La integración de Manuel Jesús Zavala Salazar al Comité Ejecutivo Nacional de Morena como secretario de Movimientos Sociales, le cayó como cubetazo de agua helada a la nefasta y corrupta gobernadora de Campeche, Layda Elena Sansores San Román. Fue una cachetada con guante blanco, un duro golpe a su orgullo, su soberbia y su ego. La noticia es, a todas luces, un aplastante desmentido a su presunción de que tiene influencia en ese partido.
No tardarán las páginas panfleteras digitales a su servicio en descargar el resentimiento, odio y frustración de la senecta y repintada gobernanta en contra de su exdiscípulo. A nadie sorprendería que Zavala Salazar se conviertaa partir de ahora en “invitado especial” de los Martes de la Rata, donde Layda Elena dispararía su veneno en contra del también exdirigente estatal morenista y exdiputado local.
Son muchas las implicaciones políticas que tuvo, tiene y tendrá la aparentemente intrascendente inclusión de un campechano en la dirigencia nacional de Morena. De entrada, como ya escribimos párrafos arriba, esa decisión se tomó sin el consenso con la insensible gobernadora campechana, lo que confirma que su influencia en el ánimo de la nueva lideresa nacional de Morena, Luisa María Alcalde Luján, es nula.
Cuentan algunos congresistas que acudieron al evento nacional del pasado domingo, que cuando se dieron a conocer las diferentes carteras del nuevo Comité Ejecutivo Nacional, el rostro de la anciana mandataria campechana se distorsionó a tal extremo que sus acompañantes creyeron que estaba en medio de una embolia. Respiraba con dificultad, apenas alcanzaba a balbucear algunas palabras y sus manos se movían de un lado a otro como si se estuviera ahogando en medio del océano.
Entre varios de los asistentes tuvieron que sentarla y abanicarla para que a la negligente y mediocre gobernadora se le pudiera normalizar la respiración. Y fue entonces cuando clavó su mirada, como dos filosas dagas, en la figura del joven abogado campechano, que presumía una floreciente sonrisa de oreja a oreja, que le dirigió con mucho afecto a su mentora y excompañera de muchas batallas.
Y es que el dolor, el coraje y la frustración de la vetusta gobernanta no eran para menos. La inclusión de Zavala Salazar en el CEN de Morena, lo coloca desde ahora en la punta de la carrera sucesoria de la gubernatura campechana, desplazando a una segunda posición al carmelita Pablo Gutiérrez Lazarus, y extinguiendo para siempre las aspiraciones de Laurita, la hermanita insensible, apática e inelegible de la gobernadora. ¿Creyó que Luisa María Alcalde no le cobraría los desplantes que le hizo al brincársela para dirigirse al Presidente?
Manuel Zavala tiene a su favor todo el respaldo de su partido, porque sus compañeros lo vieron nacer, crecer y desarrollar su carrera al lado de ellos. Lo vieron luchar en las elecciones de 1997, en los campamentos de la resistencia civil, en los juzgados para encontrar el nudo gordiano de los centros de espionaje, y defendiendo desde la tribuna legislativa los principios y causas del Movimiento de Regeneración Nacional, algo que no hicieron ni Pablo, ni Laurita, ni algún otro de los aspirantes a suceder a la corrupta gobernanta.
La entronización de Manuel Zavala en una cartera nacional de Morena destruye también el mito de que nada se mueve en Campeche, y en el partido, sin la voluntad de la gobernadora Sansores. La dibuja como lo que es: una persona sin poder ni influencias en la nueva estructura de Morena, y tal vez ese hecho sea un aviso de que tampoco tendrá vara alta con el nuevo Gobierno Federal que arrancará a partir de este martes, lo que para ella va a ser siempre espada de Damocles para lo que resta de su Administración.
Muchos militantes no olvidan que su soberbia le aceleró la muerte a Alejandro Gómez Cazarín y esperan ansiosos para cobrarle esa afrenta. Lo peor de todo es que la repintada ancianita de Palacio no oculta sus emociones, culpas, ni fobias. Y como tal, el pasado martes durante su ridículo show semanal, no pudo disimular el enorme encabronamiento que alberga su arrugado y endurecido corazón, ante la designación de Manuel Zavala Salazar en el CEN de Morena.
“Ni me las leas —le dijo a su felador patiño, el delicadito periodista tabasqueño Juan Herrera— cuando le propusieron dar a conocer la lista de los nuevos integrantes del CEN. “Para qué pasamos malos ratos”, rubricó la farsante Sansores, antes de esbozar una grotesta mueca que intentó ser una sonrisa.
Es evidente que el orgullo de la autoritaria gobernanta está hecho añicos. No pudo vetar a uno de sus “enemigos” y por el contrario, la nueva dirigencia nacional de Morena le envió un mensaje claro y contundente: que no será ella, Layda Elena, la que tomará la última decisión en la designación de la persona que la podría suceder en el cargo. Saben el lastre que su figura representa, conocen sus caprichos y arbitrariedades y están conscientes que con ella, las elecciones están perdidas desde ahora para el partido guinda. Por eso la hacen a un lado, y mientras más lejos, mejor…
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