, o para que, de plano, eviten exponerla a esos desfiguros.
Layda debería aprovechar esta segunda mitad de su Gobierno para recomponer los yerros que ha cometido, para enmendar el rumbo, para trabajar en la reconciliación estatal, hacer efectivo su slogan de “Un Gobierno de Todos”, y aprovechar la buena relación que tiene con la virtual Presidenta electa, para empezar a resolver esos viejos rezagos que mantienen a nuestra entidad en los últimos lugares del desarrollo económico nacional.
Ninguno de los gobernantes que la antecedieron en el cargo tuvo esta afortunada transición de un Presidente de la República (supuestamente) amigo, con la de una presidenta que, según ella misma presume, es “más que su hermana”.
Debería aprovechar esta coyuntura, no para darle más fortaleza a su impunidad, y para echarle más combustible a su soberbia, (como hasta ahora ha demostrado), sino para corregir el rumbo que ha mantenido hasta ahora incierto, extraviado y perdido. Queda la mitad de su Administración para intentar recuperar el tiempo perdido.
Los campechanos de la capital sin duda que estaremos al pendiente para exigirle que cumpla, y para exhibirle y echarle en cara cada uno de sus excesos, desvaríos y locuras, en caso, claro, de que mantenga el mismo rumbo que hasta ahora lleva su Administración.
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